martes, 31 de octubre de 2017

LIBROS: LA SUSTANCIA DEL MAL - EL LIBRO DE LOS ESPEJOS.


LA SUSTANCIA DEL MAL (2016)

Luca D´Andrea (Bolzano, 1979)




He dicho ya unas cuantas veces que lo que más valoro de una obra, sea del arte que sea, es que me entretenga. También otras muchas cosas, pero una de las principales es esa.

En este sentido el entretenimiento puede ser de muchas clases: obras sin muchas ínfulas, obras maestras que además de entretener te ofrecen otras muchas cosas, entretenimientos pausados, de ritmo vertiginoso, mezclas de muchos géneros… En fin, el tema da para mucho.

Creo que la clase de pasatiempo que ofrece La sustancia del mal la describe muy bien su autor: “Mis libros son hamburguesas y quiero que sean las mejores de la zona”.  Pues vale. Yo traduzco esto en: algo rápido y sin más pretensiones que haga pasar un buen rato. Pero coñe, también buscamos un poco de enjundia al asunto, digo yo.

Un joven guionista estadounidense acaba de mudarse con su mujer e hija a los pies de los Dolomitas, los Alpes Orientales. Tras vivir una experiencia terrorífica en una operación de socorro, se enfrentará de una manera obsesiva y enfermiza a la resolución de un crimen espeluznante acaecido treinta años atrás. La intención de que detenga sus investigaciones por aquellos que de alguna manera directa o indirecta sufrieron por aquel crimen, no hace más que acrecentar su  obstinación por saber más.

La novela esta hecha con los ingredientes perfectos para que devores sus casi quinientas páginas en no más de tres días. En este sentido no se para mucho en el retrato de los personajes, salvo en el personaje principal, que es un sufriente de los estragos que ha causado el accidente montañoso en su psicología. El resto son comparsas utilizados para hilvanar una historia cuyo interés principal es buscar el culpable del crimen colectivo que tuvo lugar en los años ochenta. En este sentido el misterio engancha y ese el mérito principal del autor. La historia transcurre a una velocidad apabullante, con aventuras por la nieve y algún que otro tinte sobrenatural. Me leí el libro en un par de días sin pestañear, y todavía no se por qué, ya que entusiasmar, entusiasmar, como que no. Cosas raras que pasan.



EL LIBRO DE LOS ESPEJOS (2017)

E.O. Chirovici (1964)




El libro de los espejos es una novela muy bien escrita que nos cuenta una historia bastante atrayente.

Un agente literario recibe el manuscrito de un tal Richard Flynn, que es una especie de biografía inacabada con asesinato de profesor de universidad famosillo de por medio. Como se siente intrigado por el final y encima ve que puede ser una oportunidad de negocio para una editorial, encarga a un periodista que busque las piezas del puzzle que faltan con la intención de sacar una novela con la resolución del caso.

La historia se cuenta en tres tiempos, con tres personajes diferentes, Peter Katz, el agente literario; John Keller, el periodista y Roy Freeman, el detective que llevó el caso en sus orígenes.

La memoria y los recuerdos juegan un papel muy importante en esta novela y el escritor saca mucho jugo a estos temas, ya que no sabemos si lo que nos están contando algunos personajes es real o imaginario. Es más, en la novela, el profesor de psicología alude a que muchos de nuestros recuerdos no son vividos realmente, y que a veces los creemos así, pero que son solo hechos que nos han contado otras personas.

Chirovici teje una trama que se va complicando y que parece no tener lógica para los que la investigan. Los personajes están muy bien compuestos y cada uno tiene su importancia en la historia.

Es una novela elegante, ambigua, con una gran dosis de suspense. Lo que se llamaría hoy un thriller psicológico. Habla de la posibilidad de reescribir nuestra propia realidad, de borrar recuerdos que no queremos para sustituirlos por falsos acontecimientos. En definitiva, habla de las posibilidades de la mente y la memoria.

