Saludos a todos. Ya estamos de nuevo por aquí. Con un poco de tontuna y las meninges adormiladas de mucho leer y poco escribir, espero ir incorporándome poco a poco al universo bloguero.
De momento, os dejo el primer relato de la temporada.
Espero que os guste.
De momento, os dejo el primer relato de la temporada.
Espero que os guste.
MI VIEJO
Mi viejo soñaba con atardeceres en la bahía. Con el sol convirtiéndose
en luna por mediación divina. ¿Hubo un tiempo en que los confundiría realmente?
Nunca me lo afirmó ni me lo desmintió. Pero a él le daba igual la realidad, lo
que le interesaba pasaba en su cabeza: el sol transformándose en luna, el
hombre que pasa a ser mujer por la noche. “Las mujeres de mi tiempo eran las
dueñas de la oscuridad” contaba. “Tuvieron que vivir en ella mucho tiempo, así
que no tuvieron más remedio que moldearla y utilizarla a su antojo”. “Los
fantasmas que veíamos los niños a medianoche eran siempre mujeres”. Era un
romántico, mi viejo.
Cultivaba a destiempo una huerta a las afueras del pueblo con una
parsimonia común en la gente de su edad: “Este verano no han salido las
patatas” meneaba la cabeza sorprendido. “Será porque las plantaste demasiado
pronto” le decía su mujer, “y se te han helado”, a lo que él respondía con una
mirada incrédula de ojos vidriosos y tiernos. Ella, desarmada, le daba un beso
en la mejilla: “Ay, Beni, ¿qué vamos a hacer contigo?” y sonreía.
Mi viejo en realidad no era mi padre. Por otra parte, tanto él como su
mujer, eran demasiado mayores para ser mis padres reales, eso siempre lo tuve
claro. Las circunstancias que me llevaron a vivir bajo el techo de su hogar son
confusas. Que se convirtiera en mi viejo yo creo que fue algo más bien casual.
Me inclino por algún abandono o una muerte fortuita de mis progenitores. Un día
fue al convento a llevar unas manzanas y se encontró conmigo de sopetón en los
brazos de una monja:
—Beni, tu mujer y tú nunca habéis tenido niños. ¿No crees que os haría
ilusión criar uno? —dijo la monja señalándome con la cabeza.
Mi viejo era un buenazo.
—Debería consultárselo a Herminia. Pero… no creo que ponga pegas. ¿Cómo
me lo llevo?
—Es niña.
Me acomodaron encima de unas mantas en la carretilla y nos dirigimos al
pueblo. Esta es la historia que me contó cuando tenía tres años y la tengo un
poco desperdigada en mi memoria. Lo tuvo que hacer porque yo no hacía más que
preguntarles por qué él y Herminia eran tan mayores como los abuelos de Carmen.
Y también porque ella nunca fue mi madre, siempre fue Herminia. Una no sabe
cómo, pero se da cuenta de esas cosas. Sin embargo el amor que sentía por Beni,
su marido, era infinito. A mí aquello me bastaba.
Mi viejo me contaba historias, algunas reales, pero sobre todo
inventadas. En un pueblo con pocos niños quería hacerme la vida más llevadera.
Me decía que de joven fue marinero, que vivía en un pueblo costero con bahía y
que hasta que no se hizo a la mar, pensó que el mundo acaba en el horizonte, en
el lugar exacto en que se juntan el cielo y el mar. Luego se dio cuenta de que
con un barco navegabas y navegabas hasta que llegabas al próximo puerto. A
pesar de que la gente le consideraba un analfabeto, él aseguraba que había
visto mucho mundo.
Según él, viajó hasta Brasil (después de marinero pasó a ser
explorador), donde conoció a tribus indígenas en el Amazonas, gente que todavía
no había sucumbido a la civilización. Me dijo que había contactado con ellos un
día que se perdió en una expedición. “Me trataron de una manera especial,
pronto se dieron cuenta de que no era una amenaza”. Le contaron mil leyendas y
el porqué del aislamiento de un exterior exterminador: “Es la nada que acaba
con todo” le dieron a entender. Después le dejaron en un lugar para que fuera
encontrado por sus compañeros.
