miércoles, 7 de diciembre de 2016

RELATO DE SUPERVIVENCIA: HÉROES EN SILENCIO


HÉROES EN SILENCIO

"De noche todo es diferente. Al desaparecer la luz, el alma puede sufrir de melancolía si no está lo suficientemente alimentada". Recordaba esta respuesta que su padre le repetía una y otra vez, cuando le preguntaba por esas lágrimas que recorrían sus rudas mejillas en los anocheceres de invierno. Su madre había fallecido dos meses antes, y su progenitor, incapaz de superar aquel zarpazo de la vida, fue cayendo poco a poco en una depresión, que le llevó en este orden, a la desesperación, a la locura, y finalmente a la muerte.
Tumbado en aquel roído colchón, rememoraba las vicisitudes de su infancia, cuando siendo hijo único, y sin familiares cercanos, se quedó huérfano de una manera fulminante. Sentía como aquel hecho traumático para un niño de diez años, había marcado su vida posterior de manera significativa. Se crió en un orfanato primero, y con una familia adoptiva después. Un conjunto desestructurado y sin recursos, que no le permitió estudiar más allá del bachillerato. Empezó a trabajar con su padre adoptivo como peón de albañil en la pequeña empresa de construcción que este tenía. Cuando las vacas flacas hicieron su aparición, la empresa tuvo que cerrar. Con cincuenta años, sin poder independizarse, todavía vivía con esta familia, compuesta a esas alturas, por dos ancianos, que casualidades de la vida, murieron también uno detrás del otro. Los otros hijos del matrimonio vendieron la casa, y le dieron una parte que él intuyó escasa, pero el apuro y la humildad le impidieron reclamar nada. Nunca habían ejercido de hermanos. Nunca más volvió a verlos.



Aquel dinero le sirvió para vivir de alquiler un par de años, pero pronto se esfumó, como casi todo en su vida. Y así, sin transición alguna, se vio directamente en la calle, con un perro y una mochila colgada en bandolera, como un personaje sacado de una novela de Dickens, pero doscientos años después. Es más, a él le gustaba llamarse Oliver, sin ser su verdadero nombre, en recuerdo del pequeño y desvalido huérfano del libro.
Oliver y Golfo compartían la humedad del jergón debajo del puente que estaba a las afueras de la ciudad. Cuando Oliver se quedaba embelesado recordando sus antiguas vivencias, Golfo le traía a la realidad con un ladrido enérgico y sonoro. A su amo le sorprendía el vigor de su perro, dadas sus circunstancias y se preguntaba de donde sacaba esa fuerza y vitalidad. A él, sin embargo, cada día le costaba más seguir el ritmo de la vida,  con su reuma, su artrosis, y sus problemas respiratorios.
Sabía que le convenía pasar las noches en los albergues, sobre todo en invierno, pero nunca había querido dormir allí. Algunas veces entraba para asearse un poco, pero eran sitios donde no acostumbraban a aceptar animales, y él era incapaz de traicionar a su fiel y leal amigo. Tan solo visualizar la imagen hipotética del perro tras la puerta del albergue con su mirada triste, mientras él entraba a acomodarse en una cama calentita, le encogía el corazón.
Vivía de la caridad, y aunque muchas de las personas que le auxiliaban le recordaban las ayudas que podría recibir de distintos organismos, no se veía a si mismo recurriendo a ellas. Tenía setenta años, y muchos sufrimientos a sus espaldas, pero era incapaz de presentarse en uno de aquellos edificios y pedir amparo. Había llegado un momento en que Oliver ya se sentía parte de la calle. Como un mobiliario urbano más, como un árbol más del parque. Creía que cada uno tenía su destino, y que a él le había tocado ese. Y aunque no era religioso ni supersticioso, pensaba que quizá estaba sufriendo alguna penitencia o castigo por algo que él, o su familia, habían hecho mal. Sin embargo no acertaba a saber el qué.



Muchas noches, cuando estaba un poco animado, se acercaba a los túneles abandonados por donde antiguamente había transitado un tren, y se entretenía charlando con sus colegas callejeros que había conocido en todos aquellos años. Hablaban alrededor de una fogata. Filosofaban, cada uno contaba su historia, recordaban amores pasados, y de vez en cuando, si había una botella de vino por medio, arreglaban el mundo. Se olvidaban que ese mundo no los incluía. A veces, se quedaban simplemente en silencio, mirando el fuego, y rascándose la barbilla, hasta que la última chispa se apagaba, y la oscuridad absoluta se apoderaba del momento. Entonces la mejor opción era meterse entre las mantas y los sacos, y dejar de rumiar pensamientos.



Pero aquel día Oliver se había quedado debajo del puente, el cuerpo no le obedecía como de costumbre, y el tiempo era desapacible. Golfo estaba tumbado encima de él, sabía que le gustaba que hiciera eso porque le daba calor. Se miraban a los ojos. No necesitaban decir ni ladrar nada. Eran dos viejos amigos, dos criaturas en perfecta simbiosis. Adalides de la vida, campeones de la supervivencia, guerreros que luchaban cada día contra un ejército de fantasmas. Héroes anónimos que no esperaban nada. Animales libres, entre la multitud perdida y a merced de la corriente.

Al amanecer, cerraron los ojos.


