Fermín observa el edificio de seis pisos sin ascensor. En el tercero un
señor se asoma al balcón sin camiseta y en calzoncillos. Aunque a él no le
gusta ser prejuzgado ni hacerse ideas equivocadas de los demás antes de tiempo,
se pregunta cuál será la estadística en ese barrio en cuanto a lectores de
ficción mayores de cuarenta años, o al menos aficionados a los grandes temas de
la historia y la naturaleza. Vaya mierda de pensamiento, seguro que esa
estadística ni siquiera se ha hecho nunca. Y además, no tiene sentido cavilar
ni elucubrar, va a tenerse que hacer los seis pisos con el maletín a cuestas,
sí o sí.
Estamos en los años ochenta. Todavía el libro electrónico ni siquiera es
una idea en la mente brillante de algún lumbrera, internet es un embrión del
que solo se han hecho pruebas a nivel militar, y Wikipedia, esa herramienta a
veces poco fiable pero muy agradecida, en fin… tampoco merece la pena ni aludir
a ella en estos momentos. Si Fermín supiera, a sus treinta primaveras, que
estas historias serán un boom unos cuantos años después, se “rasgaría las
vestiduras” y acabaría como el señor del tercero.
Son las doce del mediodía y ya ha estado en dos barrios. Desde que
encontró ese peculiar trabajo basura ochentero de vendedor de enciclopedias
puerta por puerta, ha sufrido las denigraciones más absolutas como ser humano: insultos,
portazos, malentendidos… El caso es que no ha vendido una mísera colección
desde que comenzó el curro hace dos semanas, pero parece ser que hubo una vez
que alguien lo hizo, no es una leyenda urbana, por eso siguen contratando al
personal. Por cierto, muy barato les debe de salir.
Tiene que llevar siempre traje con corbata, aunque el tiempo augure
cuarenta grados a la sombra, como es el caso de ese trece de julio en la
localidad de Retuécanos. Ha estado media hora en el portal dale que te pego a
los telefonillos y nada. Al final ha entrado con el cartero, que tiene llaves.
Se ha sentado en un escalón antes de subir. Una mirada rápida a la axila le
recuerda que el ronchón de sudor sigue incrementándose y con ello un olor entre
agrio y rancio. Tiene desodorante, pero eso no hará más que incrementar más el hedor
y acabará mareado con la combinación.
En los tres pisos que sube a continuación, se encuentra con los siguientes
escenarios:
La señora del 1ºC: le ha abierto con un bebé en brazos, le ha lanzado
una escrutadora mirada de arriba abajo con una mueca de asco, y ha cerrado de
un portazo sin decir una palabra.
Una anciana en el 1ºD:
—¿Es usted testigo? El otro día vinieron unos chicos muy majos, pero mi
hija me ha prohibido que hable con ustedes…
—No se preocupe señora.
Pero la mujer sigue mirándole con pena mientras llama al 1ºE. Se oye una
voz grave al otro lado:
—¿Quién es?
—Buenos días señor, soy de la Esfera de Lectores…
—Aquí no leemos, lárguese.
La mujer del 1ºD sigue contemplándole mientras sube de forma cansina las
escaleras que le llevaran al segundo piso. En el giro del rellano, Fermín
vuelve la cabeza por si sigue ahí. Ella le saluda con la mano en una
desgarradora despedida que parece desearle suerte más allá, en el infierno.
Está en el tercero, y ya siente nauseas. Y tiene la cabeza abotargada.
Es una mezcla de calor y desidia. O amargura y desencanto. O lo que puede ser
peor: furia y rabia retenida en el estómago. Nunca ha tenido estos síntomas tan
temprano. Suele aguantar hasta las seis de la tarde, cuando se mete en el
coche, se cierra herméticamente, y expulsa los fantasmas del día en forma de rugido
desgarrador.
Llama al 3ºD y, tras una prolongada espera enfrente del felpudo
mugriento en el que cree leer malvenido, el señor del torso desnudo y
calzoncillos abanderado color blanco (roto), le abre y le saluda con un sonoro
eructo que hace temblar el edificio.
—Buenas señor…
—¿Qué quieres?