En este tipo de libros el final es muy importante, pero con la sana  intención de no tratar desvelar nada, prefiero que si alguien lee el libro juzgue por sí mismo.

Por último tengo que aludir a algo que hacía tiempo que no me pasaba: he dejado un libro a medias. Se trata de una novela negra francesa, galardonada con numerosos premios que supone según un comentario que se puede leer en la solapa del libro: “Un soplo de aire fresco en la novela negra. Un festival literario”. Pues yo lo siento, pero el festival no lo he visto por ninguna parte. También promete misterios que atrapan y mucho humor. Tampoco he sentido ni lo uno ni lo otro. Se trata de La brigada de Anne Capestan de Sophie Hénaff.  Aunque la han comparado con Fred Vargas, y su inigualable e indescriptible detective Adamsberg, bueno tengo que decir que para mí no hay color. Y fíjate que me da rabia, porque últimamente tengo un idilio con los autores franceses y sus novelas sean del género que sean. Pero bueno, ahí se ha quedado, soterrada debajo de un sinfín de libros (los estoy empezando a apilar en montones, que Dios me perdone, porque me faltan estanterías).

miércoles, 25 de octubre de 2017

RELATO: HONORABLE KAUFFMANN








Accionó el interruptor. Una gran corriente de doscientos cincuenta amperios recorrió el solenoide cuyo núcleo estaba compuesto de ese extraño mineral que encontró en la cantera de caliza abandonada. Sus cálculos fueron un éxito. El campo generado fue capaz de repeler las balas de los ejércitos aliados. El pueblo con sus mil almas fue salvado. Sin embargo, el nombre de A. Kauffmann, pacífico soñador antinazi, fue borrado de los anales de la historia científica. Tal artilugio antibélico era una amenaza para los obreros y profesionales de la guerra, temerosos de perder su oficio.

Pero borrado no es la palabra correcta, ya que ni siquiera fue mencionado, y por lo tanto ni recordado, ni homenajeado. Kauffmann que era un hombre de mente brillante y privilegiada, era un ser sin recursos que hacía sus investigaciones gracias al dinero del que tuviera a bien subvencionarle. Aceptaría dinero de cualquier bando, ese era el precio que tenía que pagar para poder llevar a cabo sus proyectos.

Inició su historia científica gracias al empeño de un General de las SS que se lo encontró un día en el bar del pueblo medio borracho discurriendo sobre ciertas ideas ininteligibles para los parroquianos, que le miraban aturdidos. Este General, cuyo nombre omitiremos, escuchó las disquisiciones aparentemente incoherentes del muy congruente y racional Kauffmann como quien mira un diamante en bruto a punto de ser pulido, una bomba a punto de ser explotada. Desde ese momento se hicieron inseparables, no por el cariño mutuo que nunca sintieron, sino por los intereses creados al hilo de sus conversaciones. El General le hizo firmar un contrato de confidencialidad acerca de todos sus descubrimientos e inventos en el ámbito científico-castrense, y Kauffman a cambio, recibiría la ayuda económica necesaria para su desarrollo.

Los proyectos del científico siempre estuvieron encaminados no en el desarrollo del arma perfecta o del misil de mayor alcance. Muy al contrario, sus cálculos se basaban en la forma de obtener ese escudo perfecto para el “rechazo” de tales armamentos. Era un idealista, a pesar de su mente práctica. Una paradoja que a veces le hacía rozar la locura, sobre todo cada vez que aceptaba la asistencia interesada y el dinero chorreante de miseria del General.

A finales del cuarenta y cuatro a punto estuvo de obtener resultados gloriosos, que seguramente hubieran decantado el final de la Segunda Guerra Mundial hacia otro lado. Pero, aquella vez, la gigante burbuja magnética creada en el flanco este, no fue suficiente ante los continuos embates de los ejércitos rusos. Demasiado grande.  Demasiado frágil.

