Te estoy observando
desde mi ventana. Como cada día, susurro esas palabras que el viento te
llevará. No las escucharás, pero te harán crujir de arriba abajo una vez más; o
eso me imagino yo.
Me viene el pasado
en recuerdos aislados; sin conexión unos con otros. La memoria de los niños es
fragmentaria, y cuando nos hacemos mayores solo nos queda un reducto de aquello
que fue. Sin embargo tengo una imagen vívida de tu juventud: fino y esbelto
pero bien arraigado a tu tierra. Yo siempre he sido regordeta, por eso tenía
fijación por ti. ¿Cómo serías al alcanzar la madurez? No me equivoqué…, fuerte
y robusto, sí señor. Podía sentarme a tu lado sin temor a hacerte daño. Así
pasábamos horas enteras.
Mientras sigo
mirándote desde aquí, rememoro aquel hogar que construí entre tus brazos. Allí
me sentía plena, sosegada. Era mi refugio, mi abrigo contra la intemperie,
contra la destemplanza del exterior. Tú nunca has tenido la capacidad para
burlarte de nadie, y aquello me gustaba. Mi sistema vital alcanzaba cotas inusuales,
impensables en otras circunstancias. Mi cuerpo se caldeaba, el desvarío se
atenuaba y el miedo desaparecía. Me asomaba al exterior y contemplaba a
nuestros vecinos: “Buenos días, parece que se ha quedado buena tarde, ¿no le
parece?”
Te hice un jersey de
lana, de vivos colores, se lo vi a otro como tú. Te lo llevé cuando todo estaba
oscuro, para que nadie me viera. Te lo puse y no te quejaste, qué va. Pensé que
te iría bien las noches de frío intenso, de heladas implacables, a veces pienso
que se me iba un poco la cabeza..., era un simple adorno. Un día te lo quitaron
y lo desgarraron. Apareciste con el
torso herido y desnudo. Pero aquello no
hizo más que hacerte poderoso y renaciste con una fortaleza renovada. Te hiciste
más y más fuerte. Fue en primavera.
Los años pasaron y
con ellos la juventud. Todos los chicos de mi edad se fueron del pueblo. Mis
padres murieron y mis hermanos vendieron la casa familiar. Un individuo veinte
años mayor que yo la compró. Era viudo y quería compañía. Me casé con él; era
la única forma de quedarme allí. Y también de estar a tu lado. Nunca tuvimos
hijos. ¡Cómo pasa el tiempo! Hace ya cinco años que murió. Lo sentí, de verdad,
era un buen hombre.
Ya no puedo
visitarte como antes. Se me han anquilosado las articulaciones y tardo diez
minutos en dar cinco pasos. Estoy bastante sorda y apenas duermo cuatro horas,
pero hay un sentido que el tiempo me ha respetado moderadamente: la vista.
Aunque sí que es cierto que la presbicia hizo acto de presencia hace muchos
años, de lejos veo como un halcón. Para mí es una distracción ver la vida
pasar.
Fue así como me
percaté de tu enfermedad. Era un día soleado, lo que me permitió observarte
mejor. Te vi disminuido, sin la envergadura de otras épocas y con falta de
vigor. Aquello empezó a preocuparme seriamente. Sobre todo porque nadie
alrededor parecía darse cuenta, y yo sola no sabía que hacer. Aquel color,
aquellas manchas…
Fui a ver a mi amigo
Severino. Siempre ha sido un sabio para estas cosas. Le dije que no se andará
con tapujos, quería la verdad. Y me la soltó a bocajarro, sin filtros: estabas
condenado, no había nada que hacer. No había cura para tu enfermedad. Tu final
se acercaba inexorablemente, era cuestión de tiempo.
Pasaba casi todo el
tiempo en la ventana. Cuando ya no podía más acercaba una silla. Sabía que tarde o temprano te llevarían, que te
arrancarían de tu tierra, a la que otrora estabas tan aclimatado, esa que solo
has conocido. Suponía que traerían un sustituto joven y dispuesto a echar raíces.