—Vendo enciclopedias. —No quiere alargarse demasiado en las
explicaciones. Se va a ir de vacío y lo sabe. Solo tiene que esperar a que el
otro de por zanjado el asunto con algún desaire más.
El hombre es como una estatua, un bloque de hormigón sin sentimientos. Tiene
aires de psicópata. A Fermín esta escena congelada empieza a darle repelús.
Pero de repente el otro se mueve, bueno es su cabeza la que se pone en
movimiento. Se acerca poco a poco a la oreja del vendedor que está bloqueado
sin saber por qué. “Laaargo” le susurra el tío al oído. Y acto seguido ocurre
algo anormal, extravagante si no fuera doloroso. Le muerde el lóbulo de la
oreja. Fermín aúlla de dolor.
Se palpa la zona y ve que está sangrando, aunque la oreja parece intacta
y entera. Se encoge del sufrimiento, se da la vuelta y echa a correr. A lo
lejos se escucha una carcajada y el estruendo de la puerta al cerrarse de
golpe.
Se sienta en un escalón en el portal. Está llorando, de rabia y de
dolor. Saca un pañuelo de tela del maletín y se hace una especie de vendaje en
la oreja. Ahora no oye nada por el oído izquierdo.
Pasan cinco minutos, diez, media hora. Nadie entra en el portal. Debe
ser ya la hora de la comida. No sabe que hacer, no puede quedarse allí pero
tampoco puede levantarse, algo se lo impide, algo que no ha acabado, una
especie de herida en el alma que tiene que cerrarse porque si no, no podrá
continuar con su vida.
Y entonces se le enciende la farola, ha visto algo en el maletín cuando
ha sacado el pañuelo, algo que antes ha pasado desapercibido pero que ahora le
hace materializar una idea. Es un objeto negro, con una forma inconfundible;
algo que todos conocemos.
Abre el maletín y lo saca. Comienza a correr escaleras arriba antes de
que la cabeza vuelva a funcionar de forma coherente y le haga arrepentirse. En
unos segundos llega al 3ºD. Llama cinco veces al timbre. Alguien gruñe y se
abre la puerta.
—¡Qué cojon…!
Fermín está apuntando al tío de los calzoncillos con una pistola. Le
apunta a la cabeza. La mano le tiembla pero, incomprensiblemente, se siente
sereno:
—¡Adentro!
Cierra tras él. La casa es una pocilga. Huele a mierda y a lentejas
quemadas.
—¿Qué quiere de mí? Por el amor de Dios, ha sido todo una broma. —El
hombre ha levantado las manos sin que nadie se lo pidiera y ha disminuido
veinte centímetros de golpe.
A Fermín se le han caído al suelo los papeles que ha sacado del puto maletín,
los recoge y tras barrer con una mano las porquerías de la mesa del salón, los
deposita sobre ella.
—Vamos rellene los formularios. Y no se olvide de los datos bancarios. Y
no los falsee que los comprobaré. Después, marque con una cruz los artículos
que le voy a mencionar. Quiero que se suscriba a todas nuestras enciclopedias y
coleccionables.
—¡Cómo! ¡Señor, yo no tengo tanto dinero!
—La revolución rusa de 1917; La guerra civil para jóvenes; Cómo
parecer culto ante sus amigos…
—Pero…
—Aprender a tocar la guitarra en treinta días; Diferentes especies de
setas en la Cornisa Cantábrica; Manual de buenos modales (de este no se
olvide, por favor)…
Fermín se siente satisfecho, casi orgulloso. Va hacia el coche con andar
desgarbado, ya nada puede afectarle. No escucha sonido alguno, tan solo el
frufrú de sus pantalones, tan anchos, que las patas se rozan al andar.
Está enfrente del vehículo. Se fija en algo que antes le ha producido
una ira desmedida; ahora no puede más que sonreír. Es una cagada de paloma que
antes ha intentado quitar con el limpiaparabrisas creando un manchurrón
asqueroso en la luna delantera.
Se quita el pañuelo de la oreja, ya no sangra. Saca la pistola del
bolsillo de la chaqueta y la acerca al cristal. Aprieta el gatillo. Un chorro
de agua hace una curva perfecta y se estampa contra la zona manchada. Coge el
pañuelo manchado de sangre y comienza a limpiar; no va a ser una buena idea.
