domingo, 26 de febrero de 2017

RELATO: MI AMIGA, UN SEÑOR SUECO Y YO.



Tengo migraña desde hace algunos años. Hace un tiempo me presenté a un concurso de relatos en el que la migraña tenía que ser la protagonista de alguna manera, y tratada con cierto humor. A pesar de que tengo algunas cosas en común con la protagonista, como los dolores de cabeza, es todo ficción. Aclarar que el aura en la migraña es un conjunto de síntomas que aparecen antes, durante o después del dolor, y afectan a la visión, sentidos o lenguaje.





MI AMIGA, UN SEÑOR SUECO Y YO





         —¿Con aura o sin aura?

         Cada vez que me haces esa pregunta no sé que responderte. Al momento me viene a la cabeza la imagen de un niño rubio, con ojos azules, las palmas juntas, y un halo de luz celestial rodeándole la cabeza.

         —Lado derecho, dolor pulsátil o "run run" continuo, mareo, nauseas, malestar general, excesiva sensibilidad al ruido y fotofobia. —Te contesto una vez más aún a sabiendas de que no será la última.

         Pones esa expresión burlona típica de las personas que se saben con poder sobre los demás: "No te me pongas cáustica, que yo puedo tener el remedio a tus males, yo y solo yo". Te intento mirar con expresión fulminante, pero es tal mi desesperación que solo acierto a entrecerrar los ojos como una miope. Nos quedamos así unos segundos, mirándonos el uno al otro, como si fuera un reto para ver quien aguanta más sin reírse. Pero el caso es que tú no me haces ni puñetera gracia. Tu cara es la de un besugo con ojos saltones y boca sin labios. Tu expresión de autosuficiencia me asquea, y para colmo todo se agudiza porque mis nervios están a flor de piel, y todavía no has dado con el elixir mágico. Me pregunto dónde te habrás sacado el título, no he hecho más que empeorar desde que acudo a tu consulta. Empiezo a alisarme la frente con la mano izquierda, y a jugar con el moflete con la derecha:

         —No te pongas nerviosa..., ¿te está dando ahora, verdad? Te lo noto en el iris. Respira profundamente. —Sacas un tarro de la nada.— Ponte un poco de esta pasta con olor a menta en los orificios nasales.

         Lo que me faltaba. También eres un brujo con tendencias homeopáticas. Cada vez estoy más segura que he sido víctima de una estafa. Salgo de allí echando leches. Dejo cien euros encima de la mesa de una desconcertada secretaria, y huyo. Oigo gritos, pero sigo corriendo...

         Todo ha sido una pesadilla. Pero ha sido tan real que estoy sudando a chorros.


*   *   *


         Llaman a la puerta. Voy a abrir con un saquito térmico que me he puesto en la cabeza y que estaba debajo de una trucha en el congelador; debe parecer el tocado de algún traje folclórico. Abro la puerta. Es Yasmina, mi amiga guapa y perfecta; con ese nombre no podía ser de otra manera. No entiendo por qué se presenta sin avisar si sabe que últimamente estoy con crisis perpetuas desde que se asentó el viento sur, y como consecuencia, el maldito efecto Foehn tan típico de la Cordillera Cantábrica. "'¡Por Dios!, ¿qué haces con un chicharro en la cabeza?" Vuelvo al congelador y hago el intercambio, creo que el cambio de pastillas me está pasando factura. "Tú lo que necesitas es un poco de jolgorio", me dice la muy descerebrada, mientras se parte de la risa.  "No, en serio, te entiendo perfectamente, tiene que ser una put..." Dejo de escucharla y me tiro en plancha sobre el sofá.




         —No, mira, no te desmoralices..., he venido a contarte algo. Ya sé que te va a parecer una de mis chorradas, pero hoy he leído algo en el periódico. —Ya eso me suena raro, de entrada.— Vale no, me lo ha contado una tía en la peluquería. Pues resulta que han hecho un estudio en Harvard, o en un sitio de esos donde se hacen experimentos, y parece ser que han llegado a la conclusión de que los y las pacientes con migraña prefieren a sus neurólogos o neurólogas rubios o rubias.

         Ha hecho una pausa después de articular esa frase aparentemente razonada. Quiere que la asimile concienzudamente antes de que le arroje el saco térmico, que no me deje apabullar por su  aparente falta de sentido, que detrás hay algo que merece la pena escuchar.

         —Bien. Una prueba con mil personas. Todas siguieron el mismo tratamiento con placebo. En principio nadie tenía que haber mejorado, pero ¡tachán!...

         —Si nadie iba a mejorar, ¿para qué hicieron el estudio?