Pero poco después el
destino quiso darnos una tregua. Sucedió un día de una luz extraordinaria; era
verano. Los rayos de luz que atravesaban la ventana me invitaron a salir a tu
lado. Con mucho esfuerzo y las muletas de mi madre, que había empezado a usar,
comencé el recorrido que separaba nuestros mundos. Al llegar a tu lado, me
senté en el banco, e intenté observarte sin sentir esa amargura que últimamente
me desgarraba el alma. Fue cuando mire al suelo. Un pequeño retoño intentaba
valientemente crecer a tus pies aferrándose a la vida, como tú una vez también hiciste
y lograste. Un pequeño árbol semejante a ti, un hermoso sauce llorón. Tímido
aún, pero en el que se intuía una gallardía como la tuya.
Ya sé lo que vamos a
hacer, he hablado con Severino. Le transplantaremos a la colina que hay a las
afueras del pueblo, allí podrá crecer libre y fuerte. No podré visitarle tanto
como a ti, pero sé que estará bien vigilado.
Seguiré aquí
contigo, querido amigo. Mientras las fuerzas me lo permitan no dejaré de
velarte. Soy vieja, sí, pero tengo algo, un bien, un tesoro que nadie puede
comprar. Y es que, ¿quién puede presumir de un amigo tan fiel como tú?
Preciosa historia de amor, Ziortza. Me encanta que se sienta tan cómoda con él desde el principio, como de un amigo que querría como novio... De hecho da lugar a dudas por la interacción que siente la protagonista con el árbol. Es muy emotiva y tierna, de verdad. Enhorabuena y un abrazo
ResponderEliminarHola Eva, gracias por tu generoso comentario. A veces uno siente o tiene necesidad de otro tipo de amistad, quizás por la soledad o por que no encuentra su sitio entre los demás. En cualquier caso, la protagonista siente un cariño especial por el árbol y eso le hace la vida más llevadera.
Eliminar¡Un abrazo y feliz lunes!
Los árboles nos protegen (a nosotros y a los animales), nos alimentan, protegen el suelo y encima nos deleitan con su belleza, como bien dices podemos considerarlos como amigos fieles. He visto un estupendo homenaje a ellos en tu relato. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias Jota. Tu mismo lo has dicho. ¡Qué te voy a decir a ti, que sabes tanto de árboles!
EliminarGracias por pasarte y por tus palabras. Un beso.
Qué bonito, de verdad. Me ha parecido asombroso tu forma de describir una fidelidad a lo largo de una vida.
ResponderEliminarLa protagonista me ha parecido que tiene unos valores muy arraigados, y las cosas bastante claras.
Un relato genial!
Un besito :))
Muchas gracias María por ser siempre tan amable en tus comentarios. La fidelidad es uno de los mejores cualidades que puede tener una persona y es una de las cosas que quería reflejar en el relato.
EliminarUn besazo, ¡feliz comienzo de semana!
Hola Ziortza, bellísimo relato con mucho significado para mi. Casualmente un limonero plantado por mi padre cuando construía su casa con sus manos, fue testigo del transcurrir de su vida y de la de mis hermanos junto a mi. Casualidades del destino, cuando mi padre partió hacia el destino final, el árbol enfermó y se fue con él. Hoy luce un retoño de limonero con ganas de vivir y crecer hasta donde lo hizo su antepasado. Por cierto, te dejo un enlace de un guía y amigo para mi, en el que habla del sauce llorón, te gustará:
ResponderEliminarhttps://emiliovalade.blogspot.com.es/2016/07/nombres-en-biologia-1.html
Un gran abrazo y gracias por tanta sensibilidad.
Vaya Miguel, me has emocionado mucho con tu historia, se me ha puesto un nudo en el estómago al ver que coincide tanto con el relato. Hay veces que los seres de la naturaleza parece que quieran acompañarnos en nuestra vida hasta el final, como verdaderos amigos.
EliminarHe visto el enlace que me has dejado y la verdad es que he descubierto un blog muy interesante de la mano de Emilio. Le seguiré porque parece un auténtico sabio.