Siguió experimentando a nivel más elemental. Cuando el General fue ejecutado junto con otros casi al finalizar la guerra, la bombilla interna de Kauffmann pareció encenderse. Le costó convencer a sus conciudadanos, pero al final de cuentas era un personaje, que a pesar sus extravagancias y rarezas, era bien considerado. A veces cuando no entendemos algo, lo damos por brillante. En este caso, los vecinos intuían que Kauffmann era un ser superior en muchos aspectos; siempre había sido así.

El pueblo fue atacado por aire y por tierra unos meses antes de que el presidente Truman decidiera finiquitar la guerra en el Pacífico soltando sus bombas atómicas sobre Japón. Nada logró atravesar la burbuja invisible, tan solo unas casas deshabitadas a las afueras fueron alcanzadas. Un pequeño ejército de infantería, compuesto por americanos e ingleses, se adentró en el pueblo sudando y con el horror en sus rostros ante la incomprensión de lo que estaba sucediendo. En la plaza del pueblo se encontraron con un millar de personas compuestas principalmente por niños, mujeres y ancianos. A la pregunta de quién estaba al mando, Kauffmann, vestido con su bata blanca, dio un paso al frente. A pesar de la incredulidad inicial, fue apresado y llevado ante altas instancias. O eso se pensó.

El pueblo fue sitiado durante varios días, trajeron expertos de todo tipo, ingenieros, científicos especializados en cualquier tema inimaginable; nadie fue capaz de dar una explicación a lo sucedido. Pero, como se había prometido el científico a sí mismo, el pueblo, con sus mil habitantes incluidos, no sufrió daño alguno. Poco después, la guerra terminó. Al principio solo se oía “¡Kauffmann!” “¡Kauffmann, ha sido Kauffmann!” La gente esperaba volver a verle para expresarle su agradecimiento.

Pero nadie en el pueblo volvió a saber de él.  No tenía familiares ni nadie que reclamase por él. Los pocos que intentaron buscarle, se encontraron con un muro y la nada. A. Kauffmann había muchos, pero ninguno que atendiera a esas características. Existió y dejó de existir. De un plumazo. No había sido, no fue. Y sin embargo…

Hoy en día podemos visitar un pequeño pueblo situado al norte de Alemania, atravesar la plaza y adentrarnos en un bosque compuesto por robles y pinos. Si hacemos esto, después de andar unos quinientos metros encontraremos una casa derruida de la cual solo se conservan dos tabiques y medio. En lo que sería el salón de de la vivienda hay algo sepultado por tierra, helechos y hierbajos. Si removemos un poco con la ayuda de una azada daremos con una especie de lápida, un trozo de mármol en el que está inscrita una leyenda de forma rudimentaria, el especial homenaje del pueblo a su vecino más ilustre:

HONORABLE KAUFFMANN

Gracias por todo.


Este relato es pura ficción (salvo los hechos históricos que todos conocemos).


sábado, 21 de octubre de 2017

LIBRO: CARTAS DE LA GUERRA.


CARTAS DE LA GUERRA. Correspondencia desde Angola (2006)

Antonio Lobo Antunes (Lisboa, 1942)



El genial escritor portugués Antonio Lobo Antunes se licenció en medicina en la especialidad de psiquiatría por la universidad de Lisboa. Pasó dos años ejerciendo su profesión en un hospital de  Londres y a su regreso, recién casado y  con un hijo en camino, fue llamado a filas y destinado como médico en la guerra colonial de Angola. Sobre este tema escribió una novela En el culo del mundo (que estoy leyendo actualmente) y también dejó un legado impresionante, una serie de cartas dirigidas a su mujer embarazada que después se compilaría para formar esta fantástica “novela epistolar autobiográfica” (no encuentro mejor manera de describirla).

En 1971, con apenas treinta años, Lobo Antunes dejaba en Lisboa a su familia para enrolarse en una guerra que supondría un punto de inflexión en su vida personal y profesional. Totalmente perdido casi desde el inicio en tierras lejanas, su única vía de escape son las cartas que diariamente escribe a su mujer y que le hacen sentirse más cerca de ella.