         —¡A ver, no tengo todos los datos Patri! Deja que te cuente. Escúchame por una vez en tu vida. —Es inútil cualquier estrategia, va a seguir hablando de todos modos.— ¿Por dónde iba...?, ¡ah, sí!, pues resulta que un veinticinco por ciento presentó una clara mejoría. Estuvieron analizando todo tipo de variables, principalmente las referentes a circunstancias personales. No llegaron a ninguna conclusión. Entonces les tocó a los médicos. Al principio tampoco dieron con la clave, ya que se centraron en la personalidad de los neurólogos y su trato con los pacientes. Todos eran encantadores, claro, sabían que estaban siendo estudiados. Cuando estaban dispuestos a echar por la borda todo el trabajo y declarar fallido el ensayo, apareció un lumbrera que encendió la bombilla. Todo estaba en el color de pelo de los médicos.

         —Pero, ¿te estás dando cuenta de lo que dices? Eso no tiene pies ni cabeza, ninguna base científica que avale...

         —Ay, ¿nunca vas a cambiar, eh? Siempre tienes esa cabecita funcionando a todo gas. Rumia que te rumia. No me extraña que tengas esos dolores... ¿Por qué no te dejas llevar un poco? No todo tiene que estar siempre en perfecta alineación, no todo tiene un porqué. A veces las cosas suceden sin más, y uno tiene que dejarse llevar. Verás, las consultas a médicos con estas características han aumentado un cincuenta por ciento desde que se hizo público este estudio. Por cierto, tú que eres tan cultureta, ¿no habías oído hablar de todo esto? —Estoy perdiendo la paciencia, y lo sé porque me está empezando a doler el ojo derecho.—Mira, resumiendo, he hecho algo por ti que me vas agradecer eternamente.

         Entonces es cuando me empiezo a poner seriamente nerviosa. Que Yasmina haga algo por mí es una novedad en sí mismo, pero lo que hace que los tics en el ojo sean más continuos, es que mi imaginación se ha puesto a maquinar respecto a los hechos que ella entiende como favores. Yasmina continúa con su sermón:




         —He llamado a varios neurólogos. He empezado al tun tun, pero viendo que perdía el tiempo de una manera absurda, he empezado a fijarme en nombres raros que podrían tener origen en el norte de Europa, Alemania, Escandinavia, etc. Cuando preguntaba a las secretarias por ellos, me solaban una retahíla sobre títulos, masters y doctorados que en ese momento no tenían ningún interés para mí. He tenido que ser directa: "Señora, hábleme de su aspecto físico". Después del descoloque inicial me hablaban de su porte atlético, su encantadora sonrisa..., he tenido que ponerme seria: "¡El pelo, coño, hábleme de su color de pelo!". Algunas me han colgado, ha sido un trabajo agotador, pero al fin he dado con uno. —Se levanta suavemente del sofá y coge el móvil que ha dejado en la mesita de la sala. Saca un papel de su bolso.— Tienes cita con el doctor Petterson mañana a las cuatro. Aquí tienes su dirección.

         Antes de que yo pueda reaccionar cierra el bolso, echa a correr como una desquiciada, se tropieza con un perro de mármol que tengo en la entrada, se recompone, abre la puerta y se da un golpe en la cara. Finalmente logra salir de mi casa y cierra de un portazo. He sido más lenta, el saco térmico se ha estampado contra la puerta ya cerrada.



*    *   *
 

         He sucumbido. Tras una larga reflexión: ¿Si he ido a la consulta de un "sanador de almas", por qué no voy a hacer esto? ¿Si me he puesto de rodillas de la mano de otros migrañosos mientras un señor quemaba todo tipo de hierbas que nos llevaban a una felicidad absoluta e ilusoria,  que nos hizo invocar a Reos, dios de la salud de una civilización desaparecida en las ruindades de la Historia, por qué no voy a probar una cosa más en mi desesperado devenir por este mundo?

         Así que aquí estoy, sentada en la sala de espera de la clínica del doctor Petterson.

         Una secretaria grande y rotunda pronuncia mi nombre y entro.


