miércoles, 27 de junio de 2018

MICRORRELATOS: ANTES DE LA BATALLA-RELATIVIDAD-DESHUMANIZACIÓN



ANTES DE LA BATALLA





Ahora que ha llegado el momento. Ahora que el jefe supremo del ejército cartaginés ha conseguido reunir cuarenta mil hombres, entre los que me incluyo, y casi cuarenta elefantes. Ahora que podrá realizar su gran expedición a través de los Pirineos y los Alpes, y saciar su odio aprendido y acumulado contra los romanos. Ahora, mi querida compañera, es cuando las fuerzas me fallan. Es cuando luchar se ha convertido en zozobra. Soy un hombre atormentado.

Es incomprensible cualquier guerra, cuando mi único amor no está en la tierra por la que lucharé, no está en conquistar el mundo, sino en una vivienda humilde, pero acogedora. En la piel suave de una mujer, no en la rudeza de las contiendas.

Cuando el frío y el desfallecimiento se apoderen de mí, miraré hacia atrás y creeré vislumbrar una ciudad. Sentiré estar en tu lecho, mientras unos brazos me acunen y unos labios me susurren: "Has vuelto a Qart Hadasht*". Y entonces, convertido en una nueva apariencia, soñaré pisar el suelo junto a ti, cartagenera, mientras el viento traiga el murmullo de una antigua batalla y el grito de un general que no sabrá mantener su victoria.



*Quart hadasht: Antigua Cartagena en época de Anibal, el jefe de Cartago que partió hacia Italia con sus elefantes en la famosa expedición en 218 a.C. Anibal cayó, y con él Quart hadasht, a manos de Roma.

  

RELATIVIDAD

(CARTA DE TU ASESINA)



No me gusta el presente. Así que he decidido vivirlo en el futuro. Voy a hacer un viaje interespacial. Sí, esos que están tan de moda ahora. El tiempo es relativo y me han asegurado que un día ahí arriba equivale a un año aquí abajo. Me iré dos meses. Cuando vuelva me habré ahorrado sesenta años. Muchos habrán muerto, y sé que sufriré, pero me queda el consuelo de que entre ellos estarás tú. Es una forma de "asesinato" bastante peculiar, lo reconozco, pero no me queda otra. O tú o yo. 
Cuando vuelva a la tierra observaré el cielo nocturno, escogeré un grupo de estrellas y les pondré nombre. El tuyo no estará entre ellos. Ellas me guiarán. Cuando haya disfrutado el tiempo justo sin ti, cuando mi pelo esté lo suficientemente alborotado, y mi cuerpo convenientemente relajado, entonces sí, es cuando pensaré en bajar al infierno, ese que no es tan diferente del que diseñaste para mí y allí, ya sin miedo, podré observar tu cara de zopenco y sonreír tranquila. 


DESHUMANIZACIÓN





Empezamos con la presentación. Uno a uno nos levantábamos, hacíamos un breve resumen de nuestra vida, y nos volvíamos a sentar. Enseguida noté algo en ese chico. Pequeño, narigudo y asimétrico. Brazos extremadamente largos, piernas excesivamente cortas. "Mi nombre terrícola es Manuel. Vengo de una galaxia que está a cien años luz de esta. Mi misión es equilibrar el sistema. Un desorden en un planeta podría poner en riesgo el universo entero". Yo nunca me había encontrado con una fase tan avanzada de locura, y  parece que el psicólogo tampoco, ya que se movía agitado en su silla mientras él seguía con su perorata. Cuando terminó aplaudimos sin saber por qué. El psicólogo, falto de recursos, fue en busca de algo o de alguien. Manuel se puso a andar sin incitarnos a nada. Le seguimos. Una vez fuera nos habló: "Bien, hay que revertir el proceso de humanización. Empíricamente ha sido un fracaso. Los primeros serán ustedes, los inadaptados, los menos intoxicados, nuestros valientes."


jueves, 21 de junio de 2018

CINE: TAXI DRIVER O EL SOLITARIO DE DIOS




TAXI DRIVER (1976)

Martin Scorsese (Nueva York, 1942)




Esta es la historia de un hombre enfermo de soledad; o lo que es lo mismo, de cómo se puede vivir patológicamente solo. Encerrado en ese ataúd de chapa y pintura amarilla que es el taxi, un insomne Travis deambula, vagabundea por las noches sórdidas y deprimentes de la Nueva York de los años setenta. Observa a través de las lunas del coche a los variopintos personajes que habitan la selva nocturna. “Algún día vendrá lluvia de verdad y hará desaparecer toda esta escoria de las calles”.