Estas epístolas, dirigidas a una persona muy concreta y por lo tanto de una intimidad absoluta, son el más puro testigo de lo que un hombre puede llegar a sentir en un escenario totalmente hostil, desesperado porque el tiempo pase para poder volver al hogar. Los sentimientos de ese primer amor, el deseo, la amargura, el miedo, la tristeza… son expresados en forma poética muchas veces, en tono brusco y enfadado las menos, pero siempre con una intensidad y una sensibilidad apabullantes.


“Mi amor querido

Te adoro, mi gata de Enero mi gacela mi miosotis mi estrella aldebarán mi amante mi Vía Láctea… mi cuento de hadas mi Ariana mi heroína de Racine mi ternura mi amor… mi fuego mi única alegría mi América y mi Brasil… mi Ana Karenina mi lámpara de Aladino mi mujer.”


También esta estancia en la guerra supone la génesis de un escritor que más tarde se convertiría en un referente de la literatura portuguesa. A lo largo de sus meses en medio de la barbarie, mientras escribe una novela, somos testigos de su entusiasmo cuando cree haber escrito algo grande, más tarde de sus dudas al respecto, también de sus pensamientos de que su texto no merece la pena. Esos vaivenes en el estado de ánimo por los que pasa cualquier escritor en sus inicios. Lobo Antunes demuestra su inteligencia y su cultura en cada una de sus cartas. Es todo un deleite observar cómo un hombre que todavía no ha cumplido los treinta años, tiene esos conocimientos de la vida y el ser humano.

Y la cruenta guerra,  los detalles terroríficos, las enfermedades y las consecuencias traumáticas que deja en la gente. Aún así, intuyes que Lobo Antunes ahorró muchos pormenores a su mujer para no hacerla padecer más si cabe.

Hace unos meses se estrenó una película basada en este libro dirigida por Ivo Ferreira y que tengo muchísimas ganas de ver. Está rodada, curiosamente, en glorioso blanco y negro, lo cual me parece un acierto y cuyo trailer augura una película conmovedora (eso me transmite, luego no tiene porque ser así)


Este libro de cartas es una muestra de la mejor literatura, al igual que sus Libros de crónicas que también he leído y que son estupendos relatos “cotidianos” también con tintes autobiográficos que escribió durante cinco años cuando colaboraba en el periódico O Público. Son “Pequeñas prosas” como las llamaba sobre la infancia, la soledad, el desamor… Para mí son de lo mejorcito en cuanto a relatos que he leído.

Dicen que, al margen de estos libros que he comentado, sus novelas son “difíciles” de leer; creo que para mí esto es un aliciente. Me adentraré en alguna de ellas y veremos a ver que pasa.


lunes, 16 de octubre de 2017

RELATO: DESARRAIGADO.






"Tú eras mi mejor aspirante, tú eras mi mejor aspirante, tú..." Se me ha metido la matraca en la cabeza. Estoy en el despacho de mi padre. He venido entre ausente y descolocado a darle el último sablazo. Todavía no se lo he contado, pero lo intuye y se lo noto en la mirada. Esa mirada impertérrita que ahora muta y aparece incrédula y odiosa.

Antes de que yo hable mi padre coge la palabra. Habla con esa parsimonia tan desasosegante característica en él; lo mismo puede decirte que le lleves una aspirina o que te va a pegar un tiro si no le dejas hablar. Pero es que a mí ya no me convence, es la misma cantinela de siempre.

Recuerdo cuando era un chaval y acababa de salir de la universidad, recién licenciado en derecho. Ya por entonces me hice una idea cuando me dijo: “hijo, especialízate en derecho penal”. Lo hice; y también en derecho fiscal. De niño me había sentado en sus rodillas intentando explicarme sus propósitos, no lo entendí, o no quise entenderlo. Para mí fue como un cuento de terror que un padre cuenta a su hijo, pero sin filtros.

