Chica mala. Ella es lo que se llama en estos tiempos una chica mala. No
porque se porte mal ni mucho menos, sino porque no sigue el estándar de la
época. No le gusta que la adoren como a una virgen, quiere que la escuchen
porque cree que tiene algo que contar. Por eso es tan silenciosa, no se fía
mucho de la gente. Puede que tenga sus
motivos.
Va hacia él con andar desgarbado. Se ha puesto su nueva vaquera con forro
de borreguito que está decorada con pines fosforitos en el bolsillo del pecho
izquierdo. Balancea la carpeta arriba y abajo a medida que se acerca al chico.
Él es más bien delgado; le quedan bien los pantalones ajustados. Tiene
cara de bueno, da la sensación de que tiene mucho que aprender, aunque nunca se
sabe. Se saludan sin decirse nada, con un simple movimiento de mentón.
Alberto entorna los ojos intentando atisbar con qué grupo ha forrado la
carpeta:
—¿Europe? —Trata de parecer natural, pero enseguida se percata de que ha
tartamudeado un poco.
—AC/DC. —Ana le fulmina con la mirada, le parece incomprensible que haya
podido cometer tal error.
—AC..., ¿no es demasiado para una... ? —No sigue. Corre el riesgo de quemarse
con los ojos de fuego de la chica. Agacha la cabeza cual animal herido, pero ella
no parece conmoverse. A todo esto le sigue un tenso silencio, que en un momento
dado, parece difícil de resolver. El chico pone la mente en blanco y consigue
rehacerse poco a poco:
—He traído la Rieju de mi hermano. Yo…tengo una Motoretta —dice
un tanto apesadumbrado—, pero he pensado que podíamos ir a la playa. También le
he birlado esto. —Coge del suelo un "loro" versión Titanic. Ella
no se inmuta pero algo en sus ojos parece brillar.
—Guay —sonríe. Alberto acaba de darse cuenta de algo en su sonrisa que
le había pasado desapercibido hasta ese momento. A pesar de tener una dentadura
perfecta, tiene un colmillo que le sobresale un poco de la encía. Como si de un
rayo se tratara, algo eléctrico le ha recorrido
el cuerpo de la cabeza a los pies, dando paso a un temblor difícil de disimular.
En el viaje, el radiocasete está en medio de los dos. Ella se aferra a su
chupa con seguridad, pero sin rodearle la cintura del todo. Sin embargo eso para
él ya es el delirio. Inconscientemente en su mente se ha instalado Thunderstruck.
Ana se baja de la moto y
persistiendo en su silencio monotemático se dirige a la cornisa del acantilado.
Ha sido idea suya pararse allí; Alberto la observa atónito. La imagen es
poética y escalofriante a partes iguales: una persona al borde de la vida. Le
recuerda un cuadro que ha visto recientemente en un libro… El viajero
contemplando… algo.
Pocos minutos después llegan a la playa. Están de pie mirando el mar. A ambos
les ha quedado claro que a ninguno se le da bien las palabras. Ana le da al play
del radiocasete, tiene curiosidad por saber que música habrá traído él para la
ocasión, Mecano quizás…
Al principio se queda quieta sin comprender. Luego sonríe y le mira con
dulzura. Comienza a mover ligeramente las caderas. Mientras Bruce canta “No
puedes comenzar un fuego sin una chispa. Yo estoy dispuesto a quemarme
aunque solo estemos bailando en la oscuridad”, Alberto no deja de pensar en
ese colmillo sobre sus labios.
Hacía mucho tiempo que no oía aquella palabra: "loro". Bonito relato.
ResponderEliminarMuchas gracias Ángel. He tenido que hacer memoria, jeje...
Eliminar¡Un abrazo!
Me has hecho sonreir en un día complicado. Gracias!!!
ResponderEliminarGracias a ti David. Espero que hoy tu día sea más tranquilo.
EliminarTe mando un abrazo muy fuerte.
Qué entrañable, qué tierno y qué bien escrito, Ziortza. Más que un relato diría que es una fotografía, física y psicológica, de tus protagonistas; sin mucha acción pero con gran profundidad. ¡Me ha encantado!
ResponderEliminarUn beso y feliz domingo.
Muchísimas gracias Julia por tus preciosas palabras. Estás en lo cierto, es como un escena ambientada en otra época y otros ámbitos, y otra inocencia quizás... Me alegra que te haya gustado.