Frustrado por no poder hacer nada, intenta integrarse en la sociedad cuando conoce a Betsy, una preciosa mujer que colabora en una campaña política y que parece no pertenecer a este submundo oscuro y degradado, siempre según su punto de vista. Pero él ya está descartado, es un perdedor, un outsider que carece de habilidades sociales. Su incapacidad y torpeza para relacionarse con los demás, hará que Betsy huya despavorida de él.  Este hecho junto con el encuentro con un singular personaje que fantasea con la idea de matar a su mujer porque le es infiel, supondrán un punto de inflexión en la vida de Travis. Su cerebro cortocircuita, se hace con un arsenal de pistolas, prepara su cuerpo y planea asesinar al candidato a la presidencia, “he aquí un hombre que no estaba dispuesto a seguir aguantando”. Cuando fracasa en su intento, su única esperanza será la de rescatar del pozo a Iris, una prostituta menor de edad y para ello, emprende una odisea que acabará en un baño de sangre. Irónicamente, el antihéroe se convertirá en un héroe, un triunfo que no buscaba.



La idea de llevar el guión de Paul Schrader a la gran pantalla fue algo que le salió “del corazón” a Martin Socorsese; al leerlo, le impactó. Ese guión había salido de las entrañas de Schrader. Hasta entonces, Scorsese había sido un director poco destacable (aunque había rodado ya Malas calles). Con un presupuesto muy ajustado, y la idea fijada de que la película debía rodarse en Nueva York, se llevó a cabo el proyecto. Se pensó en otros actores como Dustin Hoffman, pero finalmente fue Robert de Niro, que ya había rodado El padrino, el que se encargaría de dar vida a Travis Bickle. En principio, no creían mucho en el éxito comercial de la cinta.



La visión de Schrader es la del propio Travis, todo lo que vemos en la película lo vemos a través de su mirada, hacemos ese viaje con él. De esta manera, te guste más o te guste menos el personaje, hace que te intereses por él y sobre todo te preguntes: ¿qué pasa por su cabeza?

Taxi Driver, supuso una nueva forma de hacer cine, un cine más visual que tanto caracterizaría el universo Scorsese. Y aunque tiene elementos del cine negro (esa oscuridad, ese mundo sórdido, esa voz en off), la película es un drama personal. La forma de enfocar las escenas y mover la cámara, nos remite a directores como Hitchcock o, como según el propio Scorsese afirma, a directores europeos, específicamente a Godard. 



Schrader compuso un personaje con una precisión psicológica increíble. Travis es un solitario, un excluido, un loser. Alucinación, paranoia y realidad se confunden en su cabeza (le vemos tomar pastillas una y otra vez). Vive en un aislamiento absoluto. Tiene un insomnio incurable que le hace trabajar de noche como taxista; y hacerlo en ciertos lugares, es vivir al límite. Travis no se adapta al mundo, y si lo hace, su adaptación es nefasta. Su amarga soledad hace que no quiera lo que tiene y que quiera lo que no tiene. Hay algo psicótico u obsesivo en esa búsqueda que realiza, una violencia reprimida y patológica que crece y explota de una manera funesta al final.

Robert de Niro supo interpretar todo esto perfectamente. En una composición admirable e inolvidable, esta bestia parda de la interpretación se mimetiza con el personaje de tal manera, que es imposible ver a Travis en otro actor. Una mirada, una media sonrisa, un mínimo gesto le sirven para que su mundo nos impacte y nos golpee. Como si nada, a base de freses cortas y a medio terminar, repeticiones y exclamaciones, Robert de Niro se convierte en Travis. Y aunque el personal tenga en la mente esa mítica escena de un Travis tocado frente al espejo desafiándose a sí mismo: “Are you talking to me?”, el personaje es mucho más. De Niro hará que su personaje nos emocione, nos asuste y también nos confunda. Vive en un precario equilibrio e intuimos que está a punto de caer.  Es una lastima que en los últimos tiempos no estemos viendo a este actor en su esplendor, tanto por sus interpretaciones como por las películas que elige. 