Después, cuando estaba en la veintena, se dejó de tonterías y me miró a la cara desafiante: pretendía que le acompañara en su vida, en su huída hacia adelante con sus dislates pseudomafiosos. Y encima lo hacía mal, acababa siendo siempre la cabeza de turco perfecta. No sé cuantas veces ha estado en la cárcel. Ha tenido una suerte relativa, siempre ha sido por temas económicos, nunca por los muertos que lleva a sus espaldas y que ya le hacen encorvarse más de la cuenta.

Recuerdo la vez que le defendí, cuando aún pensaba en sus tretas como algo banal y no más allá de algún fraude tributario. Fue mi puesta de largo triunfal; salieron a relucir todos sus disparates. En el juicio me machacaron como a una cucaracha. Mi padre me había contado de la media, la mitad. Fue mi principio y mi final como abogado. Y es que, ¿quién se puede imaginar que tu progenitor está metido hasta el cuello? ¿En qué cuento de hadas andaba yo metido?

A partir de entonces intenté seguirle el juego. Pero ahora es diferente. He tenido que hacer algo. Si seguía haciendo caso a su historia de que la familia es la familia y todas esas chorradas, el que acabaría en el trullo iba a ser yo, pero por gilipollas. He estado haciendo mis pesquisas, he recopilado mucha información y  tengo algo importarle que contarle.

"Tú, el idealista", me suelta. “Qué capullo” pienso. Él sigue con su sermón del tres al cuarto: “No estás en esta realidad. Ese mundo que te has construido en tu cabeza no existe; los buenos como tú nunca ganan. Para ser alguien tienes que actuar así. La vida me ha dado muchos golpes, ¿sabes? He tenido que responder a sus zarpazos. ¿Qué hubiera sido de mí si no? ¿Qué hubiera sido de vosotros?”. Dios, no se da cuenta que ya no me afecta su psicología de mercadillo. Antes me dejaba embobado, ahora le contemplo asqueado.

Pero antes de que pueda responderle algo pasa: alguien se desliza por la cortina. Mi padre hace un chasquido con los dedos y un movimiento con la cabeza. Después, un objeto contundente golpea mi cabeza y voy directo al suelo. Un charco de sangre aumenta por momentos. Creo que estoy muerto. No sé si me ha dado tiempo a decírselo: "Es tarde, papá, he mandado la documentación al fisc..."

Oigo un ruidito, casi imperceptible, rallando el suelo. Una mano rodea mi silueta tumbada. Con una tiza. ¿Qué antiguo, no?


miércoles, 11 de octubre de 2017

CINE: LOS SOBORNADOS de FRITZ LANG.


Última película dedicada a Fritz Lang (de momento). Me ha costado muchísimo elegir entre dos o tres películas realizadas por este soberbio director que son muy representativas del cine negro de los años cincuenta en Estados Unidos. Me he decantado por esta obra maestra del crimen y la corrupción que es “Los sobornados”.



LOS SOBORNADOS (1952)

Fritz Lang (Viena, 1890- California, 1976)




Se oye un disparo. Un hombre cae sobre la mesa de su despacho. Se acaba de suicidar. Su mujer baja las escaleras asustada y sin entender pero, tras observar unos papeles que su marido había dejado como legado, su cara se torna maquiavélica y enseguida realiza una llamada telefónica.

Este es el arranque de este tenso, turbador y magnífico ejemplar de cine negro en estado puro que realizó Fritz Lang en su etapa estadounidense. Después de crear en Alemania las muestras más arquetípicas del expresionismo, Lang huye a Hollywood incapaz de trabajar para los nazis. Allí, sin dejar del todo atrás su sello de identidad, hace una mezcla de cine criminal y expresionismo realizando obras notables y obras maestras en este género.



Otra vez nos encontramos con el hombre como individuo enfrentado a poderes superiores, organizaciones corruptas a las que le es muy difícil oponerse, y que le harán vivir siniestras pesadillas y también el horror de tener que perder por el camino la esencia, aquello que es vital para su existencia.



