domingo, 26 de febrero de 2017

RELATO: MI AMIGA, UN SEÑOR SUECO Y YO.



Tengo migraña desde hace algunos años. Hace un tiempo me presenté a un concurso de relatos en el que la migraña tenía que ser la protagonista de alguna manera, y tratada con cierto humor. A pesar de que tengo algunas cosas en común con la protagonista, como los dolores de cabeza, es todo ficción. Aclarar que el aura en la migraña es un conjunto de síntomas que aparecen antes, durante o después del dolor, y afectan a la visión, sentidos o lenguaje.





MI AMIGA, UN SEÑOR SUECO Y YO





         —¿Con aura o sin aura?

         Cada vez que me haces esa pregunta no sé que responderte. Al momento me viene a la cabeza la imagen de un niño rubio, con ojos azules, las palmas juntas, y un halo de luz celestial rodeándole la cabeza.

         —Lado derecho, dolor pulsátil o "run run" continuo, mareo, nauseas, malestar general, excesiva sensibilidad al ruido y fotofobia. —Te contesto una vez más aún a sabiendas de que no será la última.

         Pones esa expresión burlona típica de las personas que se saben con poder sobre los demás: "No te me pongas cáustica, que yo puedo tener el remedio a tus males, yo y solo yo". Te intento mirar con expresión fulminante, pero es tal mi desesperación que solo acierto a entrecerrar los ojos como una miope. Nos quedamos así unos segundos, mirándonos el uno al otro, como si fuera un reto para ver quien aguanta más sin reírse. Pero el caso es que tú no me haces ni puñetera gracia. Tu cara es la de un besugo con ojos saltones y boca sin labios. Tu expresión de autosuficiencia me asquea, y para colmo todo se agudiza porque mis nervios están a flor de piel, y todavía no has dado con el elixir mágico. Me pregunto dónde te habrás sacado el título, no he hecho más que empeorar desde que acudo a tu consulta. Empiezo a alisarme la frente con la mano izquierda, y a jugar con el moflete con la derecha:

         —No te pongas nerviosa..., ¿te está dando ahora, verdad? Te lo noto en el iris. Respira profundamente. —Sacas un tarro de la nada.— Ponte un poco de esta pasta con olor a menta en los orificios nasales.

         Lo que me faltaba. También eres un brujo con tendencias homeopáticas. Cada vez estoy más segura que he sido víctima de una estafa. Salgo de allí echando leches. Dejo cien euros encima de la mesa de una desconcertada secretaria, y huyo. Oigo gritos, pero sigo corriendo...

         Todo ha sido una pesadilla. Pero ha sido tan real que estoy sudando a chorros.


*   *   *


         Llaman a la puerta. Voy a abrir con un saquito térmico que me he puesto en la cabeza y que estaba debajo de una trucha en el congelador; debe parecer el tocado de algún traje folclórico. Abro la puerta. Es Yasmina, mi amiga guapa y perfecta; con ese nombre no podía ser de otra manera. No entiendo por qué se presenta sin avisar si sabe que últimamente estoy con crisis perpetuas desde que se asentó el viento sur, y como consecuencia, el maldito efecto Foehn tan típico de la Cordillera Cantábrica. "'¡Por Dios!, ¿qué haces con un chicharro en la cabeza?" Vuelvo al congelador y hago el intercambio, creo que el cambio de pastillas me está pasando factura. "Tú lo que necesitas es un poco de jolgorio", me dice la muy descerebrada, mientras se parte de la risa.  "No, en serio, te entiendo perfectamente, tiene que ser una put..." Dejo de escucharla y me tiro en plancha sobre el sofá.




         —No, mira, no te desmoralices..., he venido a contarte algo. Ya sé que te va a parecer una de mis chorradas, pero hoy he leído algo en el periódico. —Ya eso me suena raro, de entrada.— Vale no, me lo ha contado una tía en la peluquería. Pues resulta que han hecho un estudio en Harvard, o en un sitio de esos donde se hacen experimentos, y parece ser que han llegado a la conclusión de que los y las pacientes con migraña prefieren a sus neurólogos o neurólogas rubios o rubias.

         Ha hecho una pausa después de articular esa frase aparentemente razonada. Quiere que la asimile concienzudamente antes de que le arroje el saco térmico, que no me deje apabullar por su  aparente falta de sentido, que detrás hay algo que merece la pena escuchar.

         —Bien. Una prueba con mil personas. Todas siguieron el mismo tratamiento con placebo. En principio nadie tenía que haber mejorado, pero ¡tachán!...

         —Si nadie iba a mejorar, ¿para qué hicieron el estudio?

         —¡A ver, no tengo todos los datos Patri! Deja que te cuente. Escúchame por una vez en tu vida. —Es inútil cualquier estrategia, va a seguir hablando de todos modos.— ¿Por dónde iba...?, ¡ah, sí!, pues resulta que un veinticinco por ciento presentó una clara mejoría. Estuvieron analizando todo tipo de variables, principalmente las referentes a circunstancias personales. No llegaron a ninguna conclusión. Entonces les tocó a los médicos. Al principio tampoco dieron con la clave, ya que se centraron en la personalidad de los neurólogos y su trato con los pacientes. Todos eran encantadores, claro, sabían que estaban siendo estudiados. Cuando estaban dispuestos a echar por la borda todo el trabajo y declarar fallido el ensayo, apareció un lumbrera que encendió la bombilla. Todo estaba en el color de pelo de los médicos.