También hay que destacar a la niña Jodie Foster en el papel de prostituta, que sorprende con su desenvoltura y que ya presagiaba algo más que interesante. Cybill Shepherd encaja a la perfección en ese papel de bella mujer a la luz de la luna. Y el propio Martin Socorsese hace un cameo en un papel peculiar y extraño encarnando a un marido despechado y lenguaraz.

Mientras nuestro protagonista vive las horas nocturnas y deprimentes de Nueva York, acosada por el crimen, repleta de criaturas de la noche y cines porno, suena un precioso jazz melancólico compuesto por Bernard Herrmann. Esa música nostálgica, permutará de manera brusca en un caos de trombones y tambores, coincidiendo con los momentos álgidos de violencia y soledad que vive Travis.

Hay muchas cosas que decir de esta impresionante película, pero para eso necesitaríamos un blog casi en exclusiva para ella.  Pero no quiero dejar de mencionar que seguramente supuso el despegue de uno de los mejores directores que ha parido este arte (y no solo por sus películas sobre mafias y gangsters, su filmografía tiene obras increíbles) y también el nacimiento de un tandem (el de Socorsese-De Niro) que ha dado muestras del cine más brillante.



P.D.: sé que no siempre es posible, pero si alguien decide ver esta película, le recomiendo que lo haga en versión original (como todas, por otra parte).



Trailer de la película:


jueves, 14 de junio de 2018

RELATO: LA ESCENA.






La mujer cogió el dinero. Eran doscientos euros por una semana de trabajo con posibilidad de prorroga; no es que fuera mucho, pero lo que tenía que hacer no requería grandes esfuerzos: una mínima caracterización, unos minutos y un personaje sin palabras. Antonio vio en sus ojos que aquello le parecía una idea estrafalaria, pero también que ella estaba dispuesta a aceptar cualquier cosa. Y él, había llegado a un punto en su vida, que todo lo que pensaran cerebros ajenos le daba completamente igual.

Ella guardo los billetes en su bolso sin contarlos. “No son buenos tiempos para los actores y actrices de teatro” dijo luego sin venir a cuento. Repasaron de nuevo la escena, que de tan sencilla resultaba grotesca. “Bien, bien” dijo Antonio al final, “y por favor…, la coleta, no se olvide de la coleta”. Aquello se lo había repetido tres veces; repetirle lo que venía a continuación le resultaba más violento “Y…él, tampoco se olvide de él” comentó señalando una cuna vacía. Ella le miró inquieta. “Oh, disculpe” añadió Antonio y acto seguido cogió un rebujo de mantas que había en la cama y lo depositó en la cuna. De aquella madeja sobresalía tímidamente una cabecita calva de plástico duro y tono rosado.

Antonio cogió al perro y dejó a la mujer sola en casa. Estuvo dando vueltas por el vecindario, quería darle tiempo a prepararse. Intentó no pensar demasiado e intentar dejarse llevar por las sensaciones, últimamente le había dado buen resultado. Las ensoñaciones habían desplazado a la realidad y habían encontrado un hueco que rellenar, haciendo la vida un poco más asimilable. De ahí que aquella idea hubiera brotado como una rama de árbol a la que asirse. Miró el reloj, había pasado media hora, le pareció suficiente.

Se sentó en el banco que daba a la fachada de su casa, como tantas veces había hecho, y esperó. Su piso era el tercero y allí situó la mirada. A los cinco minutos empezó a impacientarse, pero de pronto se encendió la luz del salón. Un recuerdo en forma de aguja se le clavó en el corazón. La sombra de la silueta de una mujer con coleta se proyectó en la cortina. Antonio contuvo la respiración, tenía algo entre sus brazos…, era el bebé. Ella empezó a acunarle suavemente; después, con más viveza, le alzó hacia arriba mientras le hacía arrumacos y gestos con la boca. Volvió a bajarle y le dio un beso en la frente. Y otra vez el vaivén en su regazo. Así pasaron unos minutos.

