LA MUJER EN LA VENTANA (2018)
A.J. Finn (Nueva York)
Al leer esta novela he tenido la sensación una vez más (una entre
muchas) de déjà vu. Cuando una historia ha tenido éxito y se ha
convertido en un best seller (término que no es malo en sí mismo), se suceden
una serie de novelas que quieren contener la misma esencia, repiten los mismos
perfiles protagonistas, el mismo ritmo narrativo. Desde que leí a la genial y
retorcida Gillian Flynn en Heridas abiertas y sobre todo en la
maravillosa Perdida, he tenido la ocasión de tener entre mis manos dos o
tres novelas que siguen en mayor o menor medida este patrón de manera vaga pero
identificable. Me pasó con la entretenida sin más La chica del tren y me
acaba de pasar con La mujer en la ventana. En concreto, en estas dos
últimas novelas, quitamos un poco de allí y ponemos un poco de acá, y tenemos a
una mujer protagonista cuyo pasado fue más o menos agradable con algún que otro
problema, y su presente es caótico y se haya a la deriva. Todas sus
circunstancias las ahoga en alcohol (mucho alcohol), y llega un momento en que es
testigo de un hecho espeluznante pero inverosímil para los que la rodean.
En principio no sabemos muy bien que ha pasado con Anna Fox, pero el
caso es que actualmente vive sola en un apartamento de Nueva York con una
incapacitante agorafobia. Una situación provocada por un pasado reciente que
cuando asoma la patita resulta previsible de tan mascado. Se dedica a espiar
a sus vecinos, y esto un día le lleva a observar un suceso escalofriante (la
referencia a La ventana indiscreta de Hitchcock es tan evidente, que
hasta el escritor se lo hace reconocer a la protagonista). Es cuando se desata
la tormenta y el escritor nos lleva por un juego de realidad y alucinación que
al final se desentrañará.
El ritmo es ágil y trepidante, es lo que se suele decir en estos casos.
Se lee en un pis pas a pesar de ser un tochaco, pero realmente te llegas a
plantear en muchos casos si realmente está pasando algo o estás perdiendo el
tiempo. Eso lo decidirá el lector cuando acabe la novela. Lo que más me ha
gustado es que la protagonista es una adicta al cine clásico de suspense y
novela negra. En este sentido, las constantes referencias al tema hacen la
novela más agradable en algunos momentos. Un thriller psicológico (je, je) de
manual, con una campaña de publicidad increíble (los calificativos a la
excelencia de la novela tanto en la portada como en la contraportada, solapa y contrasolapa
son incontables) que tiene cosas buenas, cojea en otras, y poco más, la verdad.
MAR BLANCO (2018)
Claudio Giunta (Turín, 1971)
Tres jóvenes florentinos desaparecen en las islas Solovskí, una zona
climatológicamente hostil al norte de Rusia, cerca del Mar Blanco. Habían
acudido allí a colaborar en la restauración de un monasterio, proyecto
financiado por la UNESCO. El lugar también fue en su día, el escenario para el
establecimiento de los escalofriantes gulags del antiguo régimen soviético.
Dadas las condiciones del lugar y a falta de información, tanto la
policía italiana como la rusa están a punto de cerrar el caso y considerarlo muerte
accidental. Pero el periodista freelance Alexander Capace, viendo algún
hilo por donde tirar, decide hacer una investigación por su cuenta
desplazándose al inhóspito enclave.
Se ha hablado mucho de que esta novela tiene reminiscencias de El
nombre de la rosa y he de decir que nada que ver, salvo que la narración
tiene un monasterio como coprotagonista. Creo que la brillantez y la
complejidad de un clásico como es El nombre de la rosa, es difícil no
ya de superar, sino de igualar.
Esta novela es una historia bastante original e interesante que se
debate entre el misterio de la desaparición de los jóvenes y la crisis
existencial que está viviendo el protagonista. Él es un treintañero, que no acaba
de despuntar en su trabajo, que está a punto de divorciarse, y que no sabe cómo
redirigir su vida. Es de esos libros donde el suspense tiene un protagonismo a
veces secundario, sobre todo cuando se para a dibujar la sociedad (en muchos
casos de la clase alta florentina) o realizar retratos psicológicos, como el
que hace de la madre de Enrico, uno de los desaparecidos, que me ha parecido de
lo mejorcito de la novela. También la evolución del protagonista principal, muy
alejado al principio de los chicos desaparecidos, y que comienza a sentir un
acercamiento e identificación hacia ellos, sobre todo a raíz de la lectura del
diario de Enrico. Descubrirá una personalidad no tan alejada de él mismo y que le
hará obsesionarse aún más con la historia.
Un relato donde pasado y presente se entremezclan, en una ambientación
poco habitual en la novela negra y que hace aún más inquietante el desarrollo y
desenlace del enigma. Pero sobre todo es una búsqueda del propio ser a través
de acontecimientos que se van sucediendo y que son a veces como puzzles que van
forjando la identidad del protagonista.
YA NO QUEDAN JUNGLAS ADONDE REGRESAR (2017)
Carlos Augusto Casas (Madrid, 1971)
Esta es una de las novelas que más me ha sorprendido de las últimas que
he leído. No estoy muy familiarizada con ciertas etiquetas que se le dan al
género, pero en el prólogo se la califica como una hard boiled. Desde
luego, después de leer la novela, encaja perfectamente en este estilo: sexo y
violencia a cascoporro como hilo
conductor. Y todo sin remilgos, ni delicadeza, ni filtros. A bocajarro. Con
lenguaje obsceno y provocador. En este sentido, me recuerda mucho a un libro que leí hace poco, que me encantó y que recomiendo (dentro de este contexto,
eso sí) que es Sesenta kilos de Ramón Palomar.
Tengo que reconocer que me sorprendo a mí misma muchas veces en mis
gustos y más teniendo en cuenta que el otro día hice un test en Internet (¿por
qué, Dios mio?), y me salió que era una PAS (persona altamente sensible), y por
lo tanto no proclive a estas lecturas y tal… Bueno será que la incoherencia y
la contradicción son otros de los rasgos de mi personalidad.
Volviendo al lío, la narración es una historia de venganza, casi épica. La
de un anciano Teo, el gentleman, que decide ajustar cuentas con los
asesinos de Olga, una prostituta con la que le gustaba charlar y pasar la
tarde. Con poco que perder y este objetivo anclado en su cabeza, iniciará un
recorrido de destrucción y muerte al más puro estilo Tarantino. La novela tiene
unos secundarios sorprendentes, como es ese sicario que tras su trabajo vuelve
al hogar con su familia feliz de clase media, o esa inspectora nada
estereotipada que deja mensajes de voz en el móvil de un marido que no acaba de
regresar a casa.
Violencia, soledad, humor y excesos cohabitan en esta novela corta que
se lee en un suspiro y tiene vocación de minoritaria, lo cual me lleva a la
conclusión de siempre con la que todo el mundo no estará de acuerdo: me
encuentro más a gusto en ese mundo peculiar y con personalidad que no busca
gustar a todo el colectivo o masa en general. Y también me lleva a una
reflexión al margen de estas novelas y que cada vez tengo más clara, y es que
el entretenimiento también es calidad (lo que mi cabeza asume como calidad).
Últimamente no concibo el uno sin la otra y la otra sin el uno.