         —Pero, ¿te estás dando cuenta de lo que dices? Eso no tiene pies ni cabeza, ninguna base científica que avale...

         —Ay, ¿nunca vas a cambiar, eh? Siempre tienes esa cabecita funcionando a todo gas. Rumia que te rumia. No me extraña que tengas esos dolores... ¿Por qué no te dejas llevar un poco? No todo tiene que estar siempre en perfecta alineación, no todo tiene un porqué. A veces las cosas suceden sin más, y uno tiene que dejarse llevar. Verás, las consultas a médicos con estas características han aumentado un cincuenta por ciento desde que se hizo público este estudio. Por cierto, tú que eres tan cultureta, ¿no habías oído hablar de todo esto? —Estoy perdiendo la paciencia, y lo sé porque me está empezando a doler el ojo derecho.—Mira, resumiendo, he hecho algo por ti que me vas agradecer eternamente.

         Entonces es cuando me empiezo a poner seriamente nerviosa. Que Yasmina haga algo por mí es una novedad en sí mismo, pero lo que hace que los tics en el ojo sean más continuos, es que mi imaginación se ha puesto a maquinar respecto a los hechos que ella entiende como favores. Yasmina continúa con su sermón:




         —He llamado a varios neurólogos. He empezado al tun tun, pero viendo que perdía el tiempo de una manera absurda, he empezado a fijarme en nombres raros que podrían tener origen en el norte de Europa, Alemania, Escandinavia, etc. Cuando preguntaba a las secretarias por ellos, me solaban una retahíla sobre títulos, masters y doctorados que en ese momento no tenían ningún interés para mí. He tenido que ser directa: "Señora, hábleme de su aspecto físico". Después del descoloque inicial me hablaban de su porte atlético, su encantadora sonrisa..., he tenido que ponerme seria: "¡El pelo, coño, hábleme de su color de pelo!". Algunas me han colgado, ha sido un trabajo agotador, pero al fin he dado con uno. —Se levanta suavemente del sofá y coge el móvil que ha dejado en la mesita de la sala. Saca un papel de su bolso.— Tienes cita con el doctor Petterson mañana a las cuatro. Aquí tienes su dirección.

         Antes de que yo pueda reaccionar cierra el bolso, echa a correr como una desquiciada, se tropieza con un perro de mármol que tengo en la entrada, se recompone, abre la puerta y se da un golpe en la cara. Finalmente logra salir de mi casa y cierra de un portazo. He sido más lenta, el saco térmico se ha estampado contra la puerta ya cerrada.



*    *   *
 

         He sucumbido. Tras una larga reflexión: ¿Si he ido a la consulta de un "sanador de almas", por qué no voy a hacer esto? ¿Si me he puesto de rodillas de la mano de otros migrañosos mientras un señor quemaba todo tipo de hierbas que nos llevaban a una felicidad absoluta e ilusoria,  que nos hizo invocar a Reos, dios de la salud de una civilización desaparecida en las ruindades de la Historia, por qué no voy a probar una cosa más en mi desesperado devenir por este mundo?

         Así que aquí estoy, sentada en la sala de espera de la clínica del doctor Petterson.

         Una secretaria grande y rotunda pronuncia mi nombre y entro.


*   *   *


         Estás sentado de espaldas a la entrada. Como pareces no darte cuenta de mi presencia carraspeo y entonces giras la silla hacia mí con una vitalidad desmedida. Enseguida tu sonrisa "deluxe" de dientes perfectamente alineados hace acto de presencia e ilumina la habitación en tonos ocre y amarillo cálido. Te levantas y te pasas una mano por el pelo dorado (con mechas extra que le aportan más luz), y me das una mano grande recién pasada por manicura: "Llámame Lars, Patrrichia". Acabas de darle un aire nobiliario a mi nombre, con esa erre tan acusada y la hache extra. Estoy parada, ni avanzo ni retrocedo, acabo de ser hipnotizada. Me dices que perdone tus despistes, pero es que acabas de aterrizar en este país como quien dice, y tienes las cosas manga por hombro. La clínica abrió hace un mes, pero todavía no estás trasladado del todo: "Entre Pinta y Valdemorro", y sueltas una carcajada. Y yo también. Hablas mucho pero me cuesta concentrarme en lo que dices, ya que tus dientes, y tus labios, y tus ojos de aguamarina, y ese pelo..., me tienen absorbida por completo. ¿Son imaginaciones mías o me has mirado a los ojos más de la cuenta? Soy incapaz de volver a la realidad, ¿para qué había venido? Ah sí, Yasmina... y algo sobre neurólogos rubios. Yo en realidad no sé por qué estoy aquí, pero creo que esto va más allá del color de tu cabello. El corazón me va a mil por hora, estoy sudando y creo que ahora mismo no me duele nada. Te levantas sin dejar de sonreír. "Hace calorr, ¿verdad?" y te dispones a abrir uno de los ventanucos de la consulta. Te vuelves a sentar y te frotas las manos, "¿vamos al lío?" Estoy pasmada y tartamudeo: "¿A qué se refiere?". "El chola", dices señalándote la cabeza. Ah sí, la migraña. Pero yo no quiero hablar de eso, quiero que me sigas hablando de ti, que sigas haciendo tus chistes en español macarrónico, que vayamos a tomar un café si el código deontológico te lo permite. Intento volver a la realidad, igual es un poco pronto para esas cosas. Voy a seguirte el rollo de los dolores de cabeza. Sí, hace muchos años. Sí, el lado derecho. Sí, las crisis son cada vez más continuas. Sí, he probado trescientos tratamientos.