*   *   *


         Estás sentado de espaldas a la entrada. Como pareces no darte cuenta de mi presencia carraspeo y entonces giras la silla hacia mí con una vitalidad desmedida. Enseguida tu sonrisa "deluxe" de dientes perfectamente alineados hace acto de presencia e ilumina la habitación en tonos ocre y amarillo cálido. Te levantas y te pasas una mano por el pelo dorado (con mechas extra que le aportan más luz), y me das una mano grande recién pasada por manicura: "Llámame Lars, Patrrichia". Acabas de darle un aire nobiliario a mi nombre, con esa erre tan acusada y la hache extra. Estoy parada, ni avanzo ni retrocedo, acabo de ser hipnotizada. Me dices que perdone tus despistes, pero es que acabas de aterrizar en este país como quien dice, y tienes las cosas manga por hombro. La clínica abrió hace un mes, pero todavía no estás trasladado del todo: "Entre Pinta y Valdemorro", y sueltas una carcajada. Y yo también. Hablas mucho pero me cuesta concentrarme en lo que dices, ya que tus dientes, y tus labios, y tus ojos de aguamarina, y ese pelo..., me tienen absorbida por completo. ¿Son imaginaciones mías o me has mirado a los ojos más de la cuenta? Soy incapaz de volver a la realidad, ¿para qué había venido? Ah sí, Yasmina... y algo sobre neurólogos rubios. Yo en realidad no sé por qué estoy aquí, pero creo que esto va más allá del color de tu cabello. El corazón me va a mil por hora, estoy sudando y creo que ahora mismo no me duele nada. Te levantas sin dejar de sonreír. "Hace calorr, ¿verdad?" y te dispones a abrir uno de los ventanucos de la consulta. Te vuelves a sentar y te frotas las manos, "¿vamos al lío?" Estoy pasmada y tartamudeo: "¿A qué se refiere?". "El chola", dices señalándote la cabeza. Ah sí, la migraña. Pero yo no quiero hablar de eso, quiero que me sigas hablando de ti, que sigas haciendo tus chistes en español macarrónico, que vayamos a tomar un café si el código deontológico te lo permite. Intento volver a la realidad, igual es un poco pronto para esas cosas. Voy a seguirte el rollo de los dolores de cabeza. Sí, hace muchos años. Sí, el lado derecho. Sí, las crisis son cada vez más continuas. Sí, he probado trescientos tratamientos.

Pero entonces pasa algo que me hace volver a una realidad muy poco placentera. Voy a ser protagonista de un déjà vu. Tu carisma, tu magnetismo personal, tu atractivo se va a derrumbar en cuestión de segundos. Me miras fijamente, vas a decir algo muy serio, apoyas la palma de la mano derecha en la barbilla, comienzas a articular las palabras, la cabeza me empieza a temblar, lo estás diciendo, es más, lo acabas de decir. Has hecho la maldita pregunta:

—¿Con aurra o sin aurra?


28 comentarios:

  1. Estupendo relato Ziortza ¿Cómo haces? Me he visto atrapado en la vorágine de pensamientos de tu protagonista. No tengo migraña, pero en mi familia hay quien la padece, y conozco algo de los síntomas. Me ha llegado mucho la identificación entre la narración intimista de tu personaje y el lenguaje casi caótico con que lo hace. Narrativa que se identifica con el malestar que la aqueja y que la arrastra durante gran parte de la historia, hasta que haces un vuelco con la presencia del médico ante el cual queda fascinada. A partir de ahí cambia su estado de ánimo que, de nuevo, se acopla al discurso narrativo con una fluidez impecable mostrando a una Patricia que ya no quiere hablar de su migraña sino de otra cosa que la hace tartamudear, pero ¡ay!, el desenlace va para otro lado, se acerca la pregunta fatal que la hace caer de la nube en la que estaba sumida en su embeleso.
    Excelente relato, Ziortza, una maravilla. Un verdadero placer leerte.
    Un abrazo.
    Ariel

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    1. Gracias Ariel, como siempre es un placer leer tus comentarios acerca de los relatos. En este caso, he querido darle un poco de humor a una situación que a veces llega a ser desesperante. Quería darle una tregua a la protagonista con el doctor, pero finalmente acaba siendo un médico más. Muchas gracias, una vez mas por los elogios que me regalas y que a veces me suben los colores.
      ¡Un abrazo!

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  2. Humorística manera de tratar un tema que perturba y mucho a quienes lo padecen.
    Me ha gustado esa fina ironía en unos tratamientos que se aprovechan a veces de la desesperación y la falta de respuestas por parte de los tratamientos médicos.
    Como dice Ariel has conseguido que olvide la migraña y el malestar de la protagonista y ese cambio de interés y de actitud mientras mira a ese salvador "rubio" que parece casi milagroso hasta que suelta la misma pregunta.

    Un saludo

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    1. Muchas gracias por tu comentario Conxita. Los que padecemos alguna dolencia como esta, sabemos lo que es probar muchas cosas, incluso algunas que ya "a priori" no tienen ningún sentido (por lo menos en mi caso). Al final es algo con lo que se tiene que vivir, y bueno últimamente si que existen tratamientos que te lo hacen más llevadero.
      Un abrazo y gracias de nuevo por pasarte por mi rincón.