Australia, contaba, era de los
lugares más espectaculares que había conocido: “¿Sabes que cuenta con especies
de animales que no se dan en otro lugar del mundo? Es por su circunstancia de
isla aislada y por sus especiales condiciones climáticas” o “Los marsupiales
son animales que llevan las crías en una bolsa que tienen en el vientre, como
por ejemplo los canguros”. Yo hacía que me maravillaba ante aspectos que a mis
diez años ya conocía de sobra, pero el simple hecho de ver su cara de embeleso
mientras me lo explicaba, me compensaba.
“En África hay muchas guerras” decía, y “la gente se muere de hambre”.
Comentaba que, nosotros, el primer mundo, teníamos mucha culpa de eso. “Vi el
sufrimiento más atroz en los ojos de un niño, un niñito que no tendría más de
dos años”. Y se quedaba pensativo, negando con la cabeza gacha. Luego volvía a
sonreír: “Los pigmeos son una tribu de personas muy pequeñas, el más alto será
como tú, y les gusta mucho cantar”.
Los atardeceres se nos caían encima al son de aquellas historias.
Después nos quedábamos mascando cada detalle, imaginando mil andanzas, cual
silentes pero intrépidos aventureros.
Mi viejo murió hace unos años, cuando yo tenía unos veinte y él ochenta.
En ese momento descubrí su tesoro más preciado. Herminia me dio una llavecita
del rinconcito prohibido donde pasaba las noches en vela y al que hasta ese
momento me había estado vetada la entrada.
“Se los fue comprando uno a uno al profesor de la escuela, después de
jubilarse, durante veinte años y a dos pesetas cada uno”.
Cuando abrí la habitación me quedé embobada. Aproximadamente mil libros
repartidos por varias baldas hechas por él mismo, ordenados con gran mimo por
temáticas. Había de todo: libros de aventuras, de filosofía, de historia, de
arte…
Y en un lugar destacado un letrero en el que se leía: Para ti, hija,
para que sigas disfrutando de esas tardes apasionantes. Y debajo una
maravillosa enciclopedia: Viaje ilustrado a los más recónditos lugares (de
la A a la Z). Cogí el primer tomo “África” y lo abrí por un lugar señalado
con un pósit por mi padre y leí: “Los pigmeos son un pueblo del África central
que vive de la caza y la recolección. Jengi es el nombre de un espíritu
del bosque al que adoran…”
Estupendo relato para regresar, Ziortza. Maravilloso para quedarse un tanto pegado a los viajes imaginarios que solamente hacemos en verano, esos que recreamos en nuestra mente y sabemos de memoria aunque no los hayamos hecho nunca realidad, como los del entrañable viejo al que tan bien describes. Se palpa el cariño que la protagonista siente por él, o mejor diría, se masca en cada detalle de tu narración. ¡Mi más sincera enhorabuena! Un besazo todavía veraniego ;)
ResponderEliminar¡Muchas gracias Eva! Por tu estupendo recibimiento en forma de comentario. Yo, que tengo una imaginación desbocada y a veces sin sentido, he tenido que agarrarme muchas veces a sitios que no existen para seguir o simplemente pasar un buen rato.
EliminarUn abrazo grandísimo. Un placer estar de vuelta.
Bufffff... Ultimamente estoy un poco sensible. Has humedecido mis ojos. Muy, muy tierno.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchísimas gracias David, que te haya parecido tierno es de las mejores cosas que se le pueden decir a un relato. Viva la sensibilidad...
Eliminar¡Un abrazo de vuelta!
Bienvenida Ziortza y qué dulce relato para tu regreso, tan sensible que contagias el amor de la protagonista por esos viejitos, ¿quién no los puede querer? Ya hacen cierto lo de que no es necesario ser padres biológicos para serlo, lo importante es querer ser padre con todo el amor que eso sifnifica. Y qué gran regalo le deja.