Pero sonríe y piensa en su hijo pequeño. Y en su inconsciencia al
depositar en su maletín la pistola de juguete. Esa inconsciencia que ahora le
hace ser un hombre nuevo.
Jajajaja la vida del comercial siempre ha sido dura pero ese edificio es de locos. Pobre hombre, menos mal que el hijo ha tenido la brillante idea. Me ha gustado mucho, es muy original y tiene un humor negro muy divertido!! Un besito guapa, genial relato!! :))
ResponderEliminarMuchas gracias María. Me alegra que te haya gustado (y divertido) el relato. Me dan mucha pena los vendedores a domicilio en ciertas ocasiones. A veces creo que hay trabajos que no están pagados (literalmente).
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Muy realista el relato y cada detalle, lo narras de forma que nos involucras como espectadores muy cercanos, incluso hasta nos haces sentir esas miserias ajenas.
ResponderEliminarEl final, inmejorable, por un momento pensé que lo iba a matar, ja, ja, muy ingenioso, espero que no lo lean en mi país, porque aumentara masivamente la venta de pistolas de agua.
Fue grato leerte, primero lastimero, luego doloroso y por ultimo bastante jocoso.
Feliz semana.
Muchas gracias Harolina. A veces sentimos que esas miserias son ajenas cuando las observamos como espectadores, aunque seguro que tenemos alguien cercano que las hace padece. Es humano.
EliminarMe alegra que hayas visto esas partes tan diferenciadas en el relato, que era un poco mi intención. Y sobre todo me alegra que te hayas divertido.
Un afectuoso abrazo, y ¡feliz semana!
"hace padece" no "padece". Perdón.
Eliminar¡Genial Ziortza!
ResponderEliminarMe estoy riendo aún cuando empiezo a escribir el comentario con el humor que le has puesto a la historia de este pobre hombre. Has estado sembrada, o sembraaa! en andaluz!!. Y es que tiene tela la cosa, 6 plantas, calorazo y esos vecinos que realmente dan una mezcla de risa y pánico; así como los de La Comunidad de Álex de la Iglesia. ¡Vaya con tu Retuecanos del alma! ja,ja,ja y luego el tío que dice: "Aquí no se lee", como si fuera una enfermedad. La verdad es que los años 80 fueron totales; me gustan mucho los libros de "Yo fui a EGB", porque recuerdan anécdotas de mi etapa escolar muy graciosas. Por cierto, este verano en Cádiz, llamó a la puerta un señor y si, era de un nuevo círculo de lectores y venía con tanto calor y que le invite a una Coca Cola, por suerte no tenía ninguna pistola ;-)
Un abrazo y gracias por estos momentos tan geniales que nos brindas con tu ingenio.
Oh, muchas gracias Miguel. Qué te hayas reído es lo mejor que me puedes decir del relato. Ahora que lo dices, la gente es un poco maliciosa, pero estos se pasan un poco y llegan a la altura de La Comunidad, jeje (gran película). Eché un vistazo al libro Yo fui a EGB y la verdad es que estuve todo el tiempo: ¡Es verdad, era así! Cosas que ahora los chavales ni saben para qué son... Cómo cambia la vida sin darnos cuenta.
EliminarFíjate que pensaba que ya no existía el Circulo de lectores, me has dejado de piedra. Menos mal que tu eres un ciudadano de esos que ya no quedan y le diste un refresco al pobre, jeje.
Te agradezco de nuevo tu cariñoso comentario, Miguel.
Un fuerte abrazo y feliz día.
Un retrato genial de aquellos pobres vendedores que iban de puerta en puerta acarreando su mercadería. La descripción de cada una de las peripecias del pobre hombre están muy bien descriptas, con ironía y también de un modo muy espontáneo.
ResponderEliminarEl final es perfecto. Me encantó, Ziortza.
Un besazo, guapa.
Muchísimas gracias Mirella. Me alegra que hayas visto así el relato. La verdad, es que eran (y son) los trabajos de comerciales muy poco agradecidos y, aunque aquí la historia está muy exagerada (o no tanto), las peripecias que tienen que vivir tienen que ser increíbles.
EliminarMe alegran tus palabras, Mirella.
Un fuerte abrazo.