EliminarUn beso y ¡feliz domingo!
Qué bueno Ziortza, me ha encantado ponerme en el abismo del "pasado" y recordar esos tiempos del "loro". Has creado la atmósfera perfecta y aderezada con la música del "jefe". Enhorabuena, un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias Xus por tus palabras y por tu lectura detallada. Me alegra que te hayas asomado a ese "precipicio" jeje, con sus historias pasadas y amores adolescentes. Me parecía que la canción del Boss era perfecta como colofón al relato, cómo no.
EliminarTe mando un fuerte abrazo.
Hola Ziortza, un relato buscando los recuerdos del amor adolescente, inseguro pero más real que ninguna otra cosa. Casualmente acabo de ver una película recién estrenada sobre el amor juvenil que me ha desgarrado por dentro por circunstancias personales. En ello estoy, con la reseña digo. Y tu relato es un encanto, me gusta mucho como reflejas esa tensión de las primeras citas que pueden ser un desastre o ver brillar las estrellas. Fuerte abrazo y feliz día!
ResponderEliminarMuchas gracias Miguel siempre por tus comentarios y tus amables palabras. Inseguridad, precisamente, es una de las cosas que he querido expresar en este relato, en esa época tan llena de cambios y siempre alborotada.
EliminarMe has dejado en ascuas con esa película que estás reseñando y que te ha resultado tan desgarradora, estaremos pendientes de tus próximas reseñas.
Un fuerte abrazo y que tengas un buen inicio de semana.
Qué lindo relato Ziortza! Amo la música y me sentí entre ellos compartiendo esos momentos.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Mucha gracias Mirna! Me alegra que te haya gustado el relato que también he querido "decorar" con un poco de música.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
No he podido dejar de sonreir mientras leía tu relato, yo también tenía una chaqueta con forro de borreguito en mis años de instituto jaja aunque creo que la época que relatas va un antes que la mía. Imagino que las modas vuelven jajaj Has creado una historia preciosa, una anécdota que provoca la melancolía! Un besote guapa, felicidades :)
ResponderEliminarHola María. ¡Quién no ha tenido una chaqueta de esas características! Yo también... (y encima vuelven, jaja) Mí época de adolescencia no sé muy bien donde situarla, je, está entre esta, un poco después y un mundo paralelo que solo veía yo.
EliminarMe alegra que te haya gustado María, eres siempre muy generosa con tus palabras.
Un abrazo muy fuerte y ¡feliz lunes!
Hermoso y tierno. Los recuerdos traídos al presente se ven, con otra perspectiva, pero a pesar de ello, creo, conservan esos atributos. Estos adolescentes, que pueden ser cualquiera de nosotros, han sido retratados de modo tal que hay un común denominador que los ilumina. Y de ese modo los miramos, como niños conocidos, porque nos reconocemos. Ahí reside la magia de tu delicioso relato. Lo he disfrutado mucho, Ziortza, por favor no dejes de escribir estas cosas tan bonitas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ariel
Muchas gracias Ariel. Qué bien interpretas siempre los textos. Me alegra que te hayas reconocido en estos chavales, que como dices, podrían ser cualquiera de nosotros en esa época en la que uno está más que perdido y las circunstancias no siempre ayudan.
EliminarEres muy amable, Ariel, espero tener la inspiración de seguir escribiendo, ya sean cosas bonitas o de otro tipo.
Un abrazo muy fuerte.
Un bonito relato que nos traslada a épocas pasadas cunado la adolescencia se adormece en la timidez. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras Mamen. ¡Qué frase más bonita!
EliminarUn abrazo y feliz semana.
¡Ay! Nos has montado en el Delorian y nos has paseado por los añorados ochenta, sobre todo para los que vivimos en ellos nuestra más tierna adolescencia... Del relato destaco a nivel formal una ambientación extraordinaria, no solo en las prendas de vestir o los grupos musicales, sino en las expresiones tan de moda en aquellos tiempos. Por otro lado me ha encantado el uso del acantilado como símbolo de ese miedo al futuro, al final de la infancia, ese desconcierto o vértigo que provoca el preguntarse ¿qué vendrá a partir de ahora? La libertad, pero también las responsabilidades. Magnífico. Un abrazo!!