ResponderEliminarUn beso enorme.
Muchísimas gracias Conxita. La verdad es que, como dices, no hace falta tener una relación biológica para sentir un gran cariño y amor por otro. La niña me parecía un complemento perfecto para ese viejito que vivía en su mundo. A mí me hacen un regalo así y me da algo, jeje.
EliminarUn beso muy grande, Conxita.
Un relato entrañable, hermosamente contado.
ResponderEliminar¡Felicitaciones Ziortza!
Besos.
Muchísimas gracias por tus palabras Mirella, me alegra que te haya gustado el relato.
EliminarTe mando un abrazo muy fuerte.
¡Hola Ziortza!
ResponderEliminarMe alegro un montón de encontrarte de vuelta y ya veo que las meninges las tienes en plena forma, super bienvenida de nuevo. Y es que el relato con el que vuelves está envuelto de una ternura muy especial. Te fuiste hablando de libros y regresas con una biblioteca de emociones. Gracias por este regalo de letras de seda, ja,ja,ja que bonito no?, un abrazo!
¡Hola Miguel! Muchísimas gracias. Lo cierto es que el verano es para descansar pero a mi me ha dejado con una especie de cansancio raro, seguro que cuando haga un poco de frío (aquí enseguida, jeje) me espabilo un poco. Gracias por tus palabras, ya sabes que leer es una de mis pasiones, así que muchas veces está presente en los relato. ¡Tengo muchas ganas de visitar de nuevo tu blog!
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Tachán! Desde luego es un excelente día para la blogosfera. Y desde luego, el verano no ha desafinado a tus letras. Un relato precioso. Todo está en los libros y en la imaginación, con eso basta para viajar y conocer otros mundos. Me ha encantado esa pregunta del viejo refiriéndose al bebé "¿Cómo me lo llevo?", como si fuera un cubo de agua, define muy bien al personaje en ese momento un tanto rudo. Para luego evolucionar junto a su pequeña. Maravilloso, Ziortza. Un abrazo!!!
ResponderEliminar¡Hola David! Muchísimas gracias por tu maravilloso comentario. Ahora significa mucho porque la verdad es que estoy en un momento en que mi agilidad mental está un poco todavía de vacaciones... Desde luego si la situación personal no lo permite la mejor forma de viajar está en los libros, yo lo he hecho mucho este verano, jeje.
EliminarEncantada de estar de vuelta y encontraros de nuevo.
Un fuerte abrazo.
Bienvenida Ziorza! Y de que manera has vuelto! Me ha encantado el relato, incluso me he emocionado con un final que me parece precioso. El amor puro no tiene nada que ver con el adn, puede encontrarse en todas partes. Y sin duda esos ancianos cuidaron a la protagonista con mucho amor. Espero que hayas descansado bien este verano, ya veo que has regresado llena de energía! Un fuerte abrazo! ; )
ResponderEliminarMuchísimas gracias Ramón. Me alegra que te guste el final, ese regalo tan especial del padre a la hija. Por supuesto el cariño verdadero no está en la sangre, seguro que mucha gente dará cuenta de ello. He descansado, pero estoy esperando a que la cabeza vuelva a su sitio, jeje.
EliminarUn abrazo muy fuerte Ramón.
Ziortza, ¡bienvenida de nuevo!
ResponderEliminarVeo que el verano no ha apagado ni un ápice tu imaginación. En este relato encontramos una vivencia dolorosa a la par que entrañable sobre un tema que siempre ha despertado mi curiosidad. ¿Qué sienten los padres que adoptan? Y más aún ¿qué sienten los hijos adoptados? Lo curioso del caso es que no tiene por qué ser un impedimento querer a otra persona con la que no compartes sangre. Después de todo, el amor es mucho más poderoso que eso.
Un fuerte abrazo.