Pero entonces pasa algo que me hace volver a una realidad muy poco placentera. Voy a ser protagonista de un déjà vu. Tu carisma, tu magnetismo personal, tu atractivo se va a derrumbar en cuestión de segundos. Me miras fijamente, vas a decir algo muy serio, apoyas la palma de la mano derecha en la barbilla, comienzas a articular las palabras, la cabeza me empieza a temblar, lo estás diciendo, es más, lo acabas de decir. Has hecho la maldita pregunta:

—¿Con aurra o sin aurra?


viernes, 24 de febrero de 2017

RECOMENDACIÓN DE LIBRO: MI NOMBRE ERA EILEEN.



MI NOMBRE ERA EILEEN (2015)

Ottessa Moshfegh (1981)




 Este ha sido uno de esos libros con los que te llevas una agradable sorpresa. En un principio me costó comprarlo ya que estaba tan destacado del resto de los vecinos en la librería, que me daba un poco de mal rollo: best-seller y campaña de marketing (luego me lo quieren vender sí o sí). Suelo desdeñar de estas historias, me he llevado muchas decepciones y si no me lo recomiendan, no lo compro porque me huele a chamusquina (sí, ya sé que es una frase un poco trasnochada).

Sin embargo salí de la librería con este libro bajo el brazo. Algo me hizo hacerlo. Poco después leí una entrevista de la autora, Ottessa Moshfegh, en la que reconocía sin tapujos que había escrito la novela con un sentido comercial y para ello se había valido de una guía que se titulaba cómo escribir una novela en 90 días, y que aunque no la llevó a rajatabla le había ayudado mucho en su realización. Estas palabras me parecieron tan sinceras y divertidas, que me lancé a leerla.

El libro es la historia negrísima de una mujer joven de veinticuatro años que vive una existencia anodina junto a su padre alcohólico en un pequeño pueblo estadounidense. Trabaja en un reformatorio para jóvenes delincuentes, y su vida transcurre del trabajo a casa y viceversa. Es una chica acomplejada, obsesiva. Tiene una visión muy peculiar de la vida, está replegada sobre sí misma, encerrada (se pone una “máscara mortuoria” al salir de casa) y nunca ha vivido la sensación de ser libre. La sociedad puritana y reprimida que la rodea tampoco la ayudan a encontrarse. Es un microcosmos egoísta, en el que cada uno va a lo suyo, sin importarle lo más mínimo la vida del prójimo.


Según cuenta la propia autora, Eileen es una versión de ella misma, una especie de alter ego, “inspirada en la cultura de Nueva Inglaterra en la que creció”.

Es mejor no contar mucho de la trama, porque es una novela para descubrir mediante su lectura, y además tiene giros que es mejor no desvelar.

La narración es brillante, hipnótica, te atrapa desde el primer momento. Otessa Moshfehg tiene estilo propio y creo que eso es una de las mejores cosas que se pueden decir de un escritor. Ironía, humor negro y amargura se dan la mano para ofrecernos una prosa repleta de ingenio, que vibra en cada palabra. Es un libro negro pero lleno de luz (es una curiosa paradoja, pero no es la primera vez que me pasa con libros de estas características) y la lectura llega a ser a ratos bastante divertida debido a las peculiaridades y pensamientos retorcidos de la protagonista. Y también es mucho más, es el eterno apremio de querer escaparse de uno mismo y de los demás;  la brutal necesidad de salir de un cascarón opresivo. Para mí ha sido un gran descubrimiento.

Y para colmo me encuentro con estas palabras de John Banville, uno de mis escritores preferidos en su versión oscura (utiliza el pseudónimo de Benjamín Black y tengo unas ganas tremendas de devorar su última novela Las sombras de Quirke) : “Si Jim Thompson se hubiera casado con Patricia Highsmith (imaginen el hogar) podrían haber conspirado juntos para concebir algo como Mi nombre era Eileen. Es más negra que el negro y fría como un témpano. Una narración brillante y terriblemente divertida” JOHN BANVILLE.


lunes, 20 de febrero de 2017

RELATO: ENFRENTE



ENFRENTE





Antonio está mirando por la ventana mientras se fuma un cigarrillo; son las nueve de la noche aproximadamente. El edificio de enfrente es un hervidero a esas horas. Siempre le ha parecido algo incomprensible lo que las personas pueden hacer o decir cuando creen que nadie las ve. Pero, ¿no se dan cuenta de que tienen las ventanas abiertas de par en par y las cortinas descorridas? A él eso nunca le pasaría, desde luego.