Después la sombra desapareció de su panorámica y Antonio cerró los ojos. Justo cuando el reloj del parque marcaba las diez en punto, la luz se apagó.


domingo, 10 de junio de 2018

LIBROS: LA MUJER EN LA VENTANA-MAR BLANCO-YA NO EXISTEN JUNGLAS ADONDE REGRESAR







LA MUJER EN LA VENTANA (2018)

A.J. Finn (Nueva York)


Al leer esta novela he tenido la sensación una vez más (una entre muchas) de déjà vu. Cuando una historia ha tenido éxito y se ha convertido en un best seller (término que no es malo en sí mismo), se suceden una serie de novelas que quieren contener la misma esencia, repiten los mismos perfiles protagonistas, el mismo ritmo narrativo. Desde que leí a la genial y retorcida Gillian Flynn en Heridas abiertas y sobre todo en la maravillosa Perdida, he tenido la ocasión de tener entre mis manos dos o tres novelas que siguen en mayor o menor medida este patrón de manera vaga pero identificable. Me pasó con la entretenida sin más La chica del tren y me acaba de pasar con La mujer en la ventana. En concreto, en estas dos últimas novelas, quitamos un poco de allí y ponemos un poco de acá, y tenemos a una mujer protagonista cuyo pasado fue más o menos agradable con algún que otro problema, y su presente es caótico y se haya a la deriva. Todas sus circunstancias las ahoga en alcohol (mucho alcohol), y llega un momento en que es testigo de un hecho espeluznante pero inverosímil para los que la rodean.

En principio no sabemos muy bien que ha pasado con Anna Fox, pero el caso es que actualmente vive sola en un apartamento de Nueva York con una incapacitante agorafobia. Una situación provocada por un pasado reciente que cuando asoma la patita resulta previsible de tan mascado. Se dedica a espiar a sus vecinos, y esto un día le lleva a observar un suceso escalofriante (la referencia a La ventana indiscreta de Hitchcock es tan evidente, que hasta el escritor se lo hace reconocer a la protagonista). Es cuando se desata la tormenta y el escritor nos lleva por un juego de realidad y alucinación que al final se desentrañará.

El ritmo es ágil y trepidante, es lo que se suele decir en estos casos. Se lee en un pis pas a pesar de ser un tochaco, pero realmente te llegas a plantear en muchos casos si realmente está pasando algo o estás perdiendo el tiempo. Eso lo decidirá el lector cuando acabe la novela. Lo que más me ha gustado es que la protagonista es una adicta al cine clásico de suspense y novela negra. En este sentido, las constantes referencias al tema hacen la novela más agradable en algunos momentos. Un thriller psicológico (je, je) de manual, con una campaña de publicidad increíble (los calificativos a la excelencia de la novela tanto en la portada como en la contraportada, solapa y contrasolapa son incontables) que tiene cosas buenas, cojea en otras, y poco más, la verdad.



MAR BLANCO (2018)

Claudio Giunta (Turín, 1971)



Tres jóvenes florentinos desaparecen en las islas Solovskí, una zona climatológicamente hostil al norte de Rusia, cerca del Mar Blanco. Habían acudido allí a colaborar en la restauración de un monasterio, proyecto financiado por la UNESCO. El lugar también fue en su día, el escenario para el establecimiento de los escalofriantes gulags del antiguo régimen soviético.

Dadas las condiciones del lugar y a falta de información, tanto la policía italiana como la rusa están a punto de cerrar el caso y considerarlo muerte accidental. Pero el periodista freelance Alexander Capace, viendo algún hilo por donde tirar, decide hacer una investigación por su cuenta desplazándose al inhóspito enclave.

Se ha hablado mucho de que esta novela tiene reminiscencias de El nombre de la rosa y he de decir que nada que ver, salvo que la narración tiene un monasterio como coprotagonista. Creo que la brillantez y la complejidad de un clásico como es El nombre de la rosa, es difícil no ya de superar, sino de igualar.

Esta novela es una historia bastante original e interesante que se debate entre el misterio de la desaparición de los jóvenes y la crisis existencial que está viviendo el protagonista. Él es un treintañero, que no acaba de despuntar en su trabajo, que está a punto de divorciarse, y que no sabe cómo redirigir su vida. Es de esos libros donde el suspense tiene un protagonismo a veces secundario, sobre todo cuando se para a dibujar la sociedad (en muchos casos de la clase alta florentina) o realizar retratos psicológicos, como el que hace de la madre de Enrico, uno de los desaparecidos, que me ha parecido de lo mejorcito de la novela. También la evolución del protagonista principal, muy alejado al principio de los chicos desaparecidos, y que comienza a sentir un acercamiento e identificación hacia ellos, sobre todo a raíz de la lectura del diario  de Enrico. Descubrirá una personalidad no tan alejada de él mismo y que le hará obsesionarse aún más con la historia.