Una historia tan humana como entretenida. Has descrito a la perfección la frustración que deben sentir los vendedores a domicilio. Ahora se hace por teléfono. Todos somos un poco sufridores, los que viven de la (tele)venta y los que tenemos que soportar que nos intenten colar cualquier cosa.
ResponderEliminarTu historia me ha recordado que hace muchos años me hice socio de Círculo de Lectores por pena, pues el vendedor era un chico muy joven que, sudoroso y angustiado (dijo -no sé si para dar pena- ser hijo de viuda) parecía muy necesitado por conseguir un cliente. Ahora ya me he vuelto más intransigente pero muchas colecciones me han vendido.
Me ha encantado el modo en que lo has escrito y ciertos detalles que me han hecho reír, como los títulos de algunas obras. Me lo he pasado en grande.
Un abrazo, Ziortza.
Muchas gracias Josep. Creo que este trabajo es de los más frustrantes que existen, sufres lo indecible, y luego cobras a comisión (la mayoría, supongo). Pero luego pasa lo que dices, que queremos que nos dejen en paz, que no nos den la lata. Yo intento pensar que ellos intentan ganarse la vida como pueden, pero todos somos humanos (en el peor sentido).
EliminarNosotros también hemos estado en el Círculo de Lectores, y al final sigues porque te da palo borrarte. Pero es que hoy en día no merece la pena, esa es la verdad.
Me alegro que te hayas reído, Josep.
Te mando un fuerte abrazo.
Mis carcajadas comenzaron con el abanderado blanco (roto), jajaja y ya no pude parar, porque está muy logrado, Ziortza, es mejor tomárselo a broma porque en realidad el tema es peliagudo... Todavía en los tiempos que corren existen comerciales que intentan vender algo parecido a las enciclopedias de antaño, ahora camufladas como colecciones tan variopintas como la de las setas de la cornisa cantábrica... en fin, el desastre está asegurado, porque como no lleven una pistola como la de Fermín lo tienen igual de crudo que él. Estupendo relato, Ziortza, enhorabuena y un besazo ;)
ResponderEliminarHola Eva. Me alegro un montón que te hayas reído, jeje. Yo intentaría tomármelo con humor, pero reconozco que hay situaciones que son complicadas. Cada septiembre sacan nuevos coleccionables de cosas insólitas, eso la verdad es que me hace mucha gracia, aunque supongo que tendrán su público si lo siguen haciendo.
EliminarGracias por tu cariñoso comentario, Eva. Un besazo.
Como lo disfruté Ziotza, ole por ese comercial con dos... pistolas jaja bueno es una, pero algo que parece que iba deprimiéndo por momentos, casi lo veía abrazado a mi llorando (es que yo he sido comercial en un tiempo y conozco esa frustración) y después la vuelta de tuerca que le has dado a la escena. Ahora entiendo porque miraba tanto la viejecita de abajo, para ver que barbaridad iba a hacerle su vecino al comercial no testigo. En fin, bordas estos relatos tan ocurrentes. Ah, yo conservo aún el diccionario enciclopédico de Espasa Calpe de nueve tomos. En un tiempo lo usé bastante, ahora que encuentras todo en internet, lo veo y pienso: "algún día me va a tirar el estante de pladul" pero ahí sigue y cada vez aumentan las rajas. Será un motivo para cambiar el mobiliario jaja. Gracias por compartir el relato, besos
ResponderEliminar¡Hola Eme! Lo cierto es que lo que hace ese comercial seguro que nos gustaría hacerlo a muchos de nosotros en diversas situaciones, jeje. Lo que pasa es que no podemos... Menos mal que existe la ficción para dar rienda suelta a nuestras ensoñaciones.
EliminarYo tengo varias enciclopedias (alguna comprada recientemente de segunda mano, jeje) Lo malo es que ocupan mucho sitio y pones en riesgo el mobiliario, como bien dices jajaja. Pero es que no puedo evitarlo, acabaré amontonando los libros en el suelo (bueno espero no llegar a eso)
Muchísimas gracias por tus palabras, Eme. Un besazo.
Divertido! La verdad es que la vida del comercial puerta a puerta tenía que ser muy, muy dura y llena de anécdotas... ¡aunque dudo que ninguno tuviese una como esa!
ResponderEliminarMe encantó leerte.