La mujer del segundo consume su vida entre huevo frito y huevo frito, mientras  el marido entra casa con la cara abotargada y los críos se dan leñazos uno a otro en el salón. Discuten brevemente con alguna palabra malsonante y algún “ya me lo decía mi madre…” o “¿quién me lo iba a decir?” Después él intenta alargar el tiempo en la habitación sentado en la cama, con la mirada fija en la colcha. Cenan los huevos con ansiedad, acompañados de un tenso silencio solo roto por sonrisas infantiles y por los suspiros alternados de ambos.

En el cuarto vive un señor aparentemente tranquilo y con cara de oficinista aburrido. Pero tiene un secreto: cuando llega a su hogar se quita el elegante gabán, deja el maletín encima de la cama y se desnuda con parsimonia. Después abre un pequeño armario con delicadeza y saca toda clase de lencería y ropa íntima femenina. Se viste con cuidado para no romper las medias. Hoy ha elegido un picardías rojo. Se recrea enfrente del espejo con una copa de whisky en la mano.

La mujer del sexto entra precipitada a casa. No hace más que dar vueltas por el piso mientras se amasa la cara desesperada. Parece querer llorar, pero no lo consigue. Se retuerce en torsiones extrañas, se rodea la tripa con los brazos, como si fuera a vomitar de un momento a otro. Pasa una hora y sigue igual, mira el móvil y sigue igual. Al final se toma dos pastillas con un vaso de vino. En media hora se ha dormido sentada en la cocina con la cabeza sobre la mesa.

El chaval del tercero fuma hierba y está intentando componer algo con la guitarra. Tiene cara de abandono. En ese instante suena teléfono, mira la pantalla y una sonrisa se perfila en su rostro. Suelta la guitarra y se pone de pie de un salto. Pareciera que el mundo ha cambiado a su alrededor; sale de la habitación dando un portazo. Eso sí que no se lo esperaba Antonio.

Se ha hecho de madrugada, así como si nada. Antonio apaga el último cigarrillo en el alfeizar y se mete dentro. Cierra las ventanas a cal y canto y baja las persianas hasta que la casa se queda sumida en una oscuridad espectral. Tiene claro que él no quiere ser observado por nadie.  Enciende una tenue luz en la cocina. Come algo frío de la nevera y después se mete a la cama.

Al día siguiente dormirá todo el día. Se levantará al atardecer, abrirá la ventana, encenderá un cigarrillo y mirará el edificio de enfrente.


viernes, 17 de febrero de 2017

RECOMENDACIÓN DE PELICULÓN: DÍAS DE VINO Y ROSAS.



DÍAS DE VINO Y ROSAS (1962)

Blake Edwards (1922-2010)




Uno de los libros que más me ha llamado la atención por la forma de tratar el tema del alcoholismo, ha sido una novela negra titulada Ocho millones de maneras de morir, de Lawrence Block. En ella un detective privado en horas bajas, Mathew Scudder, vagabundea por los delirios del alcohol intentado apartarse de una cruda realidad en la que existen, según puede constatar a diario en el periódico, millones de formas de salir de la vida o de que te saquen de ella.

En cuanto al cine, otra de mis grandes pasiones, el impacto que me provoca Días de vino y rosas cada vez que la veo es brutal. A pesar del título alegre que casi nos invita a ver una comedia, no debemos engañarnos, estamos a punto de ver un drama sin igual.




Joe Clay es un hombre que trabaja de relaciones públicas montando fiestas para ricos y magnates. Le desagrada su trabajo y ahoga sus penas con los litros de alcohol que puede trasegar en estos eventos que organiza. En uno de ellos conoce a Kirsten Arnesen, secretaria de un cliente, y se enamora de ella. Al principio a ella no le gusta ni él ni su forma de vida: “¿Quiere una copa?”, le pregunta él. “No gracias, no bebo, no me gusta el alcohol. No necesito beber, ya me siento bien”, responde ella. (Se convertirá en una frase que si la recuerdas al finalizar la película te removerá todo por dentro). Esa noche ella accederá a beber un licor de chocolate que le encanta. Acabarán paseando por el muelle en una escena memorable en la que se pone en evidencia la soledad en la que ambos están sumergidos. Poco después acabarán casándose y tendrán una hija.

A partir de aquí asistiremos a varias escenas desoladoras: él bebe cada vez más y llega a casa borracho; se enfada porque ella está sobria. La lía y la niña empieza a llorar.





Los problemas laborales le hacen beber más; la mujer comienza a hacerlo cuando está sola con la niña; prende fuego al piso. A partir de aquí ella irá en caída libre hasta el subsuelo.

La catarsis comienza cuando él se da cuenta de que es despedido una y otra vez del trabajo: “¡Somos unos borrachos, y esa niña que está ahí…, somos unos borrachos!”

Aquí tengo que hacer un inciso para destacar las magníficas interpretaciones de los dos protagonistas: Jack Lemon y Lee Remick. Se meten tanto en su papel que acabas soportando una tensión a lo largo de la película casi insostenible. Hablo de la versión original, que es como me gusta ver las películas, ya que se aprecian todos los matices y detalles, (¡qué importante son las voces!)