Un relato donde pasado y presente se entremezclan, en una ambientación poco habitual en la novela negra y que hace aún más inquietante el desarrollo y desenlace del enigma. Pero sobre todo es una búsqueda del propio ser a través de acontecimientos que se van sucediendo y que son a veces como puzzles que van forjando la identidad del protagonista.



YA NO QUEDAN JUNGLAS ADONDE REGRESAR (2017)

Carlos Augusto Casas (Madrid, 1971)


Esta es una de las novelas que más me ha sorprendido de las últimas que he leído. No estoy muy familiarizada con ciertas etiquetas que se le dan al género, pero en el prólogo se la califica como una hard boiled. Desde luego, después de leer la novela, encaja perfectamente en este estilo: sexo y violencia a cascoporro  como hilo conductor. Y todo sin remilgos, ni delicadeza, ni filtros. A bocajarro. Con lenguaje obsceno y provocador. En este sentido, me recuerda mucho a un libro que leí hace poco, que me encantó y que recomiendo (dentro de este contexto, eso sí) que es Sesenta kilos de Ramón Palomar.

Tengo que reconocer que me sorprendo a mí misma muchas veces en mis gustos y más teniendo en cuenta que el otro día hice un test en Internet (¿por qué, Dios mio?), y me salió que era una PAS (persona altamente sensible), y por lo tanto no proclive a estas lecturas y tal… Bueno será que la incoherencia y la contradicción son otros de los rasgos de mi personalidad.

Volviendo al lío, la narración es una historia de venganza, casi épica. La de un anciano Teo, el gentleman, que decide ajustar cuentas con los asesinos de Olga, una prostituta con la que le gustaba charlar y pasar la tarde. Con poco que perder y este objetivo anclado en su cabeza, iniciará un recorrido de destrucción y muerte al más puro estilo Tarantino. La novela tiene unos secundarios sorprendentes, como es ese sicario que tras su trabajo vuelve al hogar con su familia feliz de clase media, o esa inspectora nada estereotipada que deja mensajes de voz en el móvil de un marido que no acaba de regresar a casa.

Violencia, soledad, humor y excesos cohabitan en esta novela corta que se lee en un suspiro y tiene vocación de minoritaria, lo cual me lleva a la conclusión de siempre con la que todo el mundo no estará de acuerdo: me encuentro más a gusto en ese mundo peculiar y con personalidad que no busca gustar a todo el colectivo o masa en general. Y también me lleva a una reflexión al margen de estas novelas y que cada vez tengo más clara, y es que el entretenimiento también es calidad (lo que mi cabeza asume como calidad). Últimamente no concibo el uno sin la otra y la otra sin el uno.


domingo, 3 de junio de 2018

RELATO: SIETE MUNDOS Y UN FINAL.






Perro semihundido de Goya
(Pinturas negras)

Decidí mudarme a otro mundo de nuevo, craso error. Aquí las cosas tampoco van bien, está claro, y mi cuerpo lo sufre cada día más; mi biorritmo parece haber cambiado. Cada vez me acuesto más temprano y me despierto más cansada. Cada vez me topo con más personas y con menos caras amigables. O se han muerto, o se han ido a otro mundo; esto último es una equivocación como he podido constatar, volverán. Casi espero que se hayan muerto.

Solo salgo una hora al día de casa para comprar alimentos y gestionar lo indispensable. Llevo dos meses comiendo todos los días un plato de gambas al ajillo y un bollo de mantequilla. El perro—dieciséis años— siempre está tumbado y ya no quiere salir a hacer sus necesidades, se mea encima y solo se levanta para cagar en el balcón y comer algo del pienso revenido. A veces nos quedamos mirándonos como si fuéramos uno el reflejo del otro. Nos podemos tirar así horas e incluso días, hasta que el estómago comienza a rugir y entonces caliento las gambas precocinadas en el microondas.   