Un abrazo.
Muchas gracias David. Me alegro de que te haya divertido. Espero que nadie llegue a una situación como esta, je...
EliminarUn abrazo muy fuerte.
¡Hola, guapa!!
ResponderEliminarNi que decir que me he reído mucho, también entristecí al imaginar al vendedor con el maletín de arriba abajo y recibiendo calabazas y desaires, de lo más penoso y frustrante, y que se ajusta a la realidad de entonces y creo que a la de ahora más.
Te quedó tan estupendo y natural redactado que parece una historia real al que le has añadido un puñado de buen humor con el que me voy satisfecha, puesto que el hombre supo sacar su furia afuera y liberarla con una pistola de agua jajaja.
Encantada de leerte, Ziortza.
¡Un abrazo bien grande!
Gracias amiga. El pobre hombre lo pasa tan mal que tiene que vengarse de alguna manera, aunque sea de esta forma un poco infantil, jaja.
EliminarAl final el humor es la mejor arma para sacar todo lo malo de dentro, eso creo yo.
Me halagan tus palabras, Mila.
Un besazo muy grande.
Hola Ziortza,
ResponderEliminarEsos años en los que las enciclopedias eran como chicles para un niño. Mi padrastro trabajó en aquella época del boom enciclopedico. ¡Qué tiempos tan duros! ahora, hacerse vendedor en estos tiempos cuenta de astucia, algo que fermín con un humor algo entre macabro y chistoso desempeña en el relato. Interesante relato.
Gracias Keren. Desde luego debe de ser uno de los trabajos más estresantes que existen. Ahora quizás no sean enciclopedias pero todavía hay empresarios que creen que la venta a domicilio es eficaz, por algo será, digo yo.
EliminarTe mando un fuerte abrazo, Keren.
Ziortza, has conseguido que me riese con ganas en más de una ocasión con esta entrada. Un día nos sorprendes con relatos profundos y reflexivos, y otros con historias con toques de humor y algo de locura, demostrando que posees una gran versatilidad a la hora de escribir. ¡Chapeau!
ResponderEliminarEn cuanto al relato, no me esperaba el final. No solo eso, sino que a medida que avanzaba la historia me iba interesando más por los acontecimientos que se narraban. Tuve un deja vu en esa época en la que llamaban a la puerta en busca de lectores; cuánta paciencia tuvieron que tener aquellos que se dedicaban a esa profesión tan ingrata. Menos mal que nunca me topé con uno como el protagonista, y también respiro aliviada por ser consciente de que, de momento, ninguno de mis vecinos va por ahí mordiendo orejas jaja.
Un besazo.
¡Hola Sofía! Me alegro de que te hayas reído. Cómo he comentado anteriormente, es una las cosas que más me gusta escuchar acerca de mis relatos (o leer, en este caso). No sé si tengo versatilidad a la hora de escribir, hago lo que puedo o lo que me sale, yo creo que es consecuencia de la diversidad de mis lecturas y sus influencias en cada momento. Realmente creo que me influye mucho leer a la hora de escribir.
EliminarEl final del relato es un poco locura, normalmente nos comportamos civilizadamente en la mayoría de los casos (jeje)
Un besazo, Sofía.
¡Es genial Ziortza y muy divertido! Primero Fermín me ha dado una pena inmensa, pobre hombre, pero ha sabido reconducir bien la escena, el mordisco y la 'pistola' de su hijo le han hecho sacar la fuerza que necesitaba.
ResponderEliminarAhora seguro que no pierde el trabajo, jeje
Un besazo.
Muchas gracias Irene, eres muy amable. El pobre Fermín sabe darle un giro a la historia en su propio beneficio, y (realmente) sin emplear la violencia.
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Un besazo, guapa.
Pues fíjate que me parece que de pequeño mis padres no solo los hacían pasar sino que hasta les daban algo para tomar y alguna cayó. Sobre todo cuando venían con unos supuestos concursos de dibujos. Por no hablar de aquellos que organizaban excursiones para venderte un terreno "pa la torre". Qué tiempos... Bueno, un relato magnífico en el que marcas muy bien el tiovivo de emociones del personaje. Resignación, hastío, humillación, ira... felicidad. Aunque nunca es recomendable la violencia, en este caso desde luego hizo justicia. Un abrazo!!!