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  3. Muy bueno, Ziortza. La desesperación nos lleva a hacer cosas surrealistas, así que no me extraña que Patricia sucumba a la sinrazón con tal de intentar librarse de la maldita migraña. Me he reído y la he comparecido al ritmo frenético de sus especulaciones. ¡Enhorabuena! Un abrazo ;)

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    1. Muchas gracias Eva. La desesperación es una de las peores cosas que puede sentir una persona, sin importar la causa. Por eso he intentado hacer un relato en tono desenfadado, porque creo que al final el humor nos puede hacer salir de muchas obsesiones. Me alegra que te haya gustado.
      ¡Un abrazo!

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  4. Cuanto oportunista aprovechándose de la desesperación de los demás, desconfío mucho de estos curanderos. Por otr parte, me identifico con ese torrente obsesivo de tu protagonista, ay lo que uno llega a decirse a sí mismo. Vamos, que no me cuesta nada imaginarlo mientras lo leo y esa visibilidad en un relato no es fácil de conseguir.
    Saludos.

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    1. Efectivamente Gerardo, al final te agarras a un clavo ardiendo en algunas situaciones, pero lo peor no es eso, lo peor es el que está detrás de ese clavo intentado hacer su agosto. Y es verdad, con las obsesiones llegas a tener diálogos contigo mismo realmente surrealistas. Yo a veces me aburro de mi misma...,jeje.
      Gracias por tus amables palabras, un saludo.

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  5. Un registro, el humorístico, que te desconocía pero que veo dominas como los otros. Adaptar la escritura a lo que pide el relato es otro acierto, aquí muestras un monólogo interior, en ocasiones caótico, como son los pensamientos. También me ha gustado cómo la protagonista nos deforma a los otros personajes, como alguien que padece un dolor de cabeza y todo le molesta.
    A mí, la cabeza me duele cuando hace uno de esos días grises, que ni hace sol ni llueve. Es terrible. Mis deseos para que no vuelvas a padecer más esas migrañas... aunque te den para relatos tan divertidos como este. Un abrazo!

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    1. El monólogo de la protagonista es desesperado y caótico fruto de la frustración que siente por su dolencia, realmente está como enfadada con la vida, es cierto.
      Las migrañas las sobrellevo, hay rachas, como en todo. Ahora no me puedo quejar.
      Gracias por tu visita y por tus amables palabras una vez más, David.
      ¡Un abrazo!

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  6. Muy bueno... Jijijij... Yo he pensado que se iba teñir el pelo de rubio...
    A poco más, me lo tiñó yo!!!para ver si se van las migrañas...
    Muy bien escrito...

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    1. Muchas gracias por tu visita y tus palabras Yoli. Me alegra que te haya gustado y divertido. Ojalá se fueran las migrañas con un simple tinte jeje...
      Un abrazo.

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  7. Simplemente genial, como todo lo que escribes. Conozco a dos personas con migraña, padre e hijo, así que no sé si debe de haber un factor hereditario, pero el caso es que los pobres cuando se encuentran mal lo pasan bastante mal. Sólo te puedo decir que paciencia y ánimo cuando te den a ti.
    El factor cómico me ha encantado, hay que ponerle humor a las cosas, y si es un poco ácido pues mejor.
    Me ha gustado mucho, guapa, un besito :)

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    1. Hola María, qué generosa eres. La migraña es algo que cuando quiere enseñarse llega a ser agotador, como verás en tus conocidos. Yo he pasado por altibajos y ahora me encuentro en una "época" no del todo mala, ya que esto, como todo, va un poco por rachas. Te agradezco de verdad, tus ánimos.
      Yo también pienso que con humor todo se vuelve menos oscuro, aunque lo estemos pasando realmente mal, reírse creo que tiene efectos balsámicos.
      Gracias de nuevo, María. ¡Un abrazo!

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  8. Hola, Ziortza, permíteme que te felicite por varios motivos.

    Primero, porque has asumido tu migraña con una actitud valiente que despierta admiración, sin duda una lección para todos.

    Segundo, porque has sabido explicarlo a través de un personaje entrañable, sin hacerlo realmente de manera explícita, pero de tal forma que el que lea tu relato puede hacerse una idea de hasta qué punto puede amargar la vida a una persona esa maldita dolencia del demonio, simplemente viendo las consecuencias que tiene en Patricia, en sus acciones y pensamientos más personales.