¡Muchísimas gracias Sofía! Eres muy amable como siempre con tus palabras. Como dices creo que el amor supera cualquier barrera biológica, así debería ser al menos bajo mi punto de vista.
EliminarEncantada de estar de vuelta.
¡Un fuerte abrazo!
Me ha encantado tu viejo, digo, tu relato, bueno ambas cosas..., destilan amor, ternura y mucha imagimacion creativa.
ResponderEliminarNos dejas ver que el amor en los corazones bondadosos no tiene limites ni condiciones, sencillamente, se entrega.
Hermoso regreso. Gracias por esa sensibilidad
Muchísimas gracias Harolina, es un placer regresar y encontrarme con tus maravillosas palabras, eres un encanto.
EliminarComo bien dices la gente buena da su amor sin condiciones ni límites, sin pensarlo.
Te mando un fuerte abrazo, Harolina.
Hola Ziortza bienvenida. Emotivo relato, cariños sin ser de sangre, eso no importa, se quieren igual o más. El viejito viajero, entrañable. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola Eme, ya estamos aquí! Te agradezco tus palabras hacia el relato. Me alegra que te haya gustado este viejito, ¡es para quererle! Afortunadamente hay mucha gente así.
EliminarUn besito guapa.
Hola, Ziortza.
ResponderEliminarMe gusta el tono desenfadado y la ternura de tu relato. Sin duda, leyendo se viaja mucho. Hace unos días leí un poema de Benjamin Prado que venía a decir algo así como que todo lo que sabía de las personas lo había aprendido en los libros.
Hola Gerardo, me alegra tenerte aquí de nuevo después del verano. Para mí es muy fácil escribir de libros porque es lo que más me llena en la vida, me han dado muchas satisfacciones y les debo mucho por lo que he aprendido y por como soy como persona.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
¡Bienvenida de nuevo! Y lo has hecho a lo grande, con éste relato encantador, tierno, narrado en primera persona (te confieso que es la forma narrativa que más me gusta). Tus relatos tienen "Alma", algo que subyuga al lector y no puedes parar de leer, y scuando llegas al final... te apenas de llegar porque quieres más, porque el texto, como todos los tuyos enganchan al lector. Y eso no todo el mundo puede decir. Tienes madera, y te lo dice alguien que ha escrito poco, pero ha leído mucho.
ResponderEliminarUn gran abrazo, literario
¡Muchísimas gracias Lola! Como me has leído alguna vez sabrás que a mí la primera persona me encanta, y me resulta la fórmula más sencilla para expresar lo que quiero en ese momento. Luego hablas de cosas que me hacen sonrojarme, te lo agradezco de veras, eres muy generosa.
EliminarTe mando un beso muy grande.
Bienvenida Ziortza!, bienvenida a ti y a tus estupendos relatos. Me ha gustado todo del relato,... como una buena comida no me he dejado nada y he rebañado el plato hasta dejarlo limpio. Pero si algo me gustó fue el "tempo", pausado y sereno,... el aderezo que permite el tránsito de bueno a sensacional.
ResponderEliminar¡Hola Norte, muchísimas gracias! Estoy encantada de leer de nuevo tus comentarios y de pasarme por tu blog por su puesto. Me ha gustado mucho cómo has hablado del relato, estos comentarios tan cariñosos me emocionan de veras. Te mando un fuerte abrazo.
EliminarQue buen relato, que hermoso recuerdo del padre.!! Felicitaciones!!!
ResponderEliminarMuchísimas gracias Mar. Me alegra que te haya gustado el relato.
EliminarUn fuerte abrazo.
Que bonito todo el.Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias Betty, eres muy amable. ¡Saludos!
EliminarHola Ziortza,
ResponderEliminarEl corazón tiene más memoria incluso que el cerebro. Es un relato muy conmovedor. A sabiendas que lo llamaban analfabeto, siguió su vida, aunque por lo visto no tendrían muchos medios en el pueblos, queria que si hijita, legitima o no, prendiera tanto o más que él y eso es enternecedor. El poder del querer, tiene muchas formas y expresiones. Me ha gustado muchísimo. Un saludo, y feliz vuelta.