Él logrará salir, irá a reuniones de Alcohólicos Anónimos, volverá a recaer con ella (desgarradora la escena en la que él vuelve a emborracharse para no dejarla sola, porque está enamorado). Pero finalmente él se asirá a un flotador para salir a la superficie.

Días de vino y rosas es un intenso drama, un clásico. Personajes complejos, cambiantes. Un film que comenzaremos a ver con una sonrisa para quedarnos helados cuando termina. Atemporal, por el tema que trata. Una película hipnótica y melancólica en la que nos veremos mareados al igual que sus sufrientes protagonistas, porque suena a realidad, a tragedia cotidiana, a vidas normales que pueden ser las de cualquiera.

Al final vemos una mujer que se va, y la amargura se apodera de nosotros. Su marido la observa desde la ventana mientras el letrero de un bar se alumbra de manera intermitente reflejándose en el cristal de la ventana.





lunes, 13 de febrero de 2017

RELATO: DEJA TODO Y SÍGUEME



DEJA TODO Y SÍGUEME



Con las palabras podemos jugar como con las cifras, hacerles decir lo que deseemos. Pueden retorcerse hasta el infinito. (Fred Vargas)





         Recuerdo cuando le conocí. Fue el 15 de marzo de 2005 a las tres y media de la tarde. Mi amiga Marta propició el encuentro. Siempre estaré en deuda con ella a pesar de como se desarrollaron los acontecimientos.

Acababa de romper mi relación con ese ser inferior que me quitó el alma durante unos meses. En esa época yo todavía no era la esencia pura y serena en la que me convertiría poco después. Recuerdo ese pasado como algo borroso, una mancha que se va desliendo poco a poco pero que cuesta quitar. Solo cuando la perfección espiritual se convirtió mi único objetivo y la convivencia con mis iguales fue inquebrantable, supe que estaba cerca de alcanzar la Salvación. Pero para ello tuve que pasar por varias fases.

         Los primeros encuentros con Él fueron como un resurgir. Yo que siempre había sido una joven solitaria, tímida y sin amigos, encontré la respuesta a mis plegarias. Cuando vio que estaba dispuesta, me presentó al resto del grupo, y poco a poco gracias al amor desinteresado y las palabras de aliento de estas personas, me fui involucrando en esa comunidad de elegidos. Su ayuda, su afecto, engendraron en mí esa necesidad de cambio de rumbo, de búsqueda de alternativas. Decidí irme a vivir con ellos. En ese instante, esos que se tenían por mis padres reaccionaron. Poco pudieron hacer; mi determinación era firme y era mayor de edad.  ¿Dónde estaban cuando mi sufrimiento era atroz y mis pensamientos me llevaron casi a la locura? Su respuesta fue llevarme a un psiquiatra y desentenderse de mí. Bastante tenían con su vida acomplejada, su matrimonio frustrado, su infelicidad manifiesta y su egocentrismo absoluto. Y es que no fue fácil. Yo estaba demasiado contaminada y desilusionada con la existencia que hasta entonces me había tocado vivir. Tuve que ir desprendiéndome de toda aquella intoxicación. Gracias al afecto y al amor, el amor verdadero de mis Hermanos y Hermanas, conseguí despojarme de todo aquello. No me dejaron sola ni un momento. Fui vigilada y observada constantemente para que no me dejara llevar de nuevo por el caos.

         Aún así, he de decirlo, tuve recaídas y tuvieron que corregirme. Todavía habitaba en mí ese animal salvaje que no ha visto la Verdad Revelada. Una vez, llamé a mi madre para contarle la transformación que estaba sufriendo y lo feliz que era. No entendí su reacción. Me comentó que tenía que salir de allí en seguida, que me estaban lavando el cerebro, que no era consciente de mí misma. Cuando colgué era tal mi aflicción que se lo tuve que contar a mi Hermano Benefactor. Entonces llegaron las sanciones para purificarme.  Fui privada de sueño, obligada a comer pan y agua durante días. Todo eso, para que abriera los ojos y me desligara de ese mal que encarna la sociedad exterior, esa sociedad hipócrita y manipulada.  Una vez que lo entendí, yo misma me autoinflingía los castigos que creía oportunos cuando notaba que mi mente divagaba. Aquel bendito día, mientras con un cuchillo me realizaba las heridas que me liberarían de toda carga, confesé delante de ellos mi culpa. Al final aplaudieron con entusiasmo, ¡me abrazaron!, y yo lloraba de emoción..., lo estaba consiguiendo. Esos estigmas todavía son visibles en mi piel, son la prueba que me ayuda a seguir el camino indicado por el Líder.




Durante algunos meses mis padres quisieron visitarme. Me mandaron cartas, pero fui obediente y me dejé guiar por Él. Cree que cualquier contacto con el exterior puede obstaculizar seriamente la consecución de la profundización espiritual que es necesaria para llegar a la culminación. Sería una pena que después de haber conseguido pasar con éxito el aprendizaje iniciático al que fui sometida, tuviera que volver a reiniciar todo el proceso de nuevo. A partir de entonces todo fue más llevadero, aunque todavía me aguardaban misiones desagradables pero necesarias para la armonía del grupo. Fui nombrada Vigilante Superior en reunión secreta. Tuve que espiar a mis iguales en sus tareas diarias en busca de discordancias o manifestaciones peligrosas para el devenir de la comunidad.