El policía Dave Bannion (Glenn Ford) es un hombre que lleva una vida feliz, casi idílica, con su mujer e hija. Es el encargado del caso del suicidio del policía Tom Duncan. Solo le hace falta tirar un poco del hilo para que, en solitario, se vaya acercando a la verdad del asunto y empiece a ser testigo de la corrupción que se esconde tras esta muerte organizada por empresarios como Mike Lagana (Alexander Scourby) que mueven los hilos de la ciudad a través de asociaciones criminales. No solo eso, sino que sentirá en sus propias carnes el lodo del que están embarrados todos los estamentos públicos, desde el más alto hasta el más bajo. Es cuando su vida experimenta un giro perverso.



Es vigilado, perseguido, suspendido… y finalmente llevado a la obsesión de venganza cuando una bomba implantada en su coche que iba destina a él, acaba con la vida de su mujer Kattie (Jocelyn Brando). En este recorrido hacia la revancha, conocerá a Debby (Gloria Grahame), una mujer que ha sido ultrajada por su novio gangster Vince (un joven Lee Marvin), que será clave a la hora de tener que “apretar” el gatillo ante la incapacidad de Bannion para matar a sangre fría. Será la redención de la femme fatale (una tremenda transformación la que sufre este personaje a lo largo de la película; poco nuevo se puede decir ya de la magnífica Gloria Grahame), que cobra una importancia vital en la historia. Ante la ambigüedad moral que siente el policía, ella decidirá y finiquitará.


Una película precisa, directa, con un brillante e ingenioso guión de Sydney Boehm (adaptación de una novela de William P. McGivern); incisivo e irónico por momentos, es de esos en los que los actores (fenomenales todos) clavan sus frases. “Estar aquí sentada pensando resulta muy duro para alguien que no está acostumbrado a pensar en nada”, le dice una desgarradora Debbie a un desolado Bannion.

El legado expresionista de Lang se muestra en los múltiples escenarios en los que se desarrolla la historia: la lujosa casa de los Duncan, la rancia mansión del mafioso Lagana, la sencilla casa familiar de Bannion, etc.


Sobria dirección de Lang, sin parches o escenas que sobren, todo tiene su lógica en la película. Una  concisión, por cierto, difícil de ver en el cine moderno. También tiene dos o tres secuencias impactantes, inesperadas, violentas y emocionales. Un cine que nos trae de nuevo a la actualidad y a la sensación de que pocas cosas cambian, de que la sociedad tiene una parte podrida que nunca parece descomponerse porque sigue nutriéndose de las fuentes de poder, esas que no sueltan lastre porque no quieren o no les interesa.

TRAILER de la película:



jueves, 5 de octubre de 2017

RELATO: PATATAS Y GUISANTES.







A Sagrario no le interesan los misterios de la vida. Ella se dedica a pelar patatas. Todos los días se levanta más o menos a la misma hora, no sabría decir cuál ya que no tiene relojes en casa, y tras un frugal desayuno, se sienta en el banco que está a la entrada de su casa. Facundo no tarda en llegar del patatal con su primera carretilla, saluda a Sagrario con un movimiento de mentón y descarga las patatas en el suelo.

Ella comienza con su tarea de pelarlas. Tiene su rutina, no es tan sencillo como parece. Cada vez que pela una patata, limpia el cuchillo en una cazuela de agua que va reponiendo al poco, para que no se acumule demasiado barro en él. Intenta que el grosor de la peladura sea el mínimo posible para aprovechar al máximo el producto. Una vez peladas, las echa a un barreño con agua para que no se oxiden. 

A medida que avanza la mañana, los vecinos van acudiendo a la casa de Sagrario a por su ración de tubérculos. Su vivienda es la más visitada, ya que la patata es un artículo de primera necesidad y es utilizado en casi todas las recetas de la localidad de Retuécanos. Sagrario tiene una mañana muy ajetreada pelando y limpiando patatas hasta la hora de la comida, cuando la cosa comienza a relajarse. Entonces ella puede realizar sus quehaceres.

