jueves, 16 de noviembre de 2017

RELATO: REMINISCENCIAS






Mi vida dio un giro radical cuando empecé a hablar con los muertos. Fue un día gris y lluvioso en el que no tenía grandes cosas que hacer. Recuerdo que estaba sentado en el sofá sin ningún plan preestablecido, ni pendiente de llamadas inesperadas, ni mucho menos visitas por sorpresa. El primero que se me apareció fue un animal, en concreto mi perro Sócrates. No Pluto, ni Roy, ni Aníbal. No entiendo por qué, tampoco había sido el último en morir, ni había sido un perro especial en nada. Pero fue él el que entró por la puerta de la sala con su andar cansino de bulldog inglés, para sentarse después y posar su mirada de párpados caídos en mi careto. Como conclusión pensé que la aparición de muertos es más bien aleatoria o sujeta al azar. Sus primeras palabras no fueron nada consoladoras:

—No esperes nada en el otro lado, todo acaba aquí.

 Yo le pregunté sorprendido:

—Y entonces, ¿por qué has venido? ¿Por qué te has hecho visible si ya no eres nada?

—Yo no he venido, tú eres el que me ves, no te confundas.

El perro se fue por el sitio por donde había venido, no sin antes darse la vuelta y añadir con pesimismo:

—Solo sé que no sé nada.

Aquello me dejó de piedra. ¿Se me habría ido la pinza?

Afortunadamente aquella deducción que saqué inicialmente era errónea. Las manifestaciones de los difuntos comenzaron a ser más gratas y agradecidas. Con lo cual rechacé la teoría del azar para inclinarme por algo más bien preestablecido por las fuerzas que se sitúan en el más allá. Un día estaba llorando en la cocina y mi abuela se sentó junto a mí:

—¿Por qué lloras hijo?

—Tengo miedo abuela, ¿la muerte duele?

—Qué va hijo. Simplemente dejas de sentir, y pasas a ser lo mismo que eras cuando no habías nacido: algo así como una estrella en el cielo.

—¿Y eso del túnel con la luz al final?

—Tonterías. Inventos de algún vivo sin imaginación.

Puse mi cabeza sobre su pecho y me dejé acunar, al igual que cuando era un niño e iba a comer a su casa cuando mi madre tenía que trabajar. Siempre he sido muy familiar. Mi abuela tarareó una canción horas y horas…

Mi padre tenía un carácter muy reservado, grave, de esas personas que te miran de refilón al pasar porque intuyen que has hecho algo malo. Cuando le intuía cerca siempre pensaba que me iba a llevar alguna colleja o algo, pero incomprensiblemente, a pesar de su dureza y rigidez, nunca me pegó.

A él me lo encontré sentado en el sofá mirando la televisión apagada. La muerte no parecía haberle cambiado su expresión, que seguía siendo ruda y taciturna:

—Papá me alegro de verte; nunca tuvimos una conversación de más de cuatro palabras.

—Bueno, tampoco es que yo haya cambiado mucho.

—Ya veo.

—¿Qué tal tu madre?

—Igual. Igual de mal ¿no la ves?

—No, solo te veo a ti. Mejor dicho: tú me ves a mí. —Otra vez las mismas palabras, igual que el perro.

Pasó un tiempo; pudieron ser minutos u horas. Luego habló de nuevo:

—Algo me dice que esa conversación va a tener que esperar. No me salen las palabras. Quizás en otro momento.

—Solo una cosa papá, ¿se sufre ahí… dónde estás?

Y entonces me miró con un especial cariño por primera vez en su vida, quiero decir… en su muerte.