16 comentarios:

  1. Se me fue encogiendo el corazón a medida que avanza el relato, se me echaron los años encima sin darme cuenta, y si cierro los ojos puedo oír cómo se detienen sus latidos. Muy emotivo. Un abrazo +Ziortza Moya Milo

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    1. Muchas gracias Eva. Tu comentario me emociona a mí. Eres muy amable. Hace tiempo que lo escribí y le tengo especial cariño. Un abrazo muy grande ;)

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  2. Te felicito sinceramente, Ziortza, me hiciste introducirme tanto y tan bien en el relato, que lo aprecié como un hecho real. Penoso, muy triste y sobrecogedor saber, que hay "héroes anónimos" en igual de situación.

    Tal vez, a tu protagonista le faltó valor para enfrentarse a la vida, o quizás, sin más, fuese su destino y lo vivió dignamente.
    Me gusto tu forma de expresarlo.

    Un beso-)

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    1. Gracias por tus palabras Mila, eres muy amable. Desgraciadamente estas historias son realidades en muchas personas. Creo que la vida a veces te lleva por derroteros que en un principio ni siquiera imaginarías. Me ha agradado mucho que te hayas pasado por mi blog y contar con tus sabias palabras.

      ¡Un fuerte abrazo!

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  3. Tienes una forma de narrar que nos lleva de la mano recorriendo tranquilamente la columna vertebral del argumento con una estructura literaria interna sólida. Uno se siente casi de inmediato en empatía, encariñado a este personaje al que la vida no lo ha tratado bien desde el comienzo. Que reflexiona pero no entiende las causas de sus desgracias y acepta su destino casi como un hecho natural, y cae, y vemos como pasa de una casa a la intemperie, como con los años se produce su hundimiento, ese final triste. Conmovedor relato Ziortza. Excelente trabajo. Te mando un gran abrazo.
    Ariel

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    1. Guau Ariel, tu comentario me deja sin palabras. Estoy emocionada por tu manera de analizarlo y tu manera de entenderlo. Sentir empatía por el personaje como bien dices era mi objetivo y me encanta que lo hayas sentido. Lo has resumido perfectamente.
      Es un placer que visites mi blog. ¡Un abrazo!

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  4. Ziortza la forma de relatar esta historia nos mete en ese mundo que tiene el personaje. Hoy en día vemos vagabundos pidiendo y no nos paramos a pensar que vida tienen detrás, ¡que pena! a veces pasamos como si no los viéramos. Me entra un remordimiento cuando no les doy nada. Ufff, Un abrazo

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  5. Muchas gracias por tu comentario y por pasarte por mi blog, María del Carmen. Me agrada que te hayas metido en el relato y en la vida del protagonista. Y si es verdad que a veces vamos tan imbuidos en nuestras historias que no pensamos en los demás. Es una pena.

    Un enorme abrazo.

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  6. ¡Hola de nuevo, amiga Ziortza!

    Por supuesto que has logrado tu objetivo de crear un personaje "anónimo" pero con el que también hemos simpatizado o empatizado fácilmente, lo cual dice mucho a tu favor a la hora de narrar.
    La fluidez con la que vas desarrollando esta preciosa historia nos envuelve casi desde el principio, también destaco tu habilidad para irnos despertando un buen abanico de emociones que desembocan en un final digamos apoteósico, por este crudo final tan conmovedor.

    Un beso y feliz fin de semana!!!

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    1. ¡Hola Estrella! Como siempre es un placer que te pases por mi blog y me regales tus palabras y tu forma de comentar el relato tan interesante. Me encanta que te haya gustado.

      Un abrazo enorme y feliz fin de semana también para ti!!!

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  7. ¡Excelente relato Ziortza!
    Encoge el corazón y entristece de una manera que traspasa el alma, pero a la vez hay libertad y amor sincero en él.

    El final sin palabras, decir emotivo sería quedarme corta.
    Me ha encantado!

    Un fuerte abrazo, :)

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    1. Muchas gracias Irene. Eres muy amable con tus palabras y me gusta que hayas visto esa parte de libertad que tiene el personaje y que te haya emocionado. Muchas gracias por visitarme.

      Un abrazo muy grande!!

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  8. Magnífico relato!, la emotividad que despierta Olivier va mucho más allá de un personaje de ficción. Creo que es inútil intentar explicar lo inexplicable,... es imposible entender como algunos vagones del tren van descolgándose para quedar atrapados en una vía muerta,... sin pasado, sin presente y sin futuro. Olivier es una más de tantas personas que esta sociedad desecha sin el menor rubor.

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    1. ¡Hola Norte! Qué bien lo has explicado. Efectivamente hay poco que explicar tan solo constatar. Y si es verdad que a veces es más cómodo mirar de refilón que avergonzarse.

      ¡Gracias por tus palabras y un abrazo muy fuerte!

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  9. Buen relato. Pensamos en que la vida puede controlarse, planificarse en positivo, como dice esa corriente tan de moda del pensamiento positivo. No, la vida te arrastra con suerte por un río en calma, en otras ocasiones por un cenagal, por un torrente lleno de maderos y piedras en el que con suerte solo podemos aspirar a no ahogarnos. Saludos!

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    1. ¡Gracias David! Es como dices, eso de que "podemos cambiar las cosas si queremos"..., es una frase que creo que puede hacer mucho daño. A mí lo del pensamiento positivo tampoco es que me convenza mucho la verdad; la vida es mucho más compleja, como bien dices y hay circunstancias incontrolables.

      ¡Saludos!

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