ResponderEliminarGracias David. En mi casa estuvimos mucho tiempo suscritos al Círculo de lectores, cuando realmente no salía a cuenta. Menos mal que la mayoría somos seres civilizados (más o menos) y sabemos empatizar normalmente. Realmente el tiovivo de emociones (me ha gustado esa frase) del personaje es increíble, jeje.
EliminarTe agradezco, una vez, más tus palabras David.
Un fuerte abrazo.
Siempre me sumerges en tus relatos de una manera increíble, tu ingenio es digno de admirar mi estimada amiga Ziortza.
ResponderEliminarEspero te encuentres muy bien amiga, me da gusto disfrutar de nuevo de tus creaciones, te mando un abrazo, cuídate mucho y se muy feliz.
Muchas gracias amigo Jorge. Me alegra que te hayas entretenido con la historia.
EliminarEs un placer volverte a tener por aquí. Espero disfrutar pronto de tu maravillosa poesía.
Un fuerte abrazo, Jorge.
Trabajar de cara al publico es horroroso, y más a puerta fría. Me da escalofríos solo de pensar en ese pobre señor. Ahora eso si, la oreja le recordará que él pertenece a esa leyenda de que alguien consiguió vener una enciclopedia.
ResponderEliminarMuy bueno.
Un besillo.
Gracias María. Trabajar de cara al público es una de las cosas más estresantes y horribles que existen, es cierto (lo digo por experiencia). Y encima si tienes que llamar puerta a puerta puede llegar a ser una película de terror, como es el caso.
EliminarTe agradezco de nuevo tus palabras, María.
Un besazo.
Muy buen relato Zihortza, me he reído mucho, ¡pobre hombre!. Me ha hecho recordar, que tengo en casa tres libros que parecen el libro gordo de Petete. Uno de cocina y con toda clases de recetas. Este se me ocurrió de joven enviar a la editorial un panfleto que estaba en el buzón. Vamos que no faltaron dos días para que se presentaran en casa y mi madre al ver que había yo solicitado información, no dudó en comprar el ejemplar a plazos.Me lo regaló por un cumpleaños. Tiene fotos y recetas increíbles de alta cocina, vamos que si lo coge un ben cocinero hace maravillas. Yo apenas lo uso para alguna consulta. También mas tarde me compró dos libros relacionados para aprender a comportarnos las mujeres. Nos marcan cómo debemos de ser y cómo comportarnos en cada casi de la vida. Entre otras cosas cómo ser sumisa y servir al marido. Menos mal que no he hecho caso de todos lo que allí se explica. Los guardo dentro de un armario y allí ocupan un bien espacio. Pero bueno, siempre hay alguien que compra cosas a esos vendedores. Sino de qué van a vivir. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola Mamen! Me alegro de que te hayas reído con la historia del pobre protagonista. Muy buena tu historia de los libros de recetas. En estos casos no puedes casi ni solicitar información enseguida te los encuentras ya sea al teléfono o en la puerta. Esos libros de cómo debían comportarse las mujeres ¡he visto alguno!, no podía dar crédito, pero si existían, decía cómo ser una buena esposa y comportarse con el marido... Increíble pero cierto.
EliminarMuchas gracias por tu maravilloso comentario, Mamen.
Te mando un fuerte abrazo.
Creo que tu relato me hará ver de otro modo a los vendedores que llaman a mi puerta,... jajaja,... por si las moscas le compraré algo de su catálogo ;)
ResponderEliminarEstupendo relato Ziortza!
Muchas gracias Norte. Aún así, espero que no te encuentres con situaciones parecidas, jeje.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Me ha encantado tu relato, Ziortza! Además, me he reído como un enano. La ocurrencia de Fermín de usar la pistola de juguete con ese gañán me ha parecido, simplemente deliciosa. Ojo, no soy partidario de la violencia pero ese tipo se merecía un escarmiento de los buenos. Y cuando he leído en la lista de libros que le sugiere: "Manual de buenos modales (de este no se olvide, por favor)…" ya he soltado carcajadas, jaja. Hace años hice la prueba para trabajar a puerta fría y me sirvió para dos cosas: 1, constatar lo duro que puede ser ese trabajo. 2, que no servía para él.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo! ; )
Muchas gracias Ramón. Me alegra que te hayas reído con el relato. Bueno en realidad el no utiliza la violencia, es una estrategia como otra cualquiera, jeje.