    Tercero, porque me has hecho reír en varias ocasiones. Patricia me parece un personaje encantador y muy interesante, a rebosar de ironía, con pensamientos desafiantes y a la vez divertidos y locuelos, pero con una filosofía de la vida única, quizás por necesidad, quizás no tuvo más remedio que ser así para no acabar cortándose las venas con una publicidad de supermercado, aunque supongo que ella habría dicho con esa simpatía suya tan sarcástica algo como: "no sabría si cortármelas o dejármelas largas".

    Cuarto, lo del saco térmico estampado en la puerta fue un punto magnífico, te aseguro que visualicé a tu Patricia realizando el lanzamiento olímpico y escuché el golpe, el ¡clonk! Soberbio.

    Y quinto, me encanta como escribes. Sigue haciéndolo, ayuda mucho, sobretodo en los malos momentos. A mí me ayuda mucho.

    Enhorabuena por un relato tan particular y original, simplemente me encantó. Cuídate mucho muchísimo, sé muy feliz y buena lectura.

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    1. Muchas Gracias J.J. me has dejado sin palabras con tu comentario, eres muy amable. Realmente es muy gratificante encontrarme con palabras como las tuyas que me motivan a seguir escribiendo. Quizás el relato me salió así porque aunque a veces te sientes alejado de tus personajes, en este caso tenía alguna que otra cosa en común con Patricia.
      Me alegra que me digas que el relato está narrado no de manera explícita, sino a través de los hechos de los personajes y que es así como les conocemos. Digo que me alegra porque de alguna manera es como suelo escribir, la forma en la que me siento más cómoda, y que lo hayas visto me satisface.
      Lo del sarcasmo y la ironía, reconozco que me viene un poco de serie y de vez en cuando me gusta dotar a los personajes de esta característica que da tanto juego.
      Pero sobre todo, decirte que me encanta que te haya divertido, porque creo que eso es muy difícil hacerlo con un relato y haber logrado sacar una sonrisa al lector es algo muy estimulante.
      Por último comentarte que me he pasado por tu blog y a mí también me encanta como escribes así que, aquí tienes una seguidora.
      Gracias de nuevo por todo y por tus ánimos, te deseo lo mejor para ti también. ¡Un abrazo!

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  9. Excelente tu relato. Ingenioso, dinámico, pulcro. Me gustó muchísimo.

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    1. Muchas gracias por tu comentario Beba. Siempre me regalas palabras maravillosas. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.

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  10. Hola, caminando llegué hasta tú casa, en ella me quedo, observando, contemplando que son dos de las mejores maneras de aprender...
    Interesante relato, tal vez la sin razón de la sin razón..
    Gracias, buena tarde, besos razonables..

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    1. Muchas gracias por tu visita y sobre todo por quedarte. Y por supuesto me alegra que el relato te haya gustado.
      Un saludo, vuelve cuando quieras.

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  11. Respuestas
    1. Hola ladoctorak, muchas gracias por tu comentario y tu visita.
      ¡Un saludo!

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  12. La verdad, el color del pelo del médico me parecía muy poco científico jajaja,... y al final resulta que usa los mismos fundamentos científicos que los otros,... incluído el aurea. Va ser que hay una variable que no han tenido en cuenta. Estupendo relato Ziortza!

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    1. Hola Norte, es cierto el color de pelo no parece muy científico..., menos mal que esto es un relato y que la mayoría de las veces nos encontramos con médicos más "normales".
      Un abrazo y gracias siempre por pasarte por aquí.
      Un abrazo.

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  13. Ay Ziortza, cómo he disfrutado leyendo tu relato, ¡absolutamente genial! (salvo por el tema de tener en común con la prota las migrañas, claro). No sé si las letras pueden ser sanadoras, pero a buen seguro que las tuyas han tenido un efecto positivo en mi estado de ánimo para mejor :))

    Yo hace años, cuando era joven, también tenía unos terribles dolores de cabeza que me duraban varios días. Alguna ventaja tenía que tener el hacerse viejecilla, porque hace muuuuucho tiempo que me despedí de ellos. Espero que también tú mejores con el tiempo.

    Un beso enorme y gracias por las risas.

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    1. ¡Hola Julia! Qué bueno que te haya divertido el relato, no sabes cómo me alegra que te hayas reído leyéndolo, con lo difícil que es hacer reír.
      Dios te oiga, como se suele decir, y con los años se me vayan estas dichosas migrañas, pero llevo tanto tiempo ya con ellas que ni me lo imagino...
      Siempre es un placer que te pases por aquí y tus comentarios tan halagadores, de verdad Julia.
      Un abrazo y ¡feliz lunes!

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