MUERTES COLATERALES
CAPÍTULO 6 (DESENLACE)
Todo era debido a los medicamentos que le hacían estar en un apacible e
insoportable sopor. Insoportable para mí. Quería al hombre que conocí. Y aunque
cuando comenzó su trastorno, fue un infierno para los dos, quería volver a él
fuera como fuera. Comencé a cambiarle las pastillas por placebos. Primero las
más suaves, y después viendo que todo seguía igual, probé con las más potentes.
Poco a poco vi como recuperaba su antiguo carácter, su ansia por hacer cosas, su
excitación al verme mientras me cambiaba la ropa... Todo como antes. Además no
parecía tener los síntomas que le habían precipitado casi a la locura en el
pasado. Llegué a creer que se había curado. Cuando comenzaron los asesinatos ni
siquiera tuve la mínima sospecha de que había sido él. Yo siempre había tenido
trastornos de ansiedad, y aquellas muertes solo me provocaron miedo por lo que
podía pasarme. Pero nunca pensé en él como causante de las mismas.
Hasta hoy. He descubierto una pulsera en una de sus chaquetas cuando he
ido a echarla a la lavadora. Era de Miriam. La conocía muy bien porque me
habían llamado la atención unos pequeños diamantes que tenía incrustados.
Cuando ha venido a casa he intentado mostrar tranquilidad, ya que no
quiero que sospeche que le he descubierto. Creo que conmigo ha bajado la
guardia porque sabe que le quiero tanto que nunca le delataría. Y no lo haré.
Hoy mismo voy a empezar a cambiarle las pastillas otra vez. Primero con
pequeñas dosis, y luego aumentaré hasta llegar a lo que tomaba antes. Espero
que en un mes todo haya desaparecido en su cabeza. No se acordará de nada.
Tengo que volver a sacrificarme, pero prefiero eso a que mi marido se pase la
vida en un hospital psiquiátrico o en la cárcel. Haría lo que fuera por él. Él
no es malo, yo lo sé porque le conozco desde hace mucho tiempo. Es su
enfermedad la que ha hecho que actuara así.
Mientras pienso en estas cosas en la cama, noto como dos manos me suben
por los hombros hasta el cuello. Es Antonio, me está acariciando. Pero no,
empiezo a notar una presión en el cuello, las manos aprietan, no puedo
respirar. Le cojo por las muñecas, pero no puedo es más fuerte que yo. Intento
decir algo pero es imposible. Todo se transforma en algo borroso, estoy
perdiendo el conocimiento. Por favor, Antonio, yo nunca te haría esto...
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