Muchas gracias por tu visita y por tus palabras que este caso son tan especiales. Te mando un fuerte abrazo.
Hola Ziortza, ... que casualidad, en mi casa también había un sauce llorón y recuerdo el día que hubo que cortarlo por una tormenta,... Todavía recuerdo mi estupor cuando vi que de un enorme trozo de tronco que se almacenó en el garaje de casa, brotó un largo y tierno brote. Era como si se negara a dejar de existir. Hermoso relato!
ResponderEliminarBueno Norte, pero qué casualidad..., bueno según me han contado (yo de árboles sé lo justo) el sauce llorón se agarra a la vida como una lapa, es increíble, he conocido casos similares, así que no me extraña lo que te pasó.
EliminarMe alegra que te haya gustado el relato.
¡Un abrazo!
Hola Ziortza, es la primera vez que te leo. Me embriagué con la musicalidad de tus letras, con la historia tan bella en una simbiosis de árbol y humano. Trasmites mucho sentimiento.
ResponderEliminarUn abrazo, Literario.
Muchas gracias, son muy bellas las palabras que le dedicas al relato. Me agrada que te haya gustado.
EliminarOtro abrazo literario.
Qué ternura, Ziorta, que emana la historia con los testimonios de esta mujer que pasan de escena en escena, como en una película que abarca toda una vida. No imaginaba que se tratara de un árbol, pensé en un amante, en un novio, en una estatua, pero allí estaba el árbol, ese amigo: en tu creatividad y tu imaginación. Una hermosura de relato. Eres una genia para sacar argumentos de tu galera mágica.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ariel
Muchas gracias Ariel sabes que, viniendo de ti y de como lo expresas, tus palabras me emocionan siempre. He querido jugar con la idea al principio de que el ser querido era una especie de amante, pero al final es un precioso sauce. Me encanta la naturaleza, aunque soy muy aprensiva con ciertas historias, y a veces me gusta que sea protagonista en los relatos.
EliminarTe agradezco de nuevo tus preciosas palabras, Ariel.
¡Un fuerte abrazo!
¡Cuánto se pueden amar las plantas! Me encantó tu relato, tan tierno y bien escrito.
ResponderEliminarMuchas gracias Beba. Si que es cierto que se llega querer a todos esos seres vivos que nos rodean de manera silenciosa. Por lo menos es mi caso y, como veo, el de mucha gente.
EliminarUn abrazo muy grande.
Hermoso, hermoso! Bendiciones para la gente que tiene esa sensibilidad por los árboles. Silenciosos compañeros que poco nos piden y nos dan tanto. Felicidades!
ResponderEliminarMuchas gracias Graciela. Estoy encantada de que te haya gustado tanto el relato. Como dices los árboles poco piden para todo lo que dan..., me alegra que haya tanta gente sensible como tú.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Sencillamente grandioso...
ResponderEliminarEso es escribir con el alma.
Vaya muchas gracias A. Castro, a veces con pocas palabras se expresan cosas tan emotivas que una se queda sin saber que decir. Me alegra que te haya gustado tanto.
EliminarTe mando un abrazo muy fuerte.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola, Ziortza, encantado de volver a visitarte y disfrutar de tu narrativa en primera persona. Disculpa mi tardanza, pero es que estoy con la nueva novela muy ilusionado y me consume mucho tiempo.
ResponderEliminarLa protagonista me inspira una gran ternura. Me parece una chica muy sensible y enigmática en su juventud, introvertida y muy tímida, encerrada en sus pensamientos, probablemente por su aspecto regordete y su maravillosa imaginación, tan fantasiosa e incomprendida por los demás.
Me ha sorprendido que no expresara su interés por algún chico de su edad, como si no le interesaran, como si los hubiese descartado ya desde su adolescencia, puede que por alguna mala experiencia, centrando toda su atención en un árbol cercano.
Quizás porque le sería siempre "fiel", porque siempre estaría a su lado sin posibilidad de huir, nunca la decepcionaría en ese aspecto, y siempre la escucharía sin discutir o dejarla a medias, siempre la resguardaría del temporal sin abandonarla... Denota un miedo terrorífico a ser rechazada o abandonada, a que se burlen de ella, como extraigo del fragmento "Tú nunca has tenido la capacidad para burlarte de nadie, y aquello me gustaba".
Y eso me entristece como lector, porque me parece una chica muy interesante y dulce, con ganas de aportar y compartir, pero muy perdida y desorientada en su vida, muy sola; es lo que me inspira. Lo del jersey de lana me pareció muy tierno y triste.
Conforme pasa el tiempo, no ceja en su empeño. Se casa con el nuevo y muy mayor propietario de la casa para seguir cerca de su árbol, una justificación infantil e interesada de la protagonista. Esta parte no me gustó mucho, porque me dio la sensación amarga de que sacrificó su vida por una fantasía imposible, fruto de su alejamiento de la realidad; quizás por su complejo, su falta de habilidades sociales o su arraigo a su fantasía tan irreal; especialmente cuando te apresuras a decirnos que no tuvieron hijos, para dejar clara su intención, probablemente. Aunque lo arreglas sutilmente argumentando que su marido fue un buen hombre, para que suspiremos de alivio.
Recalcas de nuevo al final lo que más valora de todo, en el fragmento: "¿quién puede presumir de un amigo tan fiel como tú?".
Así que no me dejas otra opción que volver a tener que felicitarte porque consigues con esa soltura tuya lo más importante: que el lector se sumerja en la historia sin condiciones, completamente, sienta lo que la protagonista siente, la compadezca, sufra con ella, se ilusione con ella, viva con ella, y quiera conocerla mejor... Y es que en eso eres una maestra excepcional, especialmente con tu narrativa en primera persona, que dominas a la perfección, con fuerza y rotundidad, y me emociona siempre. Nunca falla. Nunca decepcionas. Me encanta.
Con tu permiso voy a compartir este relato tan sentimental y emotivo, quiero que la gente lo conozca y lo viva, lo disfrute, al menos tanto como lo hice yo.
Un saludo cordial y buena lectura.
Hola J.J. te pongo un comentario nuevo porque no me deja dar al botón de responder. Muchas gracias por visitarme de nuevo, no te preocupes hazlo cuando quieras o tengas tiempo, sobre todo si estás escribiendo una nueva novela, eso requiere mucha dedicación y esfuerzo.
ResponderEliminarComo bien dices la protagonista es una chica introvertida y tímida que no parece pasarlo bien, es por ello que busca en un árbol ese abrigo que no encuentra entre la gente. Por esa razón tampoco no encuentra a la persona ideal para compartir su vida.
Me gusta que aludas a lo del "jersey" porque es algo que he visto en varios municipios, en los que la gente cuida a los árboles y a la vez alegra el pueblo de esta curiosa forma. Me inspiraron en cierta manera.
Finalmente se casa porque no encuentra otra salida y ella quiere seguir su vida en el mismo sitio aunque sea una actitud infantil.
Te doy de nuevo las gracias por tus elogios y amables palabras en estos comentarios tan detallistas, que denotan un interés en lo que lees que realmente anima y emociona a la gente que escribimos. ¡Ah! y muchas gracias por compartirlo.
Un abrazo compañero.
Otro genial relato, Ziortza, me ha encantado de principio a fin. Es una historia tierna, con giros muy bien llevados. Hasta la mitad del relato no he sospechado del todo sobre el origen de los desvelos de la protagonista, jeje. Al principio he pensado: "¿Un vecino tal vez?" Y aunque no iba desencaminado, no ha sido ese tipo de vecino, jeje. Luego ya he ido atando cabos, hasta descubrir el sauce, ese magnífico compañero de vida para tan risueño y soñador personaje. Un relato de diez! Un abrazo! ; )
ResponderEliminarMuchas gracias Ramón. Lo que te ha pasado hacia la mitad era precisamente lo que quería que pasara, que la gente sospechara, quizás, que se trataba de una persona en lugar de un árbol, fíjate tú. Pero como bien dices, la vida nos da peculiares compañeros de vida.
EliminarMuchas gracias por tus palabras que siempre son tan amables.
Un abrazo muy fuerte.
Un relato hermoso, Ziortza. Un canto a la naturaleza, al ciclo de la vida. Nacemos, crecemos, nos multiplicamos y morimos. Si nos ponemos esquemáticos con esas cuatro palabras podemos describir toda una vida. Pero lo que nos hace humanos es la manera en la que damos sentido a cada una de esas palabras, con todos los matices con las que nos enfrentamos a ellas, y las asumimos. El relato, además, puede tener varias lecturas, la más evidente es esa fidelidad de la anciana para con el árbol. Esa es la bonita. Pero, reconozco que suelo ser retorcido para estas cosas, también imagino qué vida ha podido llevar esa mujer para dotar al árbol de esos rasgos humanos y encontrar solo en él a ese amigo fiel. Por mucho que sintamos a la Naturaleza como algo vivo, humanizarla a ese extremo solo puede explicarse desde una personalidad a la que la vida le ha ofrecido muy poco, apenas un buen hombre como esposo. Esta segunda interpretación es menos tierna y bonita que la más obvia, pero la he querido comentar para recalcar que cuando una historia es buena tiene profundidad y capacidad para ser interpretada de distintas maneras. Como siempre un lujo leerte. Un abrazo!
ResponderEliminarHola David. Como siempre muchas gracias por tus comentarios tan completos y enriquecedores. Creo que las dos lecturas son perfectamente posibles y no excluyentes. La protagonista ha sufrido en la vida y se fija en otras posibilidades que le da la vida. Quizás en otras circunstancias no lo habría hecho, o sí, quien sabe. De todos modos también creo que el amor que se puede sentir hacia cualquier ser vivo es libre y también su intensidad (mientras no se haga daño a nadie) y en ese sentido no juzgo. Reconozco que he jugado un poco al engaño en el relato con el lenguaje, pero bueno me salió así...
EliminarMuchas gracias de nuevo por tus palabras, y por sacar tanto jugo al relato con tu comentario. ¡Un abrazo!
Precioso. Me ha encantaod como nos llevas por el camino del amor y la fidelidad a la Naturaleza. Ese ser que acompaña a la protagonista hasta el final de los días. Puede ser que el árbol tambiñen note como ella está envejeciendo y él no puede soportar la vida sin ella y por eso envejece a su lado.
ResponderEliminarNo sé si estoy en lo cierto, pero me ha encantado.
Un besillo.
Hola María. Me alegra que te haya gustado el relato. Esa fantasía que ves al pensar que el árbol envejece con la protagonista me parece encantadora y emotiva. Desde luego nada nos dice que no pueda ser así.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y tus amables palabras.
Un abrazo muy fuerte.
Que bonito homenaje con voz y letra temblorosa de la anciana a ese testigo de sus momentos. Precioso y delicado relato más allá del perfil de la letra. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Emerencia. Qué observadora eres..., me alegra siempre que te acerques por aquí y me dejes tus preciosos comentarios.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Qué historia tan preciosa, Ziortza. Realmente nadie podría presumir de un amigo más fiel que ese árbol que la acompañó con su presencia toda la vida.
ResponderEliminarMe encanta la forma en que nos has "engañado" haciéndonos creer que hablabas de una persona. Un texto lleno de sentimiento y originalidad, enhorabuena.
¡Un beso de sábado!
Hola Julia. Efectivamente, como he comentado antes, juego un poco con el lenguaje... y en ese sentido si que "engaño" un poco, jeje. Quería que el lector sintiera esa amistad como algo verdadero aunque dejando claro al final que evidentemente no se trata de nada romántico y que el objeto de su cariño es un árbol.
EliminarSiempre tan fiel Julia, me encanta que te pases por aquí y me obsequies con tus palabras.
¡Un abrazo y feliz sábado!
Me ha encantado la historia. Una historia de amor en toda regla, de afectos, de sentimientos. ¿Un saludo y feliz tarde!
ResponderEliminarGracias Ana María, los amores pueden ser de muy diferentes tipos, ¿verdad?
EliminarUn fuerte abrazo.