LADRÓN DE BICICLETAS-1948
Vittorio de Sica (1901-1974)
Hay películas que aunque pasen los años nunca envejecerán, y cada vez
que las visionemos nos volveremos a emocionar una vez más. Yo siempre lloro
viendo esta película y sospecho que no debo de ser la única.
Estamos ante un clásico del neorrealismo italiano ambientado en Roma en
los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Antonio es un hombre humilde y
desempleado que encuentra trabajo pegando carteles en las paredes. El problema
es que necesitará un medio de trasporte que adquirirá reuniendo un poco de
dinero: una bicicleta. Las complicaciones surgen cuando un día se la roban y por consiguiente pierde el instrumento necesario para desplazarse y
realizar su tarea.
Es cuando comienza la odisea de este hombre por recuperar la bicicleta
acompañado de su pequeño hijo Bruno. En este periplo se verán envueltos en diversas situaciones casi todas desgraciadas, que nos muestran, una vez más,
que la crueldad es una de las principales señas de identidad de la humanidad
sobre todo cuando las diferencias de clase son tan evidentes, y la precariedad
de los humildes es tan acusada.
También estamos ante una memorable descripción de las relaciones entre
padres e hijos : el momento del enfado de Antonio con su hijo Bruno y los
posteriores acontecimientos son de una emoción que pone los pelos de punta. Bruno
entre las piernas de su padre o corriendo detrás de él. Acudiendo a su
encuentro con lágrimas en los ojos cuando este ya desesperado intenta robar una
bicicleta..., son escenas desgarradoras.
Los actores no son profesionales, lo cual para mi es un acierto, porque
hace que la cotidianidad de estos seres desdichados sea más natural. Antonio,
el padre, está interpretado por Lamberto Maggiorani y Bruno, el hijo, por el
adorable Enzo Staiola.
Jamás me cansaré de ver esta película cargada de emotividad, tristeza y
sensibilidad. La última escena padre e hijo de la mano, con el desolado,
compungido y suplicante Bruno mirando a su padre, nunca podré borrarla de mi
mente.