Antonio ha limpiado ya sus puerros. Les hace un corte en cruz, y les quita toda la porquería que se mete entre los capas. Sagrario le coge tres. Solo le falta la calabaza, que se la proporciona Asun. Ya tiene lo necesario para realizar una buena porrusalda. Pero aún queda un pequeño capricho: el postre. Sagrario no puede evitar una sonrisa al ver las manos negruzcas de Vicente consecuencia de quitarle el capuchón a las nueces.

Normalmente se hace su puchero para dos o tres días, come y pasa una tarde tranquila al fresco, sola o acompañada de otros vecinos.

Pero hoy es el enésimo día que algo le pica y no sabe cómo rascarse. Ha estado observando a Paco escondida detrás de la cortina de la cocina, para que él no se percatara de su indiscreción. Paco se encarga de pelar guisantes, lo hace a una velocidad de infarto, es una tarea que parece gustarle. Sin embargo, los guisantes no parecen ser una predilección en la localidad. Tiene a su lado un montón de bolitas verdes que le doblan en altura, y ya empiezan a pudrirse. Nadie parece darse cuenta. No, pero ella sabe que no es una cuestión de gustos, los guisantes son exquisitos. Es por el carácter huraño de Paco, porque es un cascarrabias. Un día comenzó a poner mala cara cuando la gente “escogía” los guisantes, cuando los manoseaban demasiado o no se llevaban los suficientes. Siempre ha sido muy solitario, pero esa mezcla de rabia y orgullo mal entendido le van a matar de hambre. Sagrario decide que tiene que actuar.

A la mañana siguiente, antes de ponerse con sus patatas, se acerca a la casa de Paco. Él la mira de refilón, ella le sonríe. Le recuerda un poco a su difunto marido, aunque este era más enérgico y se dedicaba a recoger peras. Le pide dos kilos de guisantes a su vecino y él la mira asombrado, se pregunta qué piensa cocinar con tantas “aceitunitas”. Pero se los da, tiene de sobra. Al marcharse, Sagrario le recuerda que tiene que ir a recoger su asignación de patatas, que no se olvide. Él asiente taciturno.

Ese día, cuando los habitantes del pueblo se acercan a por sus patatas, ella les obsequia con unos gramos de guisantes. Les recuerda sus propiedades, sus diferentes utilidades, su delicioso sabor. Les invita a ir al sitio de Paco a por más, ellos gruñen una queja. Pero Sagrario alude al momento en que se inició aquella historia en el pueblo, cuales son sus reglas no escritas, y sobre todo, la cláusula por la cual, nadie puede ser excluido salvo por comisión de delitos o faltas que afecten a la comunidad. Nada de eso ha pasado, ellos tienen que admitirlo.  

Así que a media mañana justo en el momento en que Sagrario se levanta para estirar las piernas, observa satisfecha que Paco se ha quedado sin guisantes. Ahora viene lo más violento para él: tiene que ir a por sus comestibles.  Empieza por lo más fácil, las patatas de Sagrario. Una hora después, Paco regresa con su carrito repleto de comida, anda con prisa, como si tuviera pensado  lo que se va a preparar y quisiera hacerlo antes de que la idea se le vuele de la cabeza.

Por la tarde, después de una pequeña siesta, Sagrario sale a la calle y se sienta en un banco de la plaza. Poco a poco irá viniendo más gente ya que se ha quedado una tarde soleada maravillosa. Pero antes de que esto suceda, Paco cierra la puerta de su casa y se encamina, ya más relajado, a la reunión. Se queda de pie, sin decir nada, ligeramente apoyado en el banco donde está ella.