EliminarCómo dices, creo que para estos trabajos hay que ser de una pasta especial, tener una coraza para que todo te resbale, si no..., yo desde luego tampoco serviría para él.
Te mando un fuerte abrazo.
No he tenido más remedio que identificarme; yo estuve una vez en los zapatos de ese vendedor, pero nunca se me ocurrió lo de la pistola, lástima.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias literatonovato. Espero que, aunque son trabajos difíciles, no hayas tenido que vivir situaciones demasiado embarazosas o críticas.
EliminarTe mando un fuerte abrazo.
Holaaa Ziortza!! ¡qué bueno!!
ResponderEliminarMe he estado riendo pero a la vez sentía una congoja en el alma, pobrete! pero otra vez me salía una risa incontenible.
Una vida muy dura la del comercial, lidiando con toda una jauría humana muy variopinta. La descripción de los personajes de la escalera han sido tan buenos y descriptivos que casi los puedo "oler" jejeje
Y el final redondo, me ha encantado la imaginación que despliegas, jajaja eso es lo que tiene tener hijos, siempre dispuesto a improvisar.
Enhorabuena Ziortza, un abrazo bien fuerte amiga.
¡Muchas gracias Xus! La verdad es que es una situación en la que no sabes si reír o llorar, hasta el final que el protagonista "gana" de alguna manera. Estos trabajadores se tienen que encontrar con todo tipo de personas y personajes, y seguro que improvisar demasiado para lo que les pagan, como este pobre.
EliminarMe alegro de que te haya divertido el relato amiga Xus. Un besazo y feliz semana.
Pobre hombre, ¡menudo día llevaba! No me extraña que la idea de usar la pistola, incluso aunque fuera de verdad, pasara por su cabeza jajajaja. El final es súper divertido, un desahogo para la tensión acumulada al irnos haciendo cargo de la situación y los sentimientos del prota. Suerte que todo ha acabado bien, excepto para el "mordedor de orejas ajenas". ¡Buenísimo, Ziortza!
ResponderEliminarComo anécdota te contaré que en mi casa había muchísimas colecciones de libros que mis padres habían comprado, poco a poco, a vendedores como Fermín. En aquella época era de lo más corriente. También mi hermana, entonces estudiante, trabajó un verano para una editorial vendiendo libros por las casas. La verdad es que a la puñetera no se le daba nada mal y se ganó un buen dinerito. Eran otros tiempos.
Lo dicho, me ha encantado leerte.
¡Besos y feliz finde!
Muchas gracias Julia. Es cierto que el hombre tiene que liberar esa tensión de alguna manera, y tiene el acierto de hacerlo de una manera muy original.
EliminarCreo que todos hemos comprado libros a comerciales o hemos estado suscritos a historias de este tipo, eran otros tiempos, como dices. Sí que me sorprende el hecho de conocer a alguien que ganara algo de dinero con este tipo de trabajo ¡chapeau por ella!
Un besazo Julia y ¡feliz semana!
Saludos, Ziortza:
ResponderEliminarSé por experiencia lo difícil que resulta escribir humor literario. De ahí que valore muchísimo cualquier relato, cuento o novela que o bien contenga pinceladas de humor o que el humor sea su principal argumento. No resulta nada fácil arrancarle una sonrisa al lector (con lo doloroso que es eso, ya ves), pero sí que puedo decir que conseguir hacer reír con algo que has escrito es de las cosas más gratificantes que conozco (lo sé, tengo que salir más y conocer mundo :P ).
En fin, que tu relato me ha parecido muy tierno y divertido, y con un final redondo. Te felicito. : )
Un abrazo, Ziortza.
Hola Pedro.
EliminarFíjate si me resultará difícil que hasta me da vergüenza escribir algo que "pretende" ser divertido. Hasta el punto de que me lo pienso muchísimo antes de hacerlo. Lo cierto es que cuando me dicen que se han reído con algo que he escrito, a veces ni me lo creo.
Muchas gracias por tus palabras, Pedro.
Te mando un abrazo muy fuerte.