Y fue precisamente a Marta, la que había sido mi amiga del alma, la propiciadora de toda aquel entusiasmo, a la primera que tuve que denunciar. Transgredió las normas básicas de convivencia: no pedir permiso para salir de la casona de campo donde convivíamos. Y no solo eso, la pobre y débil Marta tuvo contacto con un chico del pueblo del que dijo haberse enamorado. Todo esto me lo contó porque era desconocedora de mi condición de supervisora.  Cuando se lo desvelé, sus ojos reflejaron una especie de pavor e incomprensión. Al principio se enfadó y me pego un sopapo, pero cuando vio mi impasibilidad se tiró al suelo, me agarró de las rodillas y me imploró que no se lo contase a la Junta Sancionadora. Intenté ser condescendiente. Le comenté que las sanciones eran necesarias para evitar ese tipo de desviaciones que el mal nos pone en el camino. Pero que después de la purificación, su alma volvería con nosotros, y ese regreso sería ya irreversible. Su llanto fue desgarrador pero no me ablandé y fui a contárselo directamente a mi Benefactor.

         Enseguida se convocó una reunión extraordinaria ya que Marta había sido un miembro ejemplar hasta ese momento en la comunidad, y el desasosiego y los nervios eran palpables entre los Hermanos que tenían que juzgarla. Durante días estuvo encerrada en su habitación a oscuras sin ningún contacto con el resto. Este primer castigo, el de la incomunicación, es el más ordinario y tiene como objetivo la recapacitación del individuo acerca de lo que ha pasado. Pero los estragos que la mezquindad habían hecho en su cuerpo y mente parecían insalvables. Ni siquiera sus padres, tan diferentes a los míos, pudieron hacerla entrar en razón. Y eso que eran miembros veteranos en la Hermandad, junto con el Líder, iniciadores y precursores de toda aquella doctrina divina y transformadora. Pasó por toda clase de correcciones y represalias, físicas y psicológicas. Todo en vano. Paseaba como una perturbada en camisón por las estancias, blasfemando y atemorizando a los más pequeños. Era la demencia en persona, mi pobre Marta..., y es que, como nos comentó el Líder, no todos tenemos la capacidad para ser los elegidos. Hay espíritus cuya debilidad está latente, y una vez que se manifiesta, es insuperable. Son almas que nunca podrán ser purgadas. Estas últimas palabras las volvió a utilizar en el funeral de Marta, que se quitó la vida un mes después colgándose de la lámpara de su habitación. Fueron un consuelo para sus padres, que entendieron que el destino había querido que su hija no perteneciera a nuestro mundo.   



         Después de aquello fui una de sus escogidas para servirle en los quehaceres cotidianos. Aprender de Él directamente es un regalo ya que a partir de ese momento he sido guiada sin contratiempos. Sin prisas pero sin pausas. Toma las decisiones por mí, piensa por mí. Estoy en condiciones de decir que estoy manifestando el Despertar Trascendental del que todos me hablaron y que en un principio no entendía. Me siento eufórica. ¡Mañana será un gran día! Me lo han comunicado hoy mismo y por eso estoy escribiendo, con la vigilancia de mi Benefactor, estas palabras. Tengo la necesidad de plasmar lo bello que está siendo todo esto. Mañana tendrá lugar el Encuentro. Se ha tenido que precipitar todo porque desde el exterior no paran de atosigarnos. No lo entiendo, no hacemos daño a nadie. Se rumorea que hemos salido en ese aparato alienante que es la televisión. ¡Qué incluso la policía ha querido entrar en nuestra vivienda! Todo a raíz del adiós de nuestra querida Marta.  Pero mañana daremos un paso más. Nuestras almas se unirán con el Ser Verdadero en una perfecta simbiosis que hará que nos vean de otra manera. Todos juntos subiremos a la azotea y allí tomaremos el elixir para que se produzca ese momento sublime. ¡Estoy tan excitada! No veo el momento de hacerlo. A ver qué dirán después de esto, qué difamaciones inventarán, qué elucubraciones imaginarán cuando nuestras almas trasciendan de este mundo material y encuentren la paz eterna.


sábado, 11 de febrero de 2017

MICRORRELATO: AJUSTE EN TINTA NEGRA.



AJUSTE EN TINTA NEGRA




Al finalizar la lectura del libro se estremeció; la última hoja había sido arrancada dejando la historia en el aire. Procedente de una herencia familiar, era un libro muy antiguo, imposible de encontrar. ¿Quién habría sido el perturbado?

En la tapa posterior, observó una dedicatoria dirigida a su bisabuelo Emeterio: Querido Eme, ¿recuerdas cuando te decía que siempre me dejabas con la miel en los labios? De tu Inés.


viernes, 10 de febrero de 2017

LIBRO: SIN RELACIÓN APARENTE


SIN RELACIÓN APARENTE-2017

Varios Autores.