Los vecinos, vendrán, hablarán de sus cosas, historias sin trascendencia, sonreirán, debatirán…, pero Paco y Sagrario están en silencio, escuchando con atención. No sabemos muy bien si están atendiendo a los contertulios, o si están al tanto a algo que les dice su alma, a algo que les revolotea por dentro pero a lo que todavía no le han puesto nombre.


domingo, 1 de octubre de 2017

CINE: M, EL VAMPIRO DE DÜSSELDORF de FRITZ LANG


Seguimos con el ciclo dedicado a Fritz Lang. Todavía nos movemos por el expresionismo alemán pero nos adentramos ya en los inicios del sonoro. Como no podía ser de otra manera, con esta película Lang fue también un pionero en el uso que hizo del cine.



M, EL VAMPIRO DE DÜSSELDORF (1931)

Fritz Lang (Viena, 1890- California, 1976)




Este thriller alemán titulado M, el vampiro de Düsseldorf, no es una película de vampiros, primera cuestión a aclarar para los que no estén familiarizados con la película. Pero aunque no es de terror, la inquietud que produjo su estreno nos indica una vez más las líneas que había cruzado Fritz Lang (en el buen sentido) en sus ansias de ofrecernos cosas nuevas y fascinantes. No olvidemos que en estos años y con la aparición del sonido, los musicales hollywoodienses  y las obras teatrales estaban en boga. Y supongo que intentar plasmar en el cine y en esa época, la historia de un asesino en serie de niñas, no fue fácil. Por eso no nos podemos quedar con esta idea, hay que ver la película.



Fritz Lang había acabado con Metrópolis su etapa de cine mudo (no con mucho éxito, todo hay que decirlo) y quería volver a recuperar ese prestigio perdido. Aún así el director optó por una película poco usual, que nos muestra una ciudad alemana aterrorizada por un asesino en serie que todavía no ha sido capturado.

Lang y su esposa Thea von Harbou, van intercalando escenas de la vida cotidiana del asesino Franz Becker (una interpretación de Peter Lorre que merece mención aparte) y de los familiares, con la frenética labor policial dirigida por el agente Fatty, (interpretado por Otto Wernicke), presionado por el político de turno, en sus pesquisas para encontrar al asesino. A esta tarea de acorralamiento, se unen las organizaciones criminales de la ciudad, ya que los registros y redadas que realiza la policía no favorecen sus negocios. Así que deciden “contratar” a los mendigos para que controlen y vigilen la localidad con el fin de dar con el homicida.



La película tiene varios aspectos a destacar: la utilización de los reflejos y las sombras de una manera soberbia; los títulos de crédito de estética expresionista; un breve plano-secuencia que comienza en la calle para acabar en la habitación de la organización mafiosa; los símbolos, como el globo que Franz Beckert compra a una niña y que acaba volando en el aire; el momento en que un criminal le marca con tiza a Beckert la letra M en la chaqueta, pasando de ser cazador a ser presa; la música, ese silbido inconfundible de Beckert de la melodía “En la gruta del rey de las montañas” de Edvard Grieg cuando se acerca a cada una de las muchachas. Y muchos más.



Al final la sociedad de criminales logra capturarle y le llevan a un juicio paralelo por los actos cometidos con un jurado compuesto por los familiares de las víctimas. Le sentencian a muerte. El suspense radica en saber si la policía llegará a tiempo de “salvarle”.



En una de las escenas finales, un hombre alega desesperado que no es consciente de sus actos, que escucha voces que le dicen lo que tiene que hacer, que no puede reprimir sus impulsos, que es víctima de su compulsión. El no puede evitarlo, a diferencia de sus captores, que son delincuentes a sabiendas de que lo son. Lo expresa de tal manera, que por un momento está a punto de convencernos, de que nos posicionemos a favor de él.  Es lo que logra Peter Lorre con su insuperable y magistral interpretación. Hará que sus ojos tremendos y expresivos se nos queden gravados por unos días.



“Se han dicho tantas cosas sobre M… y sigue haciéndose…Cuando un filme sobrevive durante tanto tiempo, quizá tengamos derecho a calificarlo de obra de arte”

TRAILER de la película (doblada al español):