Han pasado semanas y todo sigue igual. Aunque hoy he tenido un pequeño contratiempo. En el supermercado no tenían gambas y me he puesto a llorar allí del disgusto; creo que ha sido por el cansancio. Los clientes me miraban incrédulos y la dependienta, intentando salvar la situación, me ha querido colar unos langostinos cocidos, pero no es lo mismo y se lo he intentado explicar, en vano. Estaba avergonzada por mí y miraba nerviosa de un lado al otro intentado encontrar al encargado. Pero saben que siempre compro lo mismo, podían tener la decencia de tener al menor stock en el almacén, tampoco pido mucho, creo. Al final el encargado, no sé como lo ha hecho, ha salido del supermercado y en diez minutos me ha traído el paquete de gambas. He suspirado tranquila. Podría sustituir el bollo por un croissant, pero las gambas, Dios las gambas, no.

Otra de las cosas que he dejado de hacer es leer, ya no me entretenía, siempre la misma basura previsible. Como se me averió la conexión a Internet y paso de llamar al técnico, ya no puedo mirar a mi gusto, así que me fío del bibliotecario; me fiaba, ya no le soporto. Me mira raro, con condescendencia, será porque debo de ser la única visitante. Su inútil cerebro me ha calificado como “una vieja solterona amargada a la que le van las noveluchas pseudoeróticas sin muchas ínfulas”. Adiós, muy buenas, pequeño millennial o lo que sea, a mí todo aquel que tiene menos de cincuenta me parece joven.

Y cada vez me acuesto más temprano y me despierto más cansada.

El otro día puse la tele. En el telediario una presentadora de aspecto encantador daba la siguiente noticia: un chico de doce años había leído en algún sitio que Lo importante está en el interior. Aquella noche había desarmado su Iphone de última generación. Las imágenes  mostraban a los padres entrevistados por una reportera, sonrientes y orgullosos de la ocurrencia de su retoño. Supongo que debe de ser muy satisfactorio tener un zoquete como hijo. Apagué la televisión.

Lo cierto es que he cambiado de mundo varias veces en los últimos meses. He tomado—hemos, mi perro y yo— siete pastillas de diferentes colores que nos han llevado a diferentes escenarios. Pero es una estafa, todos son el mismo: al principio un atisbo de felicidad, un átomo de esperanza, y luego, otra vez igual. Están ideados y diseñados por esos ingenieros contemporáneos del bibliotecario. No hay posibilidad de cambio para las personas como yo. Al final siempre me encuentro en la misma casa, en las mismas calles y a los mismos imbéciles. Todo es una ilusión ilusoria.

Recuerdo que todo fue a peor cuando quitaron la noche de los martes y los jueves. Dijeron que así se rendiría más y la gente tendría más tiempo libre. Al principio no me lo creía. ¿Era en serio? ¿De verdad iba en serio? ¿Quién controlaba los atardeceres?

Yo, que no rindo y tengo todo el tiempo del mundo…

Se podía ver a los chicos correr a las cinco de la mañana y los supermercados abiertos las veinticuatro horas al día. El barullo era constante, era insoportable. Pero realmente, cuando comenzó a agravarse mi insomnio fue cuando aquello se descontroló y las noches desaparecieron de forma aleatoria, sin seguir un orden establecido. Dijeron que era un fallo del sistema, el típico “fallo informático”. Al final todo fue un día constante. En estas condiciones, la gente mayor sufrimos mucho; la edad pesa, y eso se nota. El cuerpo se entumece y los nervios se disparan. Cada vez estoy de peor humor. A los animales les pasa lo mismo, lo he podido constatar. ¿Habrá ansiolíticos para perros?

Y me queda una última pastilla. Esa que te promete un viaje alucinante. La que no tiene marcha atrás, porque todo lo que ha podido vivirse ya se ha vivido y no hay octavas oportunidades. Pero aseguran que han dejado lo mejor para el final. Un contexto en el que soy la protagonista principal en la más absoluta soledad. Sin nadie a mi alrededor y con el control total de la sucesión de de las diferentes fases. Podría ser interesante. Y si no me gusta iré al Ponte Vecchio

El perro me mira con una ternura que fundiría al hombre de acero. No te preocupes, amigo, vendrás conmigo. Tú también tendrás tu final. Mi perro, yo, y nadie más. ¿Qué más puedo pedir a estas alturas?