Muchísimas gracias Keren. Nos dejamos llevar por las apariencias: si alguien lee deberá ser de determinada manera, si planta patatas de otra..., somos así. Él se las ingenia para llevar a cabo una de sus pasiones y dejársela en herencia a su hija.
EliminarMe alegra que te haya gustado. Un fuerte abrazo.
¡Bienvenida, Ziortza!
ResponderEliminarQué relato más precioso, desprende cariño, mimo, amor. Conmueve al lector, a mí, me has dejado tocadita pero encandilada con tanta profundidad. Qué persona más maravillosa, Beni, y qué gran regalo le cede, la llave del universo.
Un besazo.
¡Hola Irene! Muchísimas gracias. Ojalá hubiera tantas personas como ese viejecito ¿verdad? Aunque igual las hay y solo hay que descubrirlas.
EliminarMe alegra que te haya gustado el relato, Irene.
Un beso muy grande.
Me ha gustado mucho. Gracias por el regalo que compartes
ResponderEliminarMuchas gracias literatonovato. Me alegra que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Hola Ziortza, ¡Bienvenida!!
ResponderEliminarLas vacaciones te han sentado de maravilla por lo que veo, nos has traído un precioso y emotivo relato que me ha llenado de ternura. Además amiga, escribes con un ritmo que engancha y unas frases.. "Los atardeceres se nos caían encima al son de aquellas historias" muy bonitas, de verdad.
Las diferentes formas del amor no dejan de sorprendernos y son capaces de descubrirnos el mundo entero con sus palabras, con su cercanía o con una llave.
Enhorabuena Ziortza y un abrazo bien fuerte.
¡Muchas gracias Xus! Qué comentario más cariñoso me has dejado..., pues sí me apetecía hacer algo "bonito" y tierno para variar un poco (jeje), me hace especial ilusión que aludas a ciertas frases, eres muy amable.
EliminarDesde luego la historia de ese hombre y su hija es muy especial.
Te mando un abrazo muy fuere.
Tu regreso de las vacaciones nos han traído un bellísimo regalo, un relato tan maravilloso como tierno y humano. Me ha encantado cada línea escrita con tanta dulzura y sensibilidad. Enhorabuena!
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchísimas gracias Josep. Me alegra que hayas visto todas esas cosas en ese relato, lo que más me emociona es que a la gente (como a ti) les haya parecido tierno, me encanta ese adjetivo.
EliminarTe mando un fuerte abrazo.
Una vez más, muy bello Ziortza.
ResponderEliminarMuchas gracias Andoni. Un fuerte abrazo.
EliminarQué bonito!
ResponderEliminarGracias Voz en off, eres muy amable. Saludos.
EliminarMuy bueno. Sobre todo por las formas que lo vas detallando. El viajo, los viajes, los continentes, el sol, la luna. Saludos!
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado el relato y la forma de narrarlo. Saludos de vuelta.
EliminarGuapa!! Se acabó el verano y ya toca la vuelta a la rutina. Ya comenté en el face de Miguel que me había encantado este relato tuyo, pero te lo vuelvo a decir, es tan tierno y precioso...
ResponderEliminarUn besito guapa!! Feliz inicio de semana :))
¡Gracias guapa!! Se acabó pero seguro que lo has disfrutado a tope, jeje. Bienvenida y encantada de tenerte de nuevo por aquí y con ganas de leerte.
EliminarUn besazo y ¡feliz día!
Dicen que el corazon tiene razones que la razon no entiende.
ResponderEliminarLindo relato, fue un gusto visitar tu espacio.
Si lo deseas te espero por el mio.
Saludos.
Muchas gracias por tus palabras, me alegra que te haya gustado el relato.
EliminarMe pasaré por el tuyo.
¡Un beso!