Recientemente participé en un concurso organizado por el blog Cruce de Caminos. La idea era hacer una antología de relatos de temática negra para luego publicarla. Tuve la suerte de quedar finalista.

Hace unos días me llegó el libro recién editado y he de decir, que después de leerlo, me he llevado una grata sorpresa.

El libro lo componen nueve relatos (ocho finalistas y un ganador) y un contenido extra de dos relatos escritos por Josep Camps.

El relato ganador se titula Sin relación aparente (que da título a la antología) y está escrito por J. D. Martín. En él se narran los pensamientos y sensaciones de un asesino en serie. Es un relato con una narrativa exquisita, y tiene un final que gira justo en el momento en que nos habíamos hecho ya una idea del mismo.

Un mundo maravilloso es un título irónico para el relato escrito por Javier Martín. Como se dice en el prólogo, nos recuerda al noir más clásico, con un detective hastiado y perdido al que la vida no dará tregua en ningún momento.

En Las tres caras de la verdad, se muestras los tres puntos de vista diferentes de una misma realidad, a cual más impactante. Está escrito por Jaime Óscar Casas.

El relato Operación Mantra, de Susana Martín Gijón, está impregnado de un humor delirante e inteligente, y está centrado en el asesinato de una mujer en un centro de meditación.

En Game over, de Mari Carmen García, la fatalidad es total. El destino parece querer reírse del protagonista, tanto al principio como al final del relato, con una vuelta de tuerca que nos dejará estupefactos.

El señor Pellegrini es mi relato, jeje, no voy a hablar mucho de él, por eso del pudor y tal, solo mencionar lo que dice el prólogo escrito por Susana Hernández: “es la versión Pigmalión del mundo criminal”.

La Rotas, de Noelia Santarén, es de un realismo feroz, de esos que te desgarran por dentro. Una mujer, la Rotas, con quien la vida se ensaña con una especial crudeza.

En Perdido, el protagonista se despierta en un dantesco universo que no reconoce y que bien podría ser el escenario de una película de Tarantino. Un ritmo trepidante de la mano de Gabriel Hidalgo.

Y finalmente, Vecino, de Francisco Antonio Sanz, cuenta la historia de un asesino con poca paciencia que acaba haciendo un acto de “justicia” a favor de la comunidad de vecinos.



Me lo he pasado genial leyendo este libro. Creo que ha sido un acierto la selección, ya que aunque todos los relatos tratan el género negro o policiaco, son muy diferentes entre sí, y cada uno tiene un aspecto específico que resaltar. Ni siquiera sabría con cual quedarme.

Por último, aparte de volver a expresar mi agradecimiento por haber sido seleccionada, quiero plasmar las palabras que inician la lectura:

“Este libro ha sido posible gracias a los escritores Susana Hernández y Josep Camps, a los bloggers literarios Abrir un libro y Emilio Alcores, al director de teatro Juan A. Serrano y a David Gómez como organizador desde su blog Cruce de Caminos.

El libro se puede adquirir en Amazon tanto en su versión digital como en papel por un módico precio.


lunes, 6 de febrero de 2017

RELATO: TRANSICIONES.


TRANSICIONES





         Estoy huyendo, y a veces se me olvida respirar; cuando me doy cuenta, estoy con un fuerte resuello. Corro y atravieso la huerta de mi abuelo, abandonada a las malas hierbas, reconvertida en una tierra estéril e inservible. Rodeo el parque de los columpios, todo herrumbre y porquería. Paso por la carretera principal y observo que las tiendas están cerradas con sus cristales rotos. El monstruo me persigue como todas las noches.

         Pero hoy no es como todas las noches, hoy es diferente. Me he enfrentando a él y está enfurecido. Le he dicho que todo ha acabado, que el mundo sabrá que es un ogro y no un humano como pretende dar a entender. Le he arrancado la careta de cuajo. Es cuando se ha puesto a gritar enloquecido. Y yo…, yo me he arrepentido de ser tan impulsivo.

         Y es que a veces, inexplicablemente, me creo muy valiente. Pero…, no soy más que un pelele, un mierdecilla, como decía mi padre. “No tienes ni picardía con las mujeres, ni coraje con los hombres, ni carisma para encontrar un buen trabajo”. Sí, eso dijo con la botella en la mano en la fiesta de cumpleaños, cuando cumplí dieciocho y vino mi novia a casa. A la que luego tocó el culo mientras ayudaba a mi llorosa madre a recoger la mesa. Le insulté y me pegó un puñetazo. Me quedé sin novia y con la nariz rota.

         ¿A quién pretendo engañar?

         Y pronto… me va a alcanzar. Ahora que le he mirado a los ojos, que he penetrado en su alma, ahora… estará desconcertado, es imprevisible, querrá deshacerse de mí. Tengo que actuar deprisa, tengo que darle a entender que me necesita, mi cuerpo es su disfraz, no puede vivir sin mí.