—El sufrimiento es solo una percepción de nuestra mente, hijo, de nuestra consciencia. La muerte es la última etapa de la vida, cuando todo deja de ocurrir…

Lo cierto es que nunca me había encontrado mejor en toda mi larga existencia. Yo, que soy un ser solitario, me sentía muy acompañado con estas conversaciones que nunca acababan en un punto y final. Mi madre estaba muriéndose por aquel entonces y con su partida no me quedaba nadie cercano. No me había casado, ni había tenido hijos. Mi mejor amigo, Manuel, había  muerto también de forma prematura en un accidente de tráfico. La muerte, que me había acompañado a lo largo de mi vida en su versión más cruel, ahora parecía resarcirme de todo el dolor sufrido.

Fue toda una alegría cuando encontré a Manuel jugando solo al fútbol en un terreno abandonado del pueblo.

—¡Manuel! Qué gusto me da verte…—Intenté abrazarle, pero algo me lo impidió.

—¡Eusebio! Quién me lo iba a decir.

Estuvimos jugando toda la tarde, fue uno de los días más felices de mi vida. Al anochecer, cuando Manuel se despidió, me di la vuelta casi sin resuello por el ejercicio. Estaba tan excitado que no me percaté de la escena hasta que levanté la cabeza y vi a un grupito de gente compuesto por niños y adultos que me miraban estupefactos.

—¿Estás bien, Eusebio? Los niños nos han avisado de que andabas gritando solo con un balón…

—Oh, no os preocupéis, estaba haciendo un poco de deporte.

Aquel revuelo que se montó por mi causa me molestó, más que preocuparme. Nunca se habían interesado en mi vida y cuando parecía que me había trastornado venían los muy morbosos… A partir de aquel día tuve más cuidado con los vivos a la hora de hablar con mis muertos. Tendría que encontrar el espacio y el momento adecuados. 

Cuando murió mi madre, casi fue un consuelo. Llevaba en coma mucho tiempo, y tenía ganas de verla otra vez en su plenitud. Al principio tuve miedo, ¿y si no se me aparecía? En el cementerio me quedé solo observando su nicho, mientras dos ancianas chismorreaban detrás de mí. A esas alturas ya se había corrido el rumor de que estaba zumbado. Cuando vieron que todo permanecía inalterable, se fueron cogidas del brazo.

Me marché a la playa, el zumbido del viento golpeaba mis oídos, las olas se acercaban y removían la arena, yo también lo hacía con mi zapato intentado destapar algún recuerdo: quizás el de una mujer que se acerca a la orilla con un vestido corto de verano; lleva un niño de la mano. Juegan a querer y no querer tocar el agua…, está muy fría. Sonríen nerviosos. Corren, tropiezan y caen en la arena rotos de la risa…

Una figura femenina se acercó a mí. Era inconfundible: el pelo rubio suelto, andar desgarbado, arrugas incipientes, sonrisa confortante. Por fin, un suspiro infinito.

Volví a llorar de nuevo, pero esta vez era de emoción, de gratitud.


35 comentarios:

  1. Enternecedor, Ziortza. A veces conversar con los muertos es tranquilizador. Como pasear por algunos cementerios.

    Besos.

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    1. Muchas gracias Juan Antonio. Estoy de acuerdo contigo, aunque a mí pasear por los cementerios me da un poco de miedito.
      Un besazo.

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    2. En el de Granada últimamente se celebran conciertos y no deja de ser interesante visitar las zonas históricas y monumentales. Quizás soy un poco rarito, Ziortza, jajaja. Besos para ti.

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    3. Bueno realmente no me da tanto miedo, jeje (quizá sola por la noche, un poco). Me parece interesantísimo lo de los conciertos, es una idea estupenda.

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    4. Abundando en curiosidades históricas, algunos mausoleos monumentales, lógicamente de algunas familias poderosas de la Granada decimonónica, están flanqueadas por antorchas que podían ser encendidas. Debía ser realmente teatral y romántico el espectáculo.