ResponderEliminarJeje gracias David. Yo viví la adolescencia un poquitín más tarde (solo un poco, ejem) y estas expresiones, grupos de música... yo creo que estuvieron estando de moda bastante tiempo, (no como hoy en día que cualquier cosa se queda obsoleta en tres segundos). De la mía recuerdo una adolescencia más inocente sobre todo. Me encanta que te hayas fijado en el tema del acantilado y lo hayas interpretado tan bien. ¿Qué pasará? ¿Qué ha pasado? Pues ya lo sabemos...
EliminarTe agradezco de nuevo tus atentos comentarios. ¡Un abrazo!
Y es que no hay nada tan bueno como ese juego de "hacerse el mayor", la indiferencia medida de los personajes, la expresión gráfica de símbolos que expresan una "afiliación determinada", ese intento a toda costa de ocultar o como mucho disimular los miedos,... en fin, no muy diferente a lo que seguimos haciendo cuando nos convertimos en adultos,... pero con esa ingenuidad maravillosa de la juventud. Estupendo relato!
ResponderEliminarQué verdades dices en tu comentario Norte. En la adolescencia medimos cada uno de nuestros actos para que no nos etiqueten en determinados "rollos" (¡No por Dios!) y que quede bien definida nuestra postura (aunque muchas veces no sabemos muy bien cual es). Y cierto, cuando somos adultos no somos tan diferentes, lo que pasa es que hemos perdido algo... que no volverá.
EliminarGracias por tus palabras Norte, es un placer siempre que te pases por aquí.
¡Un abrazo!
A mí me ha recordado a esas películas de los ochenta, esas en que los personajes están condenados a estar juntos de alguna manera, no siempre como pareja, a veces simplemente acompañando la soledad del otro, como una manera de identificarse con alguien que nos atrae o nos parece interesante. No sé si me explico, es que me vienen a la mente fotogramas de películas cuyo título ni siquiera retengo, pero sí los gestos de sus protagonistas, sin la resolución o el descaro de hoy en día, sino más bien el candor latente en sus poses de modernos con chupas de cuero o de borreguillo y cardados imposibles en la melena. Yo también cogí un poco joven de más (solo un poco, jajaja) esa época, pero las películas son estupendas para eso, para refrescarnos la memoria como logras tan bien con este simpático relato. ¡Enhorabuena y un abrazo, Ziortza!
ResponderEliminarEntiendo lo que quieres decir Eva. Hay muchas películas de ese tipo ambientadas en los ochenta en las que un personaje se siente perdido y solo en medio de la muchedumbre, hasta que encuentra alguien con quien compartir sus cosas (no se será el ejemplo perfecto, me viene a la cabeza Donnie Darko y otras que ahora no recuerdo). Es verdad que esas películas estaban hechas con otra inocencia, hoy en día me parecen impensables.
EliminarMuchas gracias por tu estupendo comentario, Eva.
Un besazo.
Un buen homenaje a los 80. Una época pasada pero presente en nuestros corazones. Me ha encantado.
ResponderEliminarY el colmillo... ejem ejem.
Precioso.
Un besillo.
Muchas gracias María. Es una época que da para mucho la verdad y es difícil condensar ese espíritu en pocas líneas. Me alegra que te haya gustado.
Eliminar¡Un abrazo!
Ay, qué nostalgia de tiempos, esos detalles de tu relato Ziortza jiji y esa música por favor, no he dejado de escucharla hasta el final, me encanta ese jovencito Bruce... jaja me he vuelto por segundos en adolescente. Gracias. Un abrazo
ResponderEliminarQué bueno que te haya gustado Eme..., a mi también me gusta ese Bruce (realmente ahora también me gusta), pero ahí tenía un algo..., puedo ver ese video una y otra vez.
EliminarGracias por tus palabras una vez más, ¡un abrazo!
Evocador, muy atmosférico y con alto contenido en nostalgia...
ResponderEliminarEn resumen, que me ha tocado y la fibra y me ha encantado :)
Feliz fin de semana, Ziortza.
Hola Andoni, me alegra que te haya gustado. Realmente mi intención era recrear un poco esa atmósfera de la que hablas, con ese toque de inocencia. Situaciones que todos hemos vivido alguna vez.
EliminarGracias por tus amables palabras.
Un abrazo y feliz domingo.