         Compré una casa en las afueras para no ver a mi padre más de lo necesario. Para no tener que inventar una excusa cuando mi madre me llamaba para que fuera a cenar. Bastante tenía con agachar la cabeza cada vez que me llamaba a su despacho, en el trabajo que me había conseguido de mensajero en su empresa de…

         Le pediré perdón, sí…, le diré que soy un farsante, que estoy dispuesto a hacer lo que me pida.

         Mi padre solía trocear el pollo de la cena con un hacha mientras me hacía sujetarlo por el cuello. Subía, bajaba y ¡zas!, el filo pasaba a escasos centímetros de mi mano. Él mostraba su sonrisa desdentada al ver mi cara de espanto.

         O mejor, acabaré con esto, me dejaré llevar por él…

*                 *                 *

         Por fin he conseguido dominar a este débil de espíritu, a este títere de manual. Me ha costado, tiene un caos mental evidente. Pero me ha descubierto, ya sabe cuales son mis intenciones, que en realidad son también las suyas. Tenemos un objetivo común: ir a por el viejo. Siempre lo ha sabido, lo hemos sabido, los sabes muy bien, no podemos olvidar lo que nos hizo, ¿verdad?

Por fin has comprendido que tenemos que ir a acabar con todo. Tengo un plan, escúchame: tendrás que llevar el coche a la gasolinera y llenar el bote que tienes en el maletero. Iremos a su casa, ahora que vive solo, y la rociaremos con gasolina. Después la prenderemos fuego, ¿qué te parece?

*                 *                 *

Mi padre solía coger el martillo…
     

viernes, 3 de febrero de 2017

RECOMENDACIÓN DE PELÍCULA: PLÁCIDO Y EL MUNDO DE BERLANGA.


PLÁCIDO (1961)

LUIS GARCÍA BERLANGA (1921-2010)






Para muchos críticos y amantes del cine Plácido es la obra cumbre de Luis. G. Berlanga. Según el propio director este es su filme más redondo: “Nunca he jerarquizado mis películas. Algunos dicen que la mejor es Plácido, otros El verdugo. Yo me inclinaría por Plácido, al superar los baches narrativos y de planificación de otras películas anteriores”.

Se inicia la etapa álgida de la filmografía de Berlanga, que comienza a rodar sus películas en ciudades. Realiza una serie de filmes en lugares deprimidos donde podemos observar la cara más grotesca y esperpéntica de la sociedad. Al más puro estilo Berlanga.



La película se desarrolla en una Navidad de inicio de los años sesenta, en la que unas señoras de la alta sociedad sin nada mejor que hacer, organizan una campaña supuestamente solidaria: “Cene con un pobre”, con el objeto de que las familias pudientes del lugar compartan la cena de Nochebuena con un indigente. También se realiza una surrealista cabalgata por el pueblo (que se cruza, en un momento dado, con un cortejo fúnebre en una escena memorable). Plácido es un hombre de origen humilde, y su único objetivo a lo largo de la película es pagar la última letra que le queda de su motocarro. Se encuentra al frente del desfile, ya que su vehículo ha sido contratado para la ocasión.

La película es una crítica a una alta sociedad burguesa hipócrita y pedante, llena de falsedad. Se ponen de relieve las desigualdades sociales y también la ineficacia de la burocracia en la oscuridad siniestra de la España franquista. A todo esto hay que añadir el reproche mordaz que hace el filme a la incomunicación entre las personas.




    





Además de unos magníficos interpretes como Cassen, José Luis López Vázquez, Elvira Quintillá, Manuel Alexandre y Amparo Soler Leal, el guión constituye uno de los grandes aciertos de la película. Rafael Azcona será el colaborador habitual de Berlanga de aquí en adelante: humor negro, causticidad, acidez, sarcasmo…, son adjetivos que reflejan muy bien los estrambóticos diálogos de esta fantástica película. Las situaciones esperpénticas se sucederán una tras otra en el filme. Azcona y Berlanga realizarán obras maestras como esta o El verdugo.

Plácido es un magnífico ejemplo de lo que veremos en muchas de las películas futuras del director: un universo coral, donde todos los personajes hablan a la vez, con diálogos paralelos, en los que ninguno escucha a nadie y cada uno está a lo suyo. A pesar de esto, uno de los grandes méritos de Berlanga, es saber retratar a los personajes y definirlos perfectamente. Y habrá una “víctima” con la que lo pasaremos fatal, Plácido, interpretado por un genial Cassen, que solo busca pagar de una vez su motocarro.




La ausencia de música también será una de las  características que se irán imponiendo en el cine de Berlanga, así como el mayor empleo del plano-secuencia (en esta película el más relevante, con varios minutos de duración, es el que ocurre en la casa de los Helguera, cuando un pobre se pone enfermo y no hace más que entrar gente en casa).

Por último, incidir una vez más en lo bien que muestra la película la utilización que se hace de la pobreza y la crueldad de los falsos “buenos sentimientos”. Los indigentes (que incluso son diferenciados por las señoras burguesas según procedan del asilo o de la calle) son usados para limpiar una cínica conciencia humana que luego les devuelve a su cruda realidad. Al final solo nos queda la amargura, la desolación y una triste sensación de desesperanza. Y un villancico de fondo que dice así: “Porque en esta tierra ya no hay caridad, ni nunca la habido, ni nunca la habrá”