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  2. Ahora que lo pienso, no hay tanta diferencia entre recordar a nuestros seres queridos que han muerto y hablar con ellos a viva voz, como si estuvieran delante. A mí me pasa con mi abuela, que murió este verano. Me sorprendo pensando en ella a menudo, es como si siguiera viva. Y de mejor talante, sin los padecimientos que tuvo que aguantar sus últimos años. Con razón dicen que el olvido es la verdadera muerte.
    Bonita historia, Ziortza, contada con gran sensibilidad. Aunque nos cueste reconocerlo, la mayoría hablamos con los muertos.
    Un abrazo.

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    1. ¡Hola Gerardo! Yo, la verdad es que no lo diferencio. Igual no lo verbalizo tanto pero sin pienso en cosas que les diría y en lo que me responderían. Y en ocasiones de extrema sensibilidad si siento algo diferente, como algo más tangible..., pero bueno esto ya, en fin. Cuando alguien tan cercano se va, cuesta un tiempo hacerse a la idea. Siento mucho tu pérdida. Yo también me les imagino es su época buena, no como el momento en que se fueron.
      Muchas gracias por tus palabras, Gerardo.
      Un fuerte abrazo.

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  3. Hola Ziortza, de nuevo una genialidad y esta vez acompañada de un humor negro inteligente y realmente divertido en la primera parte. Y es que ese perro pasota, circunspecto y con ese "yo solo se que no se nada" es una delicia literaria.

    Después giras hacia la ternura y la sentimentalidad de una jornada en la playa en la que parecen cuadrar de un modo adecuado los sentimientos de tu protagonista.

    Personalmente nunca he vivido una experiencia extrasensorial de tal calibre, en cambio en sueños, si he conseguido hablar y abrazar a alguien que ya no está.

    Un beso y felicidades por tu creatividad.

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    1. ¡Hola Miguel! Me alegro que te haya gustado esa primera parte que era un poco para desengrasar el tema, ya que no quería llevarlo a su parte tétrica ni mucho menos. Y ahí me ayudó mucho Sócrates.
      Creo que cuando estamos muy sugestionados por hechos dolorosos recientes, creo que si se puede sentir algo diferente, pero en todo caso depende de cada persona. Yo, a veces, y eso que soy muy escéptica con estos temas, con la ultrasensibilidad que tengo, pienso que me puede pasar cualquier cosa, jeje.
      Muchas gracias de nuevo, Miguel, por tus cariñosas y sinceras palabras.
      Un besazo.

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  4. Ains Ziortza, qué bonito. Me ha gustado muchísimo y además me has tocado la fibra sensible. Mi abuela se murió la semana pasada y aún estoy de aquella manera :'(
    El caso es que ojalá pudieramos volver a ver a las personas que queremos, y como has contado, hasta de ver a mi perro me alegraría. Me arriesgaría a acabar siendo "la loca del barrio" como le pasa a tu protagonista jejej
    Me ha encantado, has mezclado melancolía con humor, y la combinación te ha quedado de 10
    Un besote guapa, eres una artista! :*

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    1. ¡Hola María! Antes de nada te doy el pésame por el fallecimiento tan reciente de tu abuela. Los abuelos, suelen ser los primeros en irse, pero por la figura que suelen desempeñar en nuestras vidas, nos tocan especialmente.
      Yo, a pesar de mis añazos ya, me imagino un mundo idílico donde están disfrutando en compañía de humanos, todos los animales que he tenido y que en vida no era posible: Hámsters, perros, conejos... A veces tengo que pensar cosas así porque si no sería demasiado triste para mí.
      En fín, creo que la olla se me está yendo un poco a mí...
      Gracias por tus emotivas palabras, María.
      Un besazo muy grande, guapísima.

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  5. Ziortza, que extraña combinación de: interrogantes y respuestas, nostalgias y añoranzas, alegría y enfado, consuelo y gozo...

    Reminiscencias de seres que han partido físicamente, pero sus almas siguen a su lado, la soledad los acerca a su vida, o mejor dicho, lo acerca a él a ellos, al mundo de los muertos.

    Un relato novedoso en su temática, interesante para los que creemos y entendemos esa facultad de comunicarnos con el mas allá.

    Ziortza me han gustado las respuestas, una de ellas en especial "El sufrimiento es solo una percepción de nuestra mente, hijo, de nuestra consciencia". Aunque cambiaría la palabra consciencia por inconsciencia.

    Que bueno que al final pudo ver a su madre en su plenitud.

    Buen relato, entretenido, diferente y bien llevado, con un hermoso final.



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    1. ¡Hola Harolina! Muchas gracias por tus palabras. Me alegra que hayas visto tan bien todas esas partes del relato, sobre todo el tema de la soledad que es quizá el que hace que el protagonista esté tan cerca del mundo de los muertos, o eso cree, no lo sabemos.
      Ahora que lo dices cambiar consciencia por inconsciencia sí que tendría también su sentido.
      Te agradezco de nuevo tu acercamiento a este blog, Harolina.
      Un beso muy grande.

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  6. Una vez me dijeron que solo con leer la primera frase de un relato, o de una novela, ya puedes intuir si te gustará. En este caso así ha sido. Las primeras palabras ya me han enganchado. Provocan la pregunta: ¿Qué ocurrirá después? Quiero saberlo.
    Pues lo que ha sucedido es que tras esa brevísima introducción (13 palabras), nos has introducido en el mundo de los muertos de un modo sutil, y casi diría que encantador, con sus dosis de ternura y de humor (muy bien por Sócrates y la famosa frase de su homónimo humano, jeje).
    Creo que, por muy agnósticos que muchos nos consideremos, todos hemos deseado por un momento volver a ver a aquellos que nos acompañaron en vida y dejaron una huella en la nuestra.
    Un bello relato en su conjunto y con un final aun más bello.
    Un abrazo.

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    1. ¡Hola Josep! Me hace mucha ilusión que me digas que la primera frase te ha enganchado para seguir leyendo el relato, eso sí que es difíil..., te agradezco que me lo digas.
      Como bien comentas he introducido el tema de los muertos de una manera un poco "divertida" porque no quería que la historia se me fuera hacia su parte oscura, quería una versión "esperanzadora" de la muerte (si es que eso es posible).
      Creo que todos, seamos creyentes, ateos o agnósticos, nos gustaría volver a ver a gente que se ha ido, normalmente tenemos la sensación de que nos gustaría tener una última conversación.
      Muchas gracias por tus palabras Josep, que me emocionan especialmente.
      Un fuerte abrazo.

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  7. Hola Ziortza,
    Al principio creí que era un relato de humor, con lo del perro Sócrates y la frasecita, ¡qué puntazo! me has arrancado una carcajada. Luego ya con la abuela, me has enternecido y emocionado, pero la última parte ains... como duele perder a los que más queremos, y que bonito sería saber que están bien y en calma. Esa sensación la haríamos nuestra como lo ha hecho el protagonista.
    Precioso relato, muy bello.
    Un beso, y feliz fin de semana.

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    1. ¡Hola Irene! Como he comentado no querido ser muy sombría con el tema de la muerte (si es que eso puede ser posible) y de ahí el tema del perro.
      Me alegro que te hayas emocionado, ojalá todos podríamos tener ese consuelo que tiene el protagonista de ver o creer ver a sus muertos.
      Un besazo, guapa.

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  8. ¡Qué buen relato, Ziortza! Con toques de fina ironía y otros muy emotivos, trataste el tema de la muerte de los seres queridos con gran altura y respeto.
    Lo de "Sócrates" es excelente, incluso la aparición del padre dejó abierta la posibilidad de que en futuros encuentros la comunicación podría mejorar.
    El final, sin decir demasiado porque no era necesario, es muy enternecedor.
    Me encantó leerte, guapa.
    Besos.

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    1. ¡Muchas gracias Mirella! Desde luego el hecho de hablar con los muertos pueda dar pie a resolver situaciones que en vida no pudieron ser resueltas o no fueron como quisimos, jeje. Me da que el protagonista va a tener muchas conversaciones que se quedaron pendientes y que le harán sentir mejor.
      Un besazo, Mirella.

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  9. Coincido con mis compañeros en que es un relato donde lo emocional junto al humor negro están muy presentes.
    Supiste crear una buena trama, ya desde el inicio, con ese alegre e inteligente perro al que asociaste el nombre del filósogo griego, al tener tanto en común con él. Luego nos has incluido tu peculiar punto de vista acerca de la muerte, a través de estos entrañables diálogos y conocimiento de ese entorno familiar, donde el protagonista sumido en la más absoluta soledad intenta sobrevivir gracias a estas experiencias con los muertos.
    Me ha encantado también el final, que dice mucho más que las escasas líneas que le dedicas.
    Una preciosidad de relato, amiga Ziortza.
    Un abrazo grande y besazos!!!

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    1. ¡Hola Estrella!
      Me alegro que hayas visto todo eso en el relato. Si quieres que te diga la verdad no sé muy bien que pensar de la muerte (no sé si tengo algún punto de vista) pero lo que sí me apetecía era darle una tregua al protagonista que parece muy solo y lo ha pasado bastante mal, y que mejor manera que estos encuentros (nada oscuros) con sus seres queridos fallecidos.
      Te agradezco de nuevo tus palabras, querida Estrella.
      Mil besos, amiga.

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  10. Qué bonito y qué reconfortante, Ziortza. Aunque tu relato tiene algunos puntos de humor, el mensaje que deja es serio, a mi entender. Los que ya se fueron siguen con nosotros de alguna manera. A lo mejor lo único que necesitamos para disfrutar de su compañía es estar abiertos a un nuevo encuentro con ellos, aunque de otro modo. Me ha encantado y me ha sentado genial leerte, ¡muchas gracias! :)

    Besitos de finde.

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    1. ¡Gracias Julia! Bueno, sé que es un punto de vista muy personal pero creo que muchas veces la seriedad no está reñida con el humor. Soy de la opinión de que casi todo se puede tratar con cierto humor, siempre que sea con respeto y cariño.
      Me alegra que te hayas sentido así al leer el relato, querida Julia.
      Un besazo muy fuerte.

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  11. Hola,
    Creo que hay que temerle más a los vivos que a los muertos. El miedo a no saber que hay detrás o después de la muerte, ese morbo, ese miedo infundado porque no tenemos ni idea de lo que en realidad hay y también el hecho de tenerle más miedo a lo que no se ve, a la propia imaginación, tan poderosa, tan imaginativa,hace que más que miedo, Le tengamos pavor. Pero así es la mente. Me ha gustado mucho. Un abrazo.

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    1. ¡Hola Keren! Desde luego esa frase inicial que apuntas es del todo cierta. Existe la creencia (yo creo que por las influencias de la religión, cine, etc) que la muerte trae consigo fantasmas malvados y violentos que quieren resarcirse de su pasado o vengarse de algo. Cuando realmente no sabemos nada de nada. De momento, todo indica que los vivos son más peligrosos que los muertos.
      Un besazo Keren.

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  12. De los relatos que me más entusiasman leer, quizá se deba a que creo en estos casos "aislados" que por otro lado se dan con más frecuencia. Conozco a varias personas que han tenido conversaciones con los que ya marcharon, con lo cual tu relato, si es ficción, para mí tiene realidad. Ciertamente, mejor no hablar de ello con quién se puede perder tiempo y energía además de considerarte pirado.

    Algunas veces, se tienen recuerdos de alguien tan grabados en el inconsciente que el mero hecho de querer (sin saber) volver a rememorar, es suficiente razón para que seres queridos aparezcan ante uno, precisamente para que, ese alguien pueda verlos y sepa, que siempre están a su lado, aunque en distinta realidad. Uno mismo los atrae.

    Genial, querida Ziotza.
    Gracias por este agradable rato.
    ¡Un fuerte abrazo!

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    1. ¡Hola Mila! Lo cierto es que es muy interesante lo que comentas, ya que yo planteé el relato como algo de ficción y nunca me he encontrado con casos como el que tu cuentas. La verdad es que yo soy muy respetuosa con la gente, sus emociones y lo que sienten, nunca consideraré alguien loco porque me diga que habla con sus seres queridos fallecidos. Es más, seguro que a muchos nos gustaría poder hacerlo.
      Muchas gracias por tus cariñosas y amables palabras, querida Mila.
      Un besazo muy fuerte.

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  13. Lo reconozcamos o no, creo que es algo que todos hacemos de vez en cuando. Puede que no les veamos, pero hablar con ellos, por lo menos en mi caso, me hace sentir bien. Por desgracia, cada vez tenemos más gente querida al otro lado. Supongo que es ley de vida.

    Un abrazo.

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    1. ¡Hola David! A medida que cumplimos más años, más probabilidades tenemos de que tener seres queridos al otro lado, como dices. Quizás por eso, deberíamos de disfrutar el presente que tenemos con ellos.
      Un fuerte abrazo.

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  14. Este es un relato que llega dentro, Ziortza. Creo que has descrito de manera entrañable toda la dureza de la muerte y del dolor que se siente cuando un ser querido nos abandona. Ojalá todos tuviésemos el poder del protagonista para disfrutar de vez en cuando de esas reminiscencias que nos traigan de vuelta a los que nos van dejando.
    No sé si en realidad es todo producto de su imaginación, de una mente que busca la esperanza por medio de la alucinación. Pero, en cualquier caso, es una forma bonita de estar loco.
    Un besazo, guapa.

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    1. ¡Hola Sofía! Me alegra que te parezca entrañable el relato. Cuando pensé en hacerlo no sabía muy bien el tono que me iba a salir, y ante todo quería que fuera un tono amable dentro de que el tema no es nada agradable.
      Sea imaginación o sea realidad, a todos nos gustaría vivir las experiencias que está sintiendo el protagonista, como dices es una manera bonita de estar loco.
      Te agradezco tus palabras, Sofía.
      Un besazo, guapísima.

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  15. Muy tierno Ziortza, genial ese punto de humor que compensa la emoción que subyace en el relato y en ese precioso mensaje que lleva implícito sobre aquellos a los que se quiere que siempre están ahí, acompañando aunque no se les vea, consuela pensar que nunca se pierde del todo a aquellas personas que importan.
    Todo aquello que no se entiende es mucho más fácil tildarlo de loco y ¿quién está más loco? Pues mira bien por tu prota que pudo recuperar en plenitud a aquellos a los que quería.
    Un beso

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    1. ¡Hola Conxita! Me alegra que te haya parecido tierno el relato, ya que tenía mis dudas al escribirlo por el tema que trata. Creo que el recuerdo es lo más importante para mantener vivos aquellos que no están, aunque no estaría mal vivir situaciones como las que vive el protagonista del relato. A mí también me gustaría estar loca de esa manera.
      Gracias por tus gratas palabras, Conxita.
      Un besazo.

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  16. Qué bonito, Ziortza, me encanta la visión de la muerte tan dulcificada que nos ofreces. Imagino que buscar consuelo desesperadamente en algo es lo que tiene, que al final lo encuentra antes de lo que parece. Enternecedor final. Enhorabuena y un beso, guapa.

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    1. ¡Hola Eva! Me alegra que te haya gustado el blog. Cierto que no quería dar una visión sombría o tétrica de la muerte (aunque supongo que eso es muy difícil tratándose del fin de la vida). La sugestión a veces puede ser muy poderosa.
      Un besazo y muchas